Llegamos al final de 2024. Un año… que, en lo que se refiere a viajes, no ha estado mal. Ya el 2023 marcó una recuperación muy clara a los niveles anteriores al nefasto 2020. Y comienza el repaso de fin de año, fundamentalmente un repaso fotográfico, que es lo que me apetece, como de costumbre desde hace ya un buen montón de años en este Cuaderno de ruta. En mi carpeta con fotografías de viaje he registrado dieciocho subcarpetas, es decir, dieciocho viajes de mayor o menor duración. Van desde la excursión en el día a algún pueblo aragonés, incluso de la propia provincia de Zaragoza, en cuya capital vivo, hasta algún viaje intercontinental saltando al otro extremo del continente euroasiático durante una o dos semanas. Así que mi concepto de lo que es viajar con la cámara al hombro es muy amplio. Así que sin más, vamos con el repaso. Con fotos.
Tercera y úlima entrega de fotografías realizadas con película fotográfica tradicional durante la escapada a Sigüenza el primer viernes de este mes de septiembre que ya termina. Hoy vamos con el segundo de los rollos de película negativa en color que expuse. Usé dos rollos de película en color, de dos tipos distintos. En estas escapadas aprovecha para ir consumiendo los restos que me quedan por la nevera, siempre que sean acordes a lo que busco.
En cualquier caso, aquí no me voy a extender sobre las cuestiones técnicas que acompañan a estas fotografías. Aunque aquellos que estén interesados en estas cuestiones, especialmente los aficionados a la película tradicional y a las cámaras de hace unas décadas, seguro que les interesará saber algo más sobre cómo están hechas las fotografías, que no tiene mucho misterio, pero alguna curiosidad hay. Lo explico en una publicación de Carlos en plata, como vengo haciendo habitualmente.
Segunda entrega de fotografías realizadas con película fotográfica tradicional durante la escapada a Sigüenza hace un poco más de dos semanas. Hoy vamos con el primero de los rollos de película negativa en color que expuse. Usé dos rollos de película en color, de dos tipos distintos. En estas escapadas aprovecha para ir consumiendo los restos que me quedan por la nevera, siempre que sean acordes a lo que busco.
En cualquier caso, aquí no me voy a extender sobre las cuestiones técnicas que acompañan a estas fotografías. Aunque aquellos que estén interesados en estas cuestiones, especialmente los aficionados a la película tradicional y a las cámaras de hace unas décadas, seguro que les interesará saber algo más sobre cómo están hechas las fotografías, que no tiene mucho misterio, pero alguna curiosidad hay. Lo explico en una publicación de Carlos en plata, como vengo haciendo habitualmente.
Terminados los recorridos fotográficos con película fotográfica tradicional por el norte de Alemania, voy con los de la escapada a Sigüenza hace un par de semanas. El primero de ellos con película en blanco y negro. Y como fui usando una cámara de medio fotograma, a pesar de que por razones que no vienen al caso perdí una parte del rollo, saqué 62 fotografías con un solo carrete. Había donde escoger. Podría haber llegado a 72, sin los incidentes que me hicieron perder un trozo de película.
En cualquier caso, aquí no me voy a extender sobre las cuestiones técnicas que acompañan a estas fotografías. Aunque aquellos que estén interesados en estas cuestiones, especialmente los aficionados a la película tradicional y a las cámaras de hacer unas décadas, seguro que les interesará saber la forma en que utilicé la cámara para exponer estas fotografías, que no fue la que muchos pensarían. Lo explico en una publicación de Carlos en plata, como vengo haciendo habitualmente.
En estos últimos años, en los que la gente que ya tiene unos años empieza a tomarse el trabajo con más relajo, tenemos una serie de fechas, más o menos fijas en el calendario, en las que un grupo de amigos quedamos para hacer un viaje en el día a alguna población accesible por transporte público, preferentemente el tren, desde Zaragoza. El tren… no porque sea rápido y eficaz… quitando la alta velocidad, pensada para que la gente de provincias vaya a Madrid, el resto de la red es una calamidad. Pero bueno, es un medio de transporte en el que es fácil conversar y convivir. Mejor que los autobuses o el coche particular.
Sobre lo del tren… La línea de ancho ibérico que una Zaragoza con Madrid, línea principal antes de la entrada en funcionamiento de la línea de alta velocidad, tiene una densidad de tráfico bajísima. No tendría que haber problemas para que los trenes mantuviesen sus horarios de marcha. Sin embargo, en mis últimas experiencias en la misma, siempre cogen cinco o más minutos de retraso. Ayer, el tren de ida, que venía de Lérida, lo cogí en Miraflores más o menos en hora. Pero llegó a Sigüenza, nuestro destino, con veinte minutos de retraso. El tren de vuelta, que venía de Madrid-Chamartín, llegó a la población castellana con siete minutos de retraso. Por lo menos no cogió más. Mantuvo el retraso hasta Miraflores, donde me bajé. Lo peor es que en los últimos tiempos también es habitual que los trenes de alta velocidad lleven cinco o más minutos de retraso. Los cuatro últimos que he cogido llegaron a destino con entre cinco y veinte minutos de retraso. ¡Qué tiempos cuando Renfe se comprometía a devolverte el dinero del billete si el AVE llegaba con más de cinco minutos de retraso! Y soy consciente que hacían trampa, porque los tiempos de marcha programados eran muy holgados, por lo que les resultaba fácil recuperar los posibles retrasos. Ni me voy a molestar en sorprenderme que el viaje dure casi tres horas.
Pero vamos a lo sustancial, el destino, Sigüenza, en la provincia de Guadalajara. Es la tercera vez que la visito. La primera fue una experiencia desagradable. Verano. Estábamos de paso, después de llevar en el coche a un familiar a coger un avión en Barajas. Decidimos parar a visitar la ciudad medieval. Era verano. 35 ºC a la sombra. Íbamos decentemente vestidos con unos polos de manga carta y unas bermudas muy apañaditas. Lo propio de la época. En algún momento de 1996 o 1997. No nos dejaron entrar en la catedral porque no íbamos «decentemente» vestidos. Algo así me paso la primera vez que pretendí visitar la catedral de Toledo. Un absurdo absoluto, «digno» de unos clérigos que no es que no esté en el siglo XXI. Es que se han quedado en los tiempos de Torquemada. Nos fuimos inmediatamente, cambiamos la intención de visitar la ciudad y comer en algún restaurante de la misma, por otro destino. La segunda fue mejor, en 2007, de regreso de conocer el tren de Arganda. Qué sorpresa que el sitio web, Trenes de ayer y hoy, que hice para hablar de ferrocarriles históricos todavía esté en pie. Pensaba que habría desaparecido. Entonces sí que pudimos visitar la catedral. Pero no vimos mucho más, aparte de subir a tomar algo al castillo-parador nacional.
En esta ocasión, todo ha sido todavía mejor. Y aquí os muestro algunas fotografías de las realizadas ayer, con una pequeña cámara digital. El tiempo fue excelente. Fresco para la época, no pasó de 24 o 25 ºC. Pero despejado, con la atmósfera limpia, y algunas nubes algodonosas en el cielo. Muy tranquilo. Pensaba que habría más visitantes. Pero no. Muy poquitos. La ciudad merece más atención. Pero quizá el hecho de que haya que ir de propio, o hay que desviarse, la penaliza. Supongo que los fines de semana sí que estará muy animada. Recorrimos a conciencia el centro histórico medieval. Y en las casi seis horas que estuvimos nos dio para visitarlo de forma relajada, tomándonos nuestro tiempo para comer y para hacer alguna parada para tomar algún café o cerveza. Muy bien. Un lugar muy recomendable. Una bonita excursión en el día desde Zaragoza. A pesar de que pasas tanto tiempo en los trenes, como visitando la ciudad. Es lo que hay con los transportes públicos en este país. Salvo si vas a Madrid por la alta velocidad, con los potenciales costes asociados, son cutres.