Hace unos días me puse a ver este estreno japonés en modo «reconvertido en serie». Es decir, cuando me voy a acostar, mientras cojo el sueño, veo un ratito de película. Y en cuatro o cinco días la he visto entera. Es un producto intrascendente, pero pensé que podría ser divertido. Obviamente, una comedia romántica. Pero con misterio. Sorprendentemente, en IMDb aparece como dirigida por DOS directores, no sé para qué tantos, Yūsuke Taki y alguien más. Luego deduces que el segundo, de nombre inglés, es simplemente el director del doblaje en inglés. Olvidémonos. Por otro lado, el lío de los títulos. En castellano ya sabemos que ponen el que les da la gana tenga o no tenga que ver… pues eso de Amor en aguas turbulentas. Eso que llaman el título internacional, es decir, el título en inglés, es In love and deep water. Pero lo curioso es que el título original en japonés también está en inglés o algo parecido, porque eso de Kuraiji Kuruzu [クレイジークルーズ], no deja de ser la transcripción fonética al idioma nipón de Crazy Cruise, es decir, Un loco crucero. Cosas del márquetin.
Un barco de cruceros vacacionales enorme sale de Japón con destino al mar Egeo… ahí es nada, para un viaje de 45 días. Toma crucero. Y en el encontramos a un empleado, el empleado ideal (Ryō Yoshizawa), que en el momento en el que el barco zarpa se topa con una pasajera no incluida en las listas (Aoi Miyazaki), que viene a advertirle de que sus respectivas parejas están liadas y les van a engañar, y hay que evitarlo… pero el crucero ha partido. Durante 45 días. Para colmo… se produce la muerte de un prestigioso y acaudalado médico en la piscina del barco. Y ellos sospechan que se trata de un asesinato. Mientras la familia del médico tiene intereses en evitar que se conozca la muerte para evitar que se haga público el testamento que los deshereda.
En fin… como veis, un enredo que mezcla el enredo romántico y el misterio detectivesco, en el que nada es lo que parece, aunque es fácil sospechar por donde van los tiros. Lo cierto es que estuve a punto de abandonarla tras los primeros quince o veinte minutos de visualización. Pero no lo hice… y resultó que hubo momentos en los que me divirtió. Los intérpretes no lo hacen mal, sin ser nada del otro mundo, y sacan adelante, hasta cierto punto, una película cuyo guion y realización hacen aguas, nunca mejor dicho ya que transcurre en alta mar, por todos lados. Es difícil decir si la película suspende o aprueba. Creo que es un aprobado más asociado a su condición de guilty pleasure que otra cosa. Así que avisados quedáis. Difícil de recomendar. Pero entre los que se arriesguen, igual a un cierto porcentaje se le queda una sonrisa tranquila en la cara después de ver la película. Es lo que hay.
Adaptación al cine en forma de producción propia de Netflix de los relatos gráficos de Víctor Santos, de quien he leído alguna cosa, aunque ninguna de la serie Polar, y que es dirigida por el sueco Jonas Åkerlund, quien fundamentalmente se ha dedicado a dirigir videoclips y documentales sobre el mundo de la música.
Nos cuenta la historia del asesino a sueldo Duncan Vizla (Mads Mikkelsen), que se va a retirar tras una lucrativa carrera, pero cuyo empleador, Blut (Matt Lucas), no quiero desembolsar la pensión de retiro, por lo que encargará a su secuaza, Vivian (Katheryn Winnick), para que movilice a sus matones y lo liquiden. Vizla se refugiará en un alejado lugar de Montana, donde conocerá a una joven, Camille (Vanessa Hudgens), que condicionará el resultado final de esta caza al hombre.
Con una estética excesiva, una historia excesiva, y unos efectos visuales excesivos para intentar trasladar el ambiente de las historietas, a pesar de contar con algún acierto en el lado del reparto, esta historia no ha llegado a interesarme en ningún momento realmente, poniendo duramente a prueba mi «suspensión temporal de la incredulidad», y con un guion predecible y no especialmente dinámico. No especialmente recomendable.
Para ilustrar esta entrada, y puesto que la película más interesante es la dedicada a la adolescencia nipona, imágenes de esta durante nuestra visita a Itsukushima… pero nunca tan oscuras como las que nos muestra la película.
Bajo el título internacional de River’s Edge, el título original no deja de ser la transcripción en kanas japoneses de este mismo título en inglés, nos llega a través de Netflix la distribución internacional de la última película del japonés Isao Yukisada, de quien no creo haber visto ninguna película previa. Fue presentada en la Berlinale del año pasado con cierto éxito y, aunque no tiene una elevada valoración en el público votante de sitios como IMDb, venía avalada por una diversidad de críticas bastante positivas. A mí, tal y como la presentaba la plataforma de vídeo bajo demanda, literalmente como «película juvenil», y pareciendo una película de institutos japoneses, no me atraía demasiado. Pero alguien me dio un toque para que le prestase atención.
La película, rodada en un «anticuado» 4:3, va siguiendo las desventuras de un grupo de seis adolescentes en los años 90 del siglo XX, en algún suburbio de una ciudad japonesa, probablemente Tokio o alguna otra de su área metropolitana. En un momento dado hacen una referencia y se filman algunas escenas en el acuario de Hakkeijima, que se encuentra en Yokohama… así que por ahí van los tiros. Los dos personajes más protagonistas, dentro del tono de película coral, son Haruna Wakasuka (Fumi Nikaidō), una joven vivaz y despierta pero algo confusa en la vida, y un joven gay, Ichiro Yamada (Ryō Yoshizawa), que recibe con frecuencia abusos de otros chicos del instituto. Haruna sale con un chico, uno de los abusones, Kannonzaki (Shūhei Uesugi), que a su vez mantiene relaciones sexuales esporádicas con Rumi (Shiori Doi), una amiga de Haruna, que se nos presenta como bastante promiscua. Completan el cuadro Kanna (Aoi Morikawa), la chica enamorada de Ichiro, con quien sale, porque a este le sirve de tapadera de su homosexualidad, y Kozue Yoshikawa (Sumire), una joven modelo, que padece algún que otro trastorno de la alimentación y a la que le gustaría ser algo más que amiga de Haruna.
Lejos de la habitual ñoñería melíflua de algunos dramas de instituto japoneses, que perpetúan con frecuencia una serie de estereotipos y roles, especialmente la chica tontita, pero buena gente y muy mona, que se enamora del chico arisco y altivo, muy inteligente y que todas pretenden, y donde todos llevan inmaculados uniformes mientras cursan su bachillerato preparatorio, aquí nos encontramos con un grupo de adolescentes en estado de desorientación vital permanente. Nada de uniformes, ropa de calle, normalita y corriente; vaqueros, sudaderas, suéters, camisetas,… Un paisaje feote, de urbanizaciones de colmenas de hormigón. Un río alrededor del cual pasan cosas y que desagua las aguas de las feas y humeantes industrias cercanas, y un misterioso cadáver abandonado completan el paisaje de la película. No hay maniqueísmos, ni héroes. Todos los chicos y chicas tienen sus debilidades, pero también despuntan sus cualidades.
Una realización descarnada. Escenas de violencia y sexo muy directas. Una visión inicial y superficial diría que estas son algo gratuitas, y destinadas a la explotación sexual del físico de algunas de las protagonistas. Pero en realidad, compruebas que también tienen un ritmo y, sin palabras, nos aportan información sobre cómo son las relaciones entre los jóvenes, y especialmente sus vulnerabilidades. El formato casi cuadrado de los fotogramas colabora en la sensación de opresión y ahogo.
No hay complacencias, ni happy ends en esta película. Que en realidad no tiene una conclusión definida salvo para alguno de sus protagonistas, ya que la vida de todos los demás continuará. Sin muchas esperanzas. Una visión del Japón de los años 90 amenazado por algunos actos terroristas, por la crisis financiera asiática, por problemas medioambientales y urbanísticos, que curiosamente tienen eco en lo que ha ido sucediendo en el mundo en las décadas siguientes, lo que hace que esta película, cuya acción está situada 20 años o más atrás en el tiempo, sea plenamente actual y válida para cualquier país del mundo. A mí me parece bastante, bastante recomendable.