Hubo dos motivos para ir a ver el viernes pasado esta película. Por un lado tener la oportunidad de entrenar un poco el oído con el francés, que últimamente lo tenemos un poco oxidado. La película está también en cartelera doblada al castellano con el aclaratorio, tópico y vulgar título de «Lolo, el hijo de mi novia». La tontada de costumbre. Por otro lado, más sustancial en lo cinematográfico, hace muchos años… desde cierto color «blanco» por lo menos, que tenemos cierta debilidad por Julie Delpy, que convertida en un gran «Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como» escribe, dirige y protagoniza esta comedia romántica del país vecino. Sip. Delpy nos gusta… incluso si hay quien en este país que la confunde con la novia del presidente de la república, craso error. Incluso ahora que ya no oculta su condición de cuarentona,… mejor cuarentañera, no vaya a ser que nos ofendan algunas, de culo amplio, sobre lo que ella misma no duda en ironizar en los diálogos de la película. Bien por su sentido del humor.

Aunque hay algunas escenas en Biarritz y Londres, la película se desarrolla principalmente en París, con varias coñas relacionadas con la torre Eiffel.
Pero, ay, que «amemos» a Julie Delpy no impide para que tengamos que ponernos un poco «serios» a la hora de evaluar este filme. Despy encarna a Violette, mujer parisina, separada desde hace tiempo, con un hijo asperiante a artista contemporáneo que no tardará en cumplir los 20 años, y a la que lo mismo le va estupendamente en su vida profesional de directora artística de «nomeacuerdoqueexactamente», que ve como sus sucesivas relaciones con los hombres van naufragando una tras otra. Animada por su mejor amiga, Ariane (una imponderable Karin Viard que merece mucha más presencia y protagonismo; extraordinariamente dotada para la comedia), durante unas vacaciones en Biarritz liga con un ingeniero informático, Jean-René (Dany Boon), que aunque no juega en las mismas ligas de la relación social, la hace feliz en otros aspectos de la vida. Especialmente, cuando se trata de la relación horizontal en la cama. Pero su retoño Lolo (Vincent Lacoste) no parece ver con buenos ojos la relación… Y cuando un retoño es una persona creativa y un tanto borde, rozando la sociopatía… cualquier cosa puede pasar.

Así que nos pasearemos por su parques, como el de las Tullerías,…
Delpy tenía dos opciones en este comedia. O tirar por el lado francamente amable, del enredo con final feliz y sin más consecuencias, lo cual nos hubiera decepcionado en una persona de la inteligencia que le suponemos, o tirar directamente por la comedia borde y con final imprevisible que pusiese a caldo con desliciosa mala leche las instituciones pareja/familia/materno-filial todas de un plumazo. El caso es que no se decanta, y de hacerlo al final lo hace por el lado más amable, por lo que una comedia que comienza con unos mimbres muy interesantes, acaba vulgarizándose y no pasando de un mero entretenimiento con altibajos. Los varones de la función no acaban de dar la talla, Delpy monopoliza en exceso, y ya digo que echamos de menos una mayor presencia de Viard, cuyas escenas suben de modo casi sistemático el nivel de lo que estamos presenciando. De todos modos, la película se va volviendo previsible hasta desembocar en un final un poco precipitado y algo forzado.

O por las orillas del Sena…
Entendámonos, seguiremos amando a Julie Delpy. Es un amor generacional, que dedicamos a esas mujeres del cine nacidas en los años 60 del siglo XX, comparable al el que profesamos por alguna que otra actriz francesa o española, cada una en su estilo, por mencionar a algunas, y al que ninguna actriz de Hollywood puede aspirar, porque siempre las veremos de papel couché o celuloide, mientras que las de este lado del oceano las sintamos de carne y hueso, más de verdad. Pero en esta ocasión nos ha dejado con las ganas… La película navega por una cierta mediocridad con apenas algún que otro momento salvador. Otra vez será.
Valoración
- Dirección: **
- Interpretación: ***
- Valoración subjetiva: ***

O por donde el romanticismo que atribuirmos a la ciudad-luz, merecido o no, nos lleve.