[Recomendaciones fotográficas] Poquita cosa, pero más interesante de lo que pensaba

Sin categorizar

Teníamos una conversación curiosa hace unos días. Cuando yo era un adolescente o un joven de veintipocos, las personas con tatuajes no eran frecuentes. Y además, quienes los llevaban no eran precisamente aquellos a quienes las madres de la época querrían como yernos; legionarios, carcelarios, marineros… Era así la cosa. Simplemente, la generación de mi hermana, que es nueve años más joven, ya empezó a llevar tatuajes. Al principio, pequeños, discretos. Poco a poco más amplios y característicos, como cuando se pusieron de moda en las mujeres los de la zona lumbar, y luego llegaban los anestesistas y no querían poner la epidural en los partos para no arrastrar las partículas de tinta al líquido cefalorraquídeo en el espacio subaracnoideo junto con el anestésico, montándose el pollo con las quejas de las parturientas. Y hoy en día, lo raro es encontrar a una persona de ciertas edades, un amplio intervalo de edades, que no lleve uno, o varios, o muchos. Y no son distintos de cómo éramos nosotros cuando teníamos 20 años y mirábamos con aprensión a las personas tatuadas. Durante mi primer viaje a Japón no visitamos ningún onsen 温泉, típicos baños de aguas termales de origen volcánico, frecuentes en el país por la geología del archipiélago nipón. Durante el segundo sí, porque nos alojamos en algunos ryokan 旅館, alojamientos tradicionales japoneses, que incluían ondeen. Y allí nos encontramos con una norma frecuente en estos establecimientos… prohibidos los tatuajes. Y es que en Japón, los tatuajes se suelen asociar a la yakuza, el crimen organizado del lugar, y eso es así porque fueron prohibidos tras la restauración Meiji, por motivos de imagen nacional, y así fue durante años. Volvieron a estar permitidos tras la guerra mundial. Pero la consideración de mal gusto permanece en la mentalidad del país, por lo que hoy en día todavía son raros. En Another Magazine nos muestran el trabajo de Akimitsu Takagi, un escritor que escribió novela negra con personas tatuadas, pero que también se documentó fotográficamente, durante varias décadas del siglo XX, unas fotografías que no eran conocidas y que recientemente han visto la luz, mostrando ese mundo de bajos fondos donde sucedían los tatuajes en el País del Sol Naciente.

Llevo un tiempo enyando con el uso del flash en la fotografía de aproximación. En esta ocasión con un flash anular al que he podido acceder, un tipo de accesorio al que nunca había accedido. Y que puede ser muy interesante, aunque no en cualquier situación.

Como contraste a lo anterior, me han gustado los retratos del dúo de fotógrafos contemporáneos Fotómetro, Rona Bar y Ofez Avshalom, la mayor parte de ellos jóvenes, aunque no exclusivamente, en los que ponen de relieve aquellos detalles del atuendo, los complementos, o las alteraciones corporales, por ejemplo los tatuajes, que sirven para marcar la individualidad de cada una de las personas, en el entorno que constituye su espacio personal más íntimos, con los pequeños detalles que significan el ejercicio de la libertad personal del retratado. Los retratos me han resultado estéticamente interesantes y agradables, y en un plano más subjetivo, creo que resaltan la humanidad de aquellos que en ocasiones viven fuera de los cánones estéticos que las costumbres y las modas imponen. Lo hemos visto en Booooooom. Me quedo con las ganas de saber por que este duo de israelíes que vive y trabaja en Londres, usan un nombre para su dúo en castellano, con la tilde incluida.

Al igual que no soy muy partidario de enlazar recomendaciones de los sitios patrocinados por las marcas de cámaras, por su obvios sesgos, tampoco las recomendaciones de los medios oficiales de las redes sociales o de los servicios en internet, por idénticas razones. Promocionan a sus clientes principales. Pero curiosamente, Irene del Pino, protagonista de un artículo con entrevista en el blog de 100ASA, curiosamente trasnochado nombre, no parece ser cliente de este servicio de portafolios compartidos, al estilo de 500px, pero algo más serio. Aunque muy enojoso de usar. Ni siquiera tiene cómo buscar a un fotógrafo,… o yo no he encontrado la forma. De hecho, del Pino no parece tener presencia propia en internet, hay que encontrar su trabajo en otros lugares. El enlace que he puesto en su nombre corresponde a los Encuentro Fotográficos de Gijón, porque me ha parecido razonablemente completo. Del Pino se define como fotógrafa documental, que registra los cambios en el paisaje, natural o urbano, con o sin presencia de personas, aunque el factor humano está presente habitualmente. Su estilo me ha gustado. Obviamente es una fotógrafa reflexiva, que camina, que recorre, que regresa a los lugares, para encontrar el mejor ambiente, la luz adecuada, la forma en que refleja adecuadamente sus sentimientos sobre el lugar.

Finalmente, en Lenscratch nos han mostrado otro trabajo de una fotógrafo documental, la neoyorquina Sant Khalsa, pero criada en California, y que ha recorrido el sudoeste americano donde proliferan los establecimientos destinados… a vender agua. Sin más. Exclusivamente agua. Sin propiedades. Sólo, con adjetivo tipo «cristalina», «pura», «paradisiaca»… La mercantilización del bien común, sin más. Y que también refleja una realidad social. La deficiente calidad de los suministros de agua potable a través de los grifos de los hogares, especialmente en los lugares donde la pobreza es más rampante. Lo cual afecta todavía más a estas magras economías, con la curiosa paradoja de que muchos de estos establecimientos están regentados por inmigrantes, latinoamericanos, coreanos, chinos,… que de esta forma parasitan a sus propios congéneres. Un trabajo sencillo… y sin embargo notable en su profundidad.

[Cine y fotografía] Algunos obituarios, un breve sobre los óscars y fotómetros y cámaras de antaño

Cine, Fotografía

Con mi leve faringitis y el mal tiempo, el sábado tocó quedarse en casa, y como algunos quizá ya sabréis lo dediqué a un artículo sobre fotómetros de antaño que publiqué en De fotos y cámaras fotográficas, el lugar donde hablo de estas cosas técnicas fotográficas.

Pero para quien no quiera meterse tanto en la cosa técnica, dejo aquí algunas fotos de los aparatos con los que estuve trasteando. Pertenecieron al padre de un amigo mío, y algunos son diseños de finales de los años 30 del siglo XX.

Pero mientras han pasado otras cosas. Y entre esas cosas es que se nos han muerto un par de directores de cine. Muy distintos eso sí.

Por un lado con poco más de 50 años de edad falleció la directora y guionista española Dunia Ayaso (1951 – 2014), que funcionaba en pareja con Félix Sabroso. Se pusieron relativamente de moda desde finales de los años 90 con un tipo de comedia petarda que atraía al público joven, aunque desde mi punto de vista con una repercusión social y artística moderada. No estoy al tanto de su trabajo en el terreno de las artes escénicas donde también desarrollo labor. En cualquier caso, una pena que desaparezcan creadores en plena edad productiva. No andamos sobrados de ideas y propuestas en el cine español como para ir perdiendo efectivos.

Y por otro lado, hemos dicho adiós a Alain Resnais (1922 – 2014), director francés realmente innovador, encuadrado en La nouvelle vague, que aunque fallecido a una edad ya muy provecta, ha estado trabajando hasta sus últimos años. Su obra es diversa, con ese punto álgido en el puente entre los 50 y los 60 en el que nos dejó dos obras tan especiales como Hiroshima, mon amour y la muy personal y compleja L’année dernière à Marienbad. Quizá sea una buena excusa, el homenajear a este director, para revisitar alguna de sus obras.

Todo ello en el entorno temporal de la entrega de los óscars correspondientes a la generación del 2013, sobre la que me extendí ayer, sin que tenga gran cosa que añadir. En las categorías que consideré comentar, pues decir que sólo he coincidido con el criterio de los votantes académicos en el premio a la mejor actriz. Insistir en la catástrofica visión de los distribuidores y exhibidores españoles que todavía no nos han permitido ver por vías «legales» una película con tres premios como es Dallars Buyers Club. Y que según las fotos que he podido ver de la alfombra roja, Jennifer Lawrence no se ha llevado su segunda estatuilla consecutiva, pero sigue pareciendo la más guapa y simpática del cotarro, así como la más patosa. Sin duda.

Fotómetro Zeiss Ikon Helicon (sobre Leica IIIf)

La pieza que más me atrajo es este fotómetro Zeiss Ikon Helicon, aquí montado sobre mi Leica IIIf.

Fotómetro Zeiss Ikon Helicon (sobre Leica IIIf)

La baquelita está quebrada y necesita una limpieza de las partes metálicas, pero funciona. Aunque no puedo garantizar su nivel de precisión.

Fotómetro Zeiss Ikon Helicon (sobre Leica IIIf)

Con un poco de paciencia, conseguí una imagen del interior del visor, donde está la aguja que nos guía a la hora de medir la luz de forma correcta.

Fotómetro Bertram Chronos

Este Bertram Chronos de 1950 sí que funciona bastante bien por lo que he podido comprobar.

Fotómetro Sekonic Auto Leader Mod. 38

Sin embargo, este Sekonic Auto Leader Mod. 38 puede tener ya su célula de selenio agotada. Un pena, porque es bonito, y muy capaz. Se puede ajustar para sensibilidades de película de hasta 12800 ASA (no ISO, que en los año 50 no existía ese estándar, pero que es equivalente, más o menos).

Fotómetro Weston Master II

Quizá el aparato más interesante fue este Weston Master II, que salió al mercado en 1939, y que perteneció a una prestigiosa estirpe de fotómetros. Ansel Adams consta que usó uno de estos en ocasiones.

Zeiss Ikon Ikonta 35mm

También trasteé con un par de cámaras. Como esta Zeiss Ikon Ikonta, mismo nombre que una de formato medio que poseo. Pero esta es para película perforada de 35 mm. Para no confundirse, sus sucesoras recibieron el nombre de Contina. Mientras que las versiones más sofisticadas, con telémetro y fotómetro eran las Contessa. De estas últimas también tengo una. No he conseguido que funcione esta Ikonta 35. El disparador está atascado. No la quiero forzar.

Konica Eye 2

Y la que confiaba que funcionase es esta Konica Eye 2, camara de medio formato, negativos de 24 x 18 mm, similar a mi Canon Demi EE17. Las diferencias con esta es que no tiene modo manual mecánico. Es automática y necesita pilas para hacer funcionar su electrónica. Y aunque le he puesto una pila nueva, no ha funcionado. Sus circuitos no deben funcionar. Mala suerte.