Cuando hace unos años leí Almas grises de Philippe Claudel, me hice el firme propósito de volver a visitar la obra de este escritor francés. Aquel libro, que es muy recomendable en general, pero especialmente en estos tiempos en los que se conmemora los tiempos de la Gran Guerra, me impresionó notablemente. Lo considero de lo mejor que he leído en los últimos tiempos, especialmente de lo que procede de nuestros vecinos franceses. Y por fin ha llegado el momento de volver a visitar al autor galo. Con esta novela corta que os presento a continuación. Corta, pero intensa. Y llena de emoción.
La nieta del señor Linh
Philippe Claudel; traducción de José Antonio Soriano
Ediciones Salamandra, 2011
Edición electrónica
El señor Linh es un anciano exiliado, que tras una larga y dura travesía en barco, procedente de algún lugar de extremo oriente, llega junto con su pequeña nieta, un bebé tranquilo y conformado, a quien cuida con esmero y que nunca llora, a una gran ciudad de algún país occidental. Recogido en un lugar para refugiados, carece de amigos, y desconoce el idioma. Sólo algunas empleadas del lugar le animan a salir a pasear. En un parque cercano, conocerá a un señor local, ya mayor, viudo con el que comenzará una extraña amistad. Ambos se hablan y se cuentan sus problemas y sus sentimiento, aunque ninguno conoce el idioma del otro. Pero la amistad terminará cuando encuentren un alojamiento definitivo para Linh en una residencia lejos de aquel parque.

Salvo por la ausencia de puerto, quien sabe si podría ser París la ciudad inhumana y extraña para el señor Linh.
Los temas que nos pone Claudel encima de la mesa son varios, interrelacionados y graves para la persona. La soledad. La incomunicación. El desarraigo. El exilio. La violencia sufrida. La pérdida del ser querido. El abandono. La deshumanización de los servicios sociales, a al menos la estandarización, la despersonalización. La amistad. Todos ellos en una obra pequeña de extensión, pero muy profunda de contenido. Podría haber leído el original en francés. Quizá debiera haberlo hecho. Pero se me puso a tiro la versión traducida. Muy bien traducida, muy buen traspuesta al idioma castellano. Y mantiene esa profundidad.
En determinados momentos, el desenlace de esta historia mínima pero intensa se hace previsible. O está planificada la obra para que sea previsible. Porque poco a poco, al lector se le abren los ojos sobre la realidad del serñor Linh, sobre su pasado, su presente y su futuro. O su ausencia de futuro. Necesariamente, la sensación de tristeza se apodera cuando el lector comprende. Una tristeza sana porque acarrea reflexión. Porque procede de la comprensión.
No lo dudéis. Merece la pena leer esta pequeña obra maestra. Las buenas esencias, nos decían, se guardan en frasco pequeño. Y no os llevará mucho tiempo. Aunque corréis el riesgo de que vuestra siguiente lectura, sencillamente os parezca banal.

Un París gris y frío, frente a las luminosas y cálidas tierras del señor Linh…