En este último viaje que he realizado a Nueva York, no me ha dado mucho tiempo a leer en tiempos muertos. Los tiempos muertos han sido escasos pese a la duración de los viajes en avión, y a la hora de acostarse estábamos demasiado cansados para dedicarnos a leer un rato. No obstante, en el viaje de vuelta me dio tiempo a leer un libro pequeñito de la editorial eCicero, especializada en libros pequeñitos con artículos periodísticos que también podéis conseguir en versión electrónica.
Un día en la vida de un gángster
Meyer Berger; traducción de Daniel Gascón
eCícero; Huesca, 2013

Las imágenes de mi viaje a Nueva York acompañan perfectamente esta reseña, como esta del «Grand Hotel» en Bowery. En este viaje, además de mis habituales digitales, me ha acompañado una antigua viajera, la Olympus Mju-II. Una de las mejores compactas que he conocido, metiendo en el mismo saco tanto las tradicionales de película como las digitales, me la he llevado con blanco y negro de sensibilidad media, Ilford FP4 Plus de 125/22º ISO, aprovechando que tiene un luminoso objetivo 35/2,8.
Estamos ante un artículo que escribió Meyer Berger para el número de octubre de 1932 de Harper’s Magazine, en el que nos cuenta literalmente lo que nos dice en el título. La auténtica vida cotidiana de un gángster irlandés de las mafias neoyorquinas. Desde que se levanta hasta el ocaso, y vinculando al final ese ocaso de cada día, con el probable ocaso del gángster. De cualquier capo de los gángsters.
Hay una serie de cosas que nos llaman la atención. Una, que la representación que las obras de ficción, novela, cine, televisión, nos ha mostrado de ese ambiente tiene elementos de realidad. Los «bobos», las amantes coristas, los tiroteos, la rivalidad entre las bandas, las emboscadas, los jóvenes trepas, la importancia de la familia,… Pero por otro lado, que la vida de un capo de la mafia estaba dominada por la rutina de oficina, como el gerente de cualquier negocio, como el director general de cualquier empresa. Unas cuantas horas de oficina y trabajo, recibiendo clientes, proveedores, tomando decisiones sobre el rumbo del negocio, etcétera. Finalmente, lo que preside todo el artículo es el fatalismo sobre el destino del capo. Tarde o temprano caerá muerto en una emboscada y tendrá un bonito funeral. Una inevitabilidad que domina, condiciona y, probablemente, arruina, la vida de quien ha alcanzado el poder a un alto precio de sangre.

Una de las vistas tradicionales de Nueva York es el Lower Manhattan visto desde el Empire State. Y en una mañana de sol inclemente y con la atmósfera no especialmente transparente, pocas imágenes digitales clínicamente limpias dirían más que una clásica con película en blanco y negro.
No dudo en absoluto de la realidad de lo que se nos cuenta. Berger fue ganador del Pulitzer y columnista habitual de The New York Times; el título de la columna, About New York. Se caracterizó por su rigor, por su capacidad por contrastar en primera persona el conocimiento sobre sus reportajes, a prueba de fallos. Y os puedo asegurar que he encontrado la lectura de este extenso artículo, pero que se lee en un momento, absolutamente fascinante. Totalmente recomendable. Se puede comprar en forma de libro de papel y también como libro electrónico.

Apoyada sobre una barandilla y utilizando el autodisparador para evitar trepidaciones, se atreve sin problemas con el amplio vestíbulo de Grand Central Station.

Aquí, en duelo con una cámara de gran formato y movimientos para corregir convergentes, pero también para película tradicional, ante el edificio de las Naciones Unidas como objeto de interés.

Gracias al luminoso objetivo, también se atreve con interiores iluminados, como la gran sala del Met donde me encuentro con una de mis esculturas favoritas, «Los burgueses de Calais» de Auguste Rodin.