Hoy voy con tres series cuyo resultado final ha quedado muy por debajo de las expectativas que había puesto en ellas. Por lo que no me cabe la posibilidad de recomendárselas a nadie con carácter general.
Bonding llegó discretamente, sin hacer mucho ruido, a su segunda temporada en Netflix. La primera temporada me gustó bastante como reflexión sobre las soledades y las mochilas emocionales que arrastramos en la vida. Y con la curiosidad de transcurrir en ese peculiar mundillos de dominas y sumisos del fetichismo SM. La segunda temporada… no es que esté mal. Ni mucho menos. Pero por algún momento me he despegado de los personajes. Si en la primera me sentía capaz de empatizar con ellos, en esta segunda los he visto desde una perspectiva más exterior y neutra. Y no he llegado realmente a conectar con la serie. Ya digo. No está mal. La realización y las interpretaciones son correctas, pero no me han enganchado.

Behind her eyes es una miniserie inglesa, que se estrenó hace no mucho en Netflix, aparentemente con bastante éxito. En principio, la premisa inicial no era especialmente original, pero podía desarrollarse en algo interesante. Un triángulo entre una mujer divorciada, madre de un niño, y el matrimonio formado por su nuevo jefe, un psiquiatra, y su atractiva mujer. Lo que pasa es que empieza a derivar hacia un tono fantástico, por mucho que lo quieran disfrazar de pseudociencia en algún momento, para llegar a un último episodio que es simplemente un despropósito. No me voy a extender por si alguien se quiere animar, no pisarle el desenlace. Pero sinceramente, no lo recomiendo. Podemos comprobar que los británicos también son capaces de hacer series malas.
Y luego llegó WandaVision, un título más que apropiado y que me parece absurdo que en la versión doblada traduzcan como es Bruja Escarlata y Visión. Antes de nada… no soy nada nada nada aficionado a los superhéroes de Marvel. Tampoco a los de DC… pero estos últimos pueden tener un punto de placer inconfesable en ocasiones. Raras ocasiones, pero puede darse. Pero lo de Disney y Marvel con los superhéroes y la capacidad de atraer a tantos espectadores,… nunca lo he entendido y me hace dudar de la presunta inteligencia del género humano. No voy ahora a extenderme en los motivos. Quizá en otra ocasión. Pero como hubo alguna experiencia muy positiva de series del universo Marvel como Agent Carter o Jessica Jones, especialmente su primera temporada, tuve la curiosidad. Además con el antecedente del éxito de The Mandalorian en Disney+. Para mí, la bondad de las dos series mencionadas estaba en la capacidad de sus protagonistas, incluido el malo en el caso de la segunda, para caer bien y generar empatía. Con buen trabajo interpretativo. Y además con protagonistas femeninas. Y escasez total de disfraces de superhéroes de colorines. Decidí dar una oportunidad a una serie en la que trabaja Elizabeth Olsen, actriz que merece mucho respeto, y que podía ser algo distinto de lo de las películas. Además… las peculiaridades en la puesta en escena de los primeros episodios, imitando series clásicas de la televisión americana de los últimos 60 años… pues oye. Pero nada. A partir de un momento dado, se convirtió en un producto típico de la casa. Y además, para rematarlo, en un momento dado se pusieron a mezclar en la trama la tontá de las brujas de Salem. Y cada vez que en una serie americana salen las brujas de Salem… me entran ganas de salir corriendo. Nada. Que no. Que el universo Marvel y yo somos incompatibles. Vaya tontá.
