[TV] Cosas de series; el riesgo de «perderse»… o de «perdidos»

Televisión

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Bosques en el valle de Funes, en los Dolomitas italianos. Representan los bosques y los lagos de uno de los episodios importantes de la serie que comento hoy.

Si hay algo que me aterra cuando se anuncia una nueva serie de televisión, es que nos «amenacen» con ser la nueva Perdidos, o la «sucesora» de Perdidos. Durante unos años fue frecuente… ahora no tanto, pero de vez en cuando se da. Y yo tiemblo de pavor. Pero echemos la vista atrás. Echemos la vista 20 años atrás. Ahí es nada. Parece que fue ayer.

Lost (Perdidos) fue una serie que impactó. Surgió en lo que se ha llamado la era de oro de las series de televisión. Esos años en los que la calidad de las series de televisión se incrementó notablemente, tanto en sus guiones, como en sus interpretaciones, como en su producción o su forma de rodar. Se acercaron muchísimo a ese concepto de cine en serie. Y además, con muchas series mejorando considerablemente la calidad de muchas películas cinematográficas de éxito, ya que coincidió con el auge de los superhéroes y las sagas interminables de franquicias llenas de secuelas, a cual menos original y con menos calidad. Ahí surgió Lost. Si la serie comenzó en septiembre de 2004, llegó a España en la primavera de 2005. Y tras los muchos comentarios de amigos y conocidos, me agencié aquella primera temporada, la fui viendo, y me encantó.

Hemos de recordar aquí un concepto importante en el cine, que popularizó Alfred Hitchcock, aunque lo formuló uno de sus guionistas británicos, Angus MacPhail, el macguffin (la Wikipedia española atribuye el término a Hitchcock, pero es errónea). El macguffin es un recurso argumental que nos sirve para poner en marcha la acción y el recorrido de los personajes en la obra de ficción. Pero que es intrascendente por sí mismo. Podría ser cambiado por otro, y la película, o la novela, o la serie, sería en esencia la misma. Porque lo que realmente importa es la peripecia. El suspense, la angustia, las dificultades, que sufren o han de superar los héroes de la acción, y que se trasladan al espectador. Yo me familiaricé con el término, y con su significado, al leer las El cine según Hitchcock de Truffaut. Uno de mis libros sobre cine favoritos.

Lo importante del concepto del macguffin es que rompe con muchos moldes sobre la forma en que vivimos y valoramos la obra de ficción. Deja de ser importante el objeto, y lo único importante es el sujeto; el camino del héroe. O, en ocasiones, el villano. Digamos héroe desde un punto de vista genérico, el protagonista de la acción y con el que el espectador se identifica. Con quien sufre… y de paso disfruta. Esto también hace que se rompa la importancia de la estructura de la narración, y esta admita estructuras diversas, ya que lo que nos atrapa es el estado emocional del héroe durante la aventura, sea cual sea esta. Si lo observamos bien, todas las películas de Indiana Jones son lo mismo, da igual que el macguffin sea el Arca de la Alianza, el Santo Grial, la Calavera de Cristal, la lanza de Longinos, o el mecanismo de Anticitera. Lo que nos divierte, cuando la película está bien engranada en su guion y en su desarrollo, es la peripecia de Indiana y sus relaciones con el resto de los personajes. Lo mismo podríamos decir de Bond, James Bond, de la Flota Estelar de la Federación, de la Alianza Rebelde, o del tostón de los superhéroes de Marvel. Estos últimos la cagan cuando dedican un porcentaje no despreciable del tiempo de la película a «explicar» qué puñetas es el teseracto cuando es algo que importa un rábano. Por cierto, en el mundo real, un teseracto es un hipercubo o cubo de cuatro dimensiones. A veces se denomina así a la proyección de esta figura geométrica en el espacio tridimensional, por ejemplo, el Gran Arco de la Defense en París.

En Lost hay un desencadenante inicial, el accidente el accidente del vuelo 815 de Oceanic Airlines, y un gran macguffin, la isla y sus misterios. Mientras que lo que importa en la serie es la peripecia de los náufragos del accidente, la serie es estupenda. Cuando de repente empieza a tener importancia lo que es la isla y sus misterios, desde mi humilde punto de vista, la serie se convierte en un tostón horrible, que llega a ser insoportable, y los personajes con los que sentía empatía y con quienes «sufría» empiezan a caerme mal y a importarme un rábano lo que les pase. El gran mal de tantas producciones de acción de Hollywood, cine o series de televisión, dar importancia a lo que es accesorio, y olvidarse de contar una buena historia, intentando disimular la ausencia de esta con paranoias y fuegos de artificio. Por ello, los candidatos a ser la nueva Perdidos… me aterran.

Algunos comentaristas han calificado una de las mejores series de Apple TV+, Severance, como una de las nuevas Perdidos, y quizá por ello no le presté atención al principio. Afortunadamente, tras leer numerosos artículos alabándola, procedentes de fuentes serias, le di una oportunidad a la primera temporada… y abrí los ojos. Por fin una serie que, conceptualmente, está construida sobre un fenomenal y enorme macguffin; la separación de una persona en dos personalidades distintas, una en el puesto de trabajo y otra fuera del puesto de trabajo. Con una puesta en escena absolutamente maravillosa desde el punto de vista conceptual y visual, con unas interpretaciones muy notables, y con unos guiones de una precisión milimétrica, nos encontramos con un mundo distópico digno heredero de las visiones de Orwell en 1984, o de Terry Gillian en la no suficientemente valorada Brazil. Una obra que nos sumerge en la alienación del ser humano como elemento productivo de las grandes empresas, convertido en una pieza más de una cadena a la que, en muchas ocasiones, no se le ve sentido, y con unas políticas laborales que tratar de anular la personalidad propia del individuo para asimilarlo al idea del trabajador, del miembro de una sociedad.

Al comenzar su segunda temporada es cuando temía que reventase la serie si sus creadores se dedicaban a «explicar» los elementos que rodean a los personajes, cuando esta «explicación» es superflua. Da igual. Lo que sigue importando es la peripecia de los personajes. Especialmente, cuando se rebelan contra la pérdida de la individualidad, especialmente acusado entre la personalidad que trabaja en la gran empresa. Esa rebelión, en la que reivindican su derecho a pensar, a amar, a decidir… de acuerdo o en contra de su personalidad exterior, e intentando superar la distopía empresarial, es lo importante. De momento, la serie no sólo no ha sufrido el sindrome de Perdidos, sino que nos ha ofrecido algunos episodios absolutamente absorbentes, de una calidad cinematográfica superior, con interpretaciones más que notables. Y, una vez más, con unos guiones y una realización milimétricamente planificadas, sin que nada falte ni nada sobre. Llega un momento en que sus episodios son dignos de verse, y disfrutarse, incluso aislados del resto de la serie. Son así de buenos. Que siga.

[Televisión] Cosas de series extra; los verdaderos detectives y el concepto de «macguffin»

Televisión

Yo pensaba que a estas alturas el concepto de macguffin, tal y como lo conceptualizó y lo acuñó el maestro Hitchcock estaría claro. En la Wikipedia nos lo cuentan así:

Un Macguffin (también MacGuffinMcGuffin o Maguffin) es un elemento de suspenso que hace que los personajes avancen en la trama, pero que no tiene mayor relevancia en la trama en sí. MacGuffin es una expresión acuñada por Alfred Hitchcock y que designa a una excusa argumental que motiva a los personajes y al desarrollo de una historia, y que en realidad carece de relevancia por sí misma.

Recientemente asistimos al final de la primera temporada de la nueva serie de la HBO dirigida Cary Fukunaga, True Detective, con un par de protagonistas excepcionales, Woody Harrelson y Matthew McConaughey, interpretando respectivamente a dos detectives de un cuerpo de policía del estado de LuisianaMarty HartRust Cohle. El principal papel secundario corresponde a Michelle Monaghan, encarnando a Maggie Hart, la esposa del primero. Hart es un tipo propio de su lugar y de su tiempo, el sur de los Estados Unidos a caballo entre los siglos XX y XXI. Profundamente conservador y religioso, por lo menos aparentemente, con la familia perfecta. Eso sí, como buen macho algo carca, le apetece tirarse a todo lo que se mueve. Y eso que tiene una esposa guapa, fiel, cariñosa y de buena familia. Cohle sin embargo es un hombre torturado. Procedente de Tejas donde tuvo un trabajo policial difícil que lo dejó marcado, es profundamente escéptico, y su sistema de valores entre en colisión frontal con el de su compañero, con el que comenzará una relación de dos décadas en la que habrá de todo.

Río Ebro en Escatrón

Además de paisajes humanos, también es una serie de paisajes naturales. Alterados por el hombre, en ocasiones muy profundamente. En la más pura tradición norteamericana.

Y es que para mí esta es la parte importante de esta serie. El asesinato inicial de la chica en 1995 y las derivaciones posteriores del caso no son más que un monumental y elaborado macguffin para permitirnos entrar en una relación entre dos hombres muy distintos pero unidos en por el azar o el destino, cada uno según prefiera interpretar. Es un estudio profundo y comparativo de personalidades, de motivaciones, de valores, de objetivos en la vida.

No voy a decir que la serie es perfecta, porque no lo es. Hay elementos muy desaprovechados. A pesar de la importancia del personaje de Maggie en determinados momentos, creo que es un personaje desaprovechado para haber incidido algo más en los contrastes entre ambos hombres. Especialmente porque queda claro que es una mujer que les gusta a ambos. Aunque cada cual analizará cual la respeta más. Y alguna otra cuestión. Pero sobre todo es una oportunidad de ver técnicas y soluciones visuales propias de la cinematografía más ambiciosa aplicadas al formato de serie de televisión. Porque sigue habiendo diferencias entre ambos medios, por presupuestos, por planteamientos, por ritmos de producción. Y con producciones de este tipo se acortan, y los aficionados al cine disfrutamos.

Ni que decir tiene que la base en que se sostiene todo el tinglado reside en la excelente interpretación del elenco de la serie. Especialmente de los dos protagonistas. Especialmente de McConaughey que parece confirmar su giro hacia el lado luminoso del trabajo actoral, con un annus mirabilis que le ha llevado a ganar su primer óscar, por una película que espero ver en estos días, ya que está recién estrenada en la cartelera española. Con mucho retraso.

A partir de lo comentado, sinceramente, las coherencias e incoherencias del caso que persiguen durante casi 20 años los dos protagonistas me parecen pecata minuta. Pero parece que los listos de la crítica prestigiosa van por otros derroteros.

Saladas de Sástago-Bujaraloz

Así que aquí traigo hoy algunos notables paisajes de este mes de enero, a orillas del Ebro en Escatrón y en las saladas de Bujaraloz, humedales de estepa que no se pueden comparar a la región del delta del Misisipí, pero que no están mal.

El incidente (2008)

Cine

El incidente (The Happening, 2008), 2 de agosto de 2008.

Extraña sesión de cine. Por varios motivos. Primero, porque me habían dicho que la película podía ser de miedo, que en el cine actual suele querer decir de sustos. Y no me gustan. Me lo paso mal cuando me sobresalto. Segundo, porque hacía mucho tiempo que no iba al cine un sábado por la tarde. Si ya normalmente el público de Zaragoza es comilón y hablador en las salas de cine, ruidoso en una palabra; lo de los sábados puede ser insufrible. Y así fue. Tercero, porque me había propuesto NO ir a ver esta película ante la avanlancha de malas críticas. El cine de M. Night Shyamalan me produce sensaciones muy contrapuestas, habiendo películas que me han gustado, sin llegar al entusiasmo, mientras que otras me han aburrido o me han desagradado. Y no necesariamente en el mismo sentido que la mayoría del público.

Bueno, pues dos de tres. La única de las condiciones a priori que no se cumplió fue la primera. No te asustas nada. De hecho, todo el es tan plano, desde la sucesión de acontecimientos a las interpretaciones de los actores y actrices que llega un momento que te importa un rábano lo que sucede o lo que les sucede a los personajes. He leído en algún sitio que la película tiene un cierto tufillo a las películas de fantasía o ciencia ficción de la serie B de los años 50. Puede, en algunas cuestiones. Pero aquellos filmes, en su limitación de medios, tenían una mezcla de imaginación para salvar los obstáculos derivados del limitado presupuesto y de ingenuidad en los planteamientos que las hacen muy simpáticas. Aquí no hay nada.

Evidentemente, no soy tan superficial como muchos críticos o espectadores que se sienten defraudados ante la naturaleza del macguffin que provoca la situación de la película y su desenlance. Pero para ellos si no han entendido que la naturaleza del macguffin es secundaria. Lo importante es la naturaleza de las emociones que produce en los personajes y como estas se trasladan al espectador. Y la angustia que deberíamos sentir, no la sentimos. Debieramos tener miedo. Ante una muerte cuya naturaleza conocemos pronto, terrible, sin monstruos o sustos por el miedo, autoinfligida. Pero no tenemos miedo. Los cadáveres nos dejan fríos. Y el final, que hace que el argumento tenga un carácter cíclico, no nos aterra. Nos deja con la sensación de que menos mal que no tenemos que volver a aburrirnos. Que nos vamos a bebernos unas cervecitas y a olvidarnos de la cuestión.

La interpretación no puede con el planteamiento de la película. El peso principal lo lleva Mark Wahlberg, que no consigue apañar los fallos del filme. Es un actor relativamente inexpresivo; lo cual no es malo en determinados filmes, pero muy inadecuado en un largometraje que debería trasmitirnos sensaciones y sentimientos. La acompañante, la guapa Zooey Deschanel, tiene un papel mal definido. Se supone que es un personaje en crisis, especialmente en su matrimonio, pero no nos creemos nada, no nos transmite nada. Hay niña, pero esta vez no roba la película. Otros actores, como el interesante John Leguizamo, tienen un papel demasiado limitado para influir en el resultado final del filme.

En resumen, una película fallida. Técnicamente, correctamente realizada, pero que fracasa en el objetivo de transmitirnos la angustia y los miedos que debería transmitir. Un cinco y va que chuta, con otro cinco en la dirección y un seis en la interpretación.

Buena parte del filme transcurre en la campiña de Pensilvania. La foto de hoy, no pertenece a esa commonwealth norteamericana, sino a la campiña en los alrededores de Almudévar, Huesca.

Casita en la Violada

(Canon Digital Ixus 860 IS)