Este es uno de esos clásicos de la ciencia ficción llamada «dura» que debería haber leído en su momento, cuando yo estaba en mi veintena, y no ahora. Un libro de uno de los autores del género con más prestigio, Poul Anderson, escrito en 1970, que en los años ochenta del siglo XX todavía hubiera estado de actualidad. Quizá llega un poco tarde, cuando los estilos en el género han evolucionado. Y cuando la astrofísica y las cosmología también han evolucionado y las perspectivas de cómo funciona el Universo también. Por ejemplo, el «Big bounce» o «Big crunch«, según el cual el Universo se expandiría hasta que la gravedad lo obligase a volver a comprimirse en un opuesto final al «Big bang«, hoy en día gozan de poco prestigio. Y sin embargo forman parte esencial de la trama de este libro.

«Tau Zero», en realidad en castellano es Tau Cero, he leído el libro en inglés, más barato y por eso los del «zero», hace referencia al valor del factor de contracción del tiempo, un fenómeno que se produce cuando un móvil se desplaza a una velocidad enorme, próxima a la velocidad de la luz, y por lo tanto el tiempo «a bordo» del móvil, supongamos una nave espacial interestelar, discurre mucho más despacio que en el espacio que le rodea, fijo o muchísimo más lento que el móvil. La nave que protagoniza esta novela, la Leonora Christine, y su internacional tripulación de científicos e ingenieros que van a probar suerte en la colonización de un planeta extrasolar, se moverán a velocidades relativistas. Y por lo tanto, lo que son meses para ellos son decenas de años en la Tierra. Es ciencia ficción dura porque no hay viaje a mayor velocidad de la luz, y los motores de la nave, aunque especulativos, se basan en la ciencia conocida en el momento. Así como las experiencias a bordo de la nave. Una nave que sufrirá un accidente y se verá incapacitada para frenar, por lo que irá aumentando su velocidad y adquiriendo una tau que tiende a cero, aunque es imposible que llegue a ese valor.

Desde el punto de lo que es especulación científica, la constante huída hacia adelante ante los desafíos que se presentan a los cincuenta tripulantes de la nave es muy divertida y entretenida. Es cierto que, no conociéndose en 1970 conceptos como la materia oscura o la energía oscura, aunque había quien los había intuido, la visión cosmológica del Universo es distinta de la actual. Pero no importa mucho. Está bien.
Otra cosa es la dinámica de la microsociedad de la nave. Como especulación sociológica, los planteamientos y los conflictos que surgen ante los problemas de la nave me parecen un poco ingenuos. O muy ingenuos. Pero reconozco que este tipo de escritura, en mi adolescencia tardía y en mi juventud temprana me hubiera encantado. Luego… bueno,… me volví más escéptico y un poco más conocedor de la sociedad humana. Un poco. Pero bueno, consideremos que se escribió cuando se escribió, y la obra de arte hay que valorarla teniendo en cuenta el dónde y cuándo se crea. Merece la pena si te gusta el género. Yo me lo pasé bien.
