Napszállta [Atardecer] (2018; 04/20190114)
El viernes pasado nos encontramos con una renovación de la cartelera llamativa. Habíamos pasado de un ritmo de novedades bastante austero, con pocas alternativas de interés, a una semana donde había hasta cuatro posible candidatas a llevarnos a las salas de cine. Sumidos en el mismo estado de ánimo que nos lleva últimamente a mirar con escepticismo las propuestas «oscarizables», nos atrajo de inmediato la atención la nueva propuesta del húngaro László Nemes, que tanto nos interesó con su tremenda propuesta de hace casi tres años sobre el campo de exterminio alemán de Auschwitz. En aquella ocasión la crítica fue unánime alabando la película, que acabó ganando el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, una categoría frecuentemente más interesante que la del premio gordo.

Nos traslada Nemes en esta ocasión al principio de la segunda década del siglo XX en Budapest, no recuerdo si 1910 o 1911. En aquel momento, la actual capital húngara era una de las capitales de la monarquía dual del Imperio Austrohúngaro, en el que la dinastía de los Habsburgo eran simultáneamente emperadores de Autria y reyes de Hungría, aunque ambos estados seguían siendo formalmente independientes uno de otro salvo en temas de defensa y relaciones exteriores. Y era un estado y un sistema en clara decadencia. En ese ambiente, una joven sombrerera huérfana, Írisz Leiter (Juli Jakab), llega a la ciudad procedente de Trieste, para solicitar trabajo en la sombrerería que una vez perteneció a sus padres hasta que un incendió acabó con su vida. Una vez allí, intentará descubrir qué pasó realmente y cuál es el paradero y el papel en todo el cotarro de su desaparecido hermano. Y lo que va a descubrir va a ser que nada es lo que parece.

Rodada de una forma muy similar a su anterior película, cámara en mano, siguiendo de cerca permanentemente al personaje principal, con una reducida profundidad de campo que provoca que intuyamos el ambiente que rodea al protagonista pero no lo percibamos con claridad, y con un ambiente sonoro también confuso, no hay conversaciones claras y definidas, el espectador tiene por lo tanto una visión parcial y a veces fragmentada de la realidad que rodea a la protagonista. Hay quien se siente cómodo con esta forma de rodar, otros espectadores no acaban de aceptar esta situación. Y esto puede provocar cierta incomprensión de la película.
Sin embargo, a mí no me ha parecido confusa. Creo que la alegoría está razonablemente clara. Esa sombrerería alrededor de la cual han sucedido y suceden cosas que nos llegan a parecer terribles, me parece un microuniverso que representa a la monarquía austrohúngara de la época, un edificio de fachada y apariencia respetables, pero corrompida y decadente por dentro. Un gigante, que ni siquiera lo era tanto, con pies de barro. Y el final anunciado es un presagio de lo que fue el final del imperio, en medio de una violencia no vista hasta el momento, del odio y la destrucción. El único personaje luminoso de la función es la protagonista, que se niega a cerrar los ojos, a aceptar el destino marcado, simbolizado por el destino de las sombrereras en relación con la familia real, y que busca la verdad y la limpieza hasta las últimas y terribles consecuencias.

Con unas interpretaciones notables o sobresalientes, empezando por su protagonista, y las peculiaridades técnicas del rodaje, está filmada con negativo tradicional y se nota, a mí me ha parecido una propuesta sumamente interesante. De las que incluso mejora con el recuerdo. Un reflexión histórica de alto nivel, que además nos debería hacer pensar en la corrupción y decadencia que pueden empezar a sufrir los regímenes políticos actuales, de apariencia política respetable, con graves problemas internos, que afectan siempre a las clases más desfavorecidas. Un film de carácter político, sin lugar a dudas.
Valoración
- Dirección: ****
- Interpretación: ****
- Valoración subjetiva: ****
