Se me está acumulando el trabajo para este Cuaderno de ruta. Contando el de hoy, tengo dos libros pendientes, dos películas de cine, un par de temporadas de series de televisión, cuatro carretes de blanco y negro de medio formato para revelar y una escapada prevista para mañana a Madrid. Así que nada… iré intentando hacer comentario de todo poco a poco.
De momento, vamos con esta chica mecánica, enésimo descendiente de los replicantes de Blade Runner que nos ofrece Paolo Bacigalupi, escritor que a pesar de sus nombre no es italiano sino de Colorado Springs. Supongo que de ascendencia italiana. En cualquier caso, su novela, publicada por Plaza & Janés (Random House Group Editorial), 2011, en formato electrónico, con traducción de Manuel de los Reyes García Campos, se clasifica en el género de la ciencia ficción, aunque es en realidad una mezcla de géneros y subgéneros, como sucede muchas veces con la Ci-Fi.

De alguna forma, Emiko, la «chica mecánica», reúne las virtudes superiores de la mujer japonesa según el punto de vista de los propios nipones. Una «tontá» como otra cualquiera, porque las mujeres japonesas son tan diversas como las de cualquier otro sitio, aunque compartan más o menos una cultura común. Unos cuantos ejemplos en las fotos, de esta diversidad.
La acción nos lleva a Bang Kok en algún momento del futuro no excesivamente lejano. En algún lugar he leído que si en el siglo XXIII… aunque no soy consciente de que ese dato venga así de claro en el libro. En cualquier caso, la situación es cuasiapocalíptica debido a las guerras y a la catástrofe medioambiental, que ha producido numerosos patógenos descontrolados, hambrunas, crecimiento de las aguas marinas, la ciudad apenas se defiende del mar por unos potentes diques, y una compleja situación en el reino de Tailandia que mantiene su histórica independencia frente a los agentes exteriores. En una mezcla de tramas políticas y económicas, donde se mezclan distintas facciones políticas tais, los intereses de las corporaciones alimentarias occidentales, la biotecnología nipona y todo tipo de mafiosos del inframundo, una «chica mecánica» («windup girl» en el original), producto biológico de inteligencia artificial nipón va a ser el centro que llevará a una violenta crisis.
Mezcla de steampunk, ciberpunk y biopunk, este último término no lo había leído hasta hace poco, encontramos un futuro en el que una mezcla de tecnologías ultramodernas y antiguas ha configurada una sociedad con dificultades tremendas para su sostenibilidad energética, alimentaria, política y económica. Todo ello, con algún tono paranormal, cuando hasta los espíritus que según los budistas buscan donde reencarnarse, tienen algún papel. Por supuesto, la enésima reflexión de fondo sobre la humanidad de una inteligencia artificial de tipo biológico y con un aspecto y comportamientos muy similares a los de los seres humanos, pero al mismo tiempo con caracteres que pueden fomentar el «síndrome de Frankenstein» del que hablaba Asimov en sus relatos de robots.
La novela mereció en su momento varios premios importantes, entre ellos el prestigioso Premio Hugo. Desde mi punto de vista, el relato es muy moroso en su desarrollo aunque alcanzado la mitad de su extensión, quizá un poco excesiva, pero a la moda, empieza a animarse llevando hacia el final a una sucesión de clímax y anticlímax, de sucesivos finales, que supones que no van a ser los definitivos porque siendo un producto americano, al final tiene que haber algún tipo de justicia y los malos castigados. Aburren un poco los norteamericanos con esta manía del «final feliz» o «infeliz pero poco».
Resumiendo, buenos e interesantes mimbres para un producto final que se deja leer, que entretiene, pero que no es para tanto.