[Televisión] Cosas de series; la chica se va a la mili

Televisión

En medio del medio parón debido a las festividades norteamericanas en las que dan gracias a algún dios porque comenzó el exterminio sistemático de nativos norteamericanos y de pavos, y sin grandes novedades que destacar en lo que se refiere a las series que llevo en cartelera, me dedico esta semana pasada a recuperar una miniserie, que puede ser la primera temporada de una serie con continuidad futura, de la televisión inglesa.

Se trata de Our Girl. Esta serie comenzó siendo un telefilme en el año 2013 de hora y media de duración, que a mi me pasó totalmente desapercibido. Y dado el éxito del telefilme, le dieron la oportunidad de desarrollar un poco más la historia con una serie de cinco episodios más de una hora de duración, que se emitió en este otoño. En un principio no me interesó, las aventuras y desventuras de una chica en el ejército británico no me llamaban la atención. Pero un par de reseñas que hablaban de aspectos interesantes me hizo recuperarla, y con la circunstancias  que he comentado al principio de esta entrada, verla casi de tirón.

Carlos Carreter

Mucho Londres en la serie,… no las partes monas, como Westminster, en la foto; más bien el East End, en el muy racialmente diverso Newham.

 

En principio, el telefilme inicial tenía un tono social. Molly Dawes (Lacey Turner), una «choni» del East End londinense que acaba de cumplir los 18 años, con una familia que si no es completamente disfuncional se esfuerzan por ello, en un entorno de diversidad social mal asumida, sobretodo debido a la inmigración, que ha terminado el instituto sin perspectivas de seguir estudiando, y por lo tanto entrando en una espiral de empleos basura,… Y en estas está en medio de una crisis absoluta cuando decide entrar a preguntar a una oficina de reclutamiento de las fuerzas armadas británicas. Y contra todo pronóstico, entra en el centro de instrucción donde se lo curra para intentar pasar el período de entrenamiento y formar parte de la clase de tropa de la sanidad militar británica. Como telefilme, me parece que tiene elementos interesantes en su planteamiento, aunque progresivamente se va convirtiendo poco menos que un programa propagandístico de las fuerzas armadas de la «Perfida Albión«. En condiciones normales, llega un momento en el filme en el que hubiera apagado la tele… salvo que hay algo que la sujeta y es el personaje central y la soltura con que lo interpreta su protagonista. La peliculilla está bien realizada, los ingleses tienen oficio para estas cosas, pero fundamentalmente sigues adelante porque la chica es un encanto, te cae bien y empatizas con el personaje lo suficiente para saber qué va a ser de ella. Aunque es ampliamente previsible.

Carlos Carreter

También muchos soldaditos, claro está, aunque no los pijos de la Home Guard y similares que sirven para entretenimiento de turistas en Whitehall o Buckingham Palace.

 

La serie lo que hace es darnos a conocer sus aventuras ya como soldado del cuerpo de sanidad militar, encuadrada en una compañía en servicio en Afganistán. Nuevamente nos encontramos con una situación de partida interesante, con mucho potencial. Nuevamente adquiere una deriva que hace que pierda interés por momentos. Nuevamente si sigues adelante es por la empatía de Molly/Lacey que hace que te apetezca saber qué va a ser de ella. Porque donde desde mi punto de vista la «cagan» en esta ocasión es montando un tríangulo amoroso en el que los dos catetos que se pelean por la hipotenusa protagonista son un soldado compañero de la chica y el apuesto capitán al mando. Está claro que el soldado no tiene nada que hacer, está algo venado (desaprovechado Iwan Rheon, a quien recordamos de su inquietante papel en Game of Thrones). Por lo tanto, a pesar de la buena factura técnica, esta serie rodada a caballo entre el Reino UnidoSudáfrica se convierte en algo muy parecido a un guilty pleasure, esos placeres culpables que combinan elementos positivos con otros infumables, pero que acabas viendo irremediablemente. Al público votante en IMDb le ha encantado. ¿Una mayoría de «marujitas» encantadas con el pitagórico romance? La crítica está más dividida, un poco conflictuada entre los elementos que he mencionado, la potencialidad de la historia y la banalidad de su desarrollo. Y parece relativamente probable que pueda haber una segunda temporada. Las líneas argumentales principales han quedado razonablemente resueltas, pero hay margen para retomar la historia. Si vuelve… ya veré lo que hago. Soy débil con los guilty pleasures; tengo varios en cartelera… 

Nota idiomática: Cuando en la versión original, en el ambiente militar se usa la palabra medic, nunca hay que traducirlo como «médico» (en inglés doctorphysician). La traducción más correcta sería la de «soldado de sanidad» o «sanitario» por hacerlo más breve. El error es muy común, demasiado común; lo he visto en doblajes de muchas películas cuyo idioma original es el inglés. En muchos sitios en castellano he visto que decía que la chica de dieciocho se convertía en «médico» del ejército tras una instrucción específica de seis meses. Una tontería como una piano de grande.

Bath

Y también una visita a la coqueta ciudad de Bath, de donde es originario uno de los «catetos» del triángulo amoroso de la serie; el apuesto capitán. Mucho más pijo que el East End de la protagonista o la galesa Newport del otro «cateto».

 

[Fotografía] Una réflex ligera, un objetivo luminoso y película blanco y negro de sensibilidad media/baja – Probando la Fujifilm Neopan 100 Across y cambiando hábitos con la Ilford FP4 Plus 125, con una Pentax MX – Fotografía y otras artes visuales

Fotografía

Una réflex ligera, un objetivo luminoso y película blanco y negro de sensibilidad media/baja – Probando la Fujifilm Neopan 100 Across y cambiando hábitos con la Ilford FP4 Plus 125, con una Pentax MX – Fotografía y otras artes visuales.

Ya me van quedando pocos artículos que pasar de http://medium.com/@CarlosCarreter a http://carloscarreter.es, pero todavía quedan algunos. Hoy comentando unos carretes de sensibilidad media baja en blanco y negro que hice en enero de este año.

[Libro] Sueño

Literatura

Asistí hace unas semanas, un sábado al mediodía a la hora del aperitivo, a la celebración con tertulia del décimo aniversario de Los Libros del Zorro Rojo en la librería Cálamo. Esta es una pequeña editorial, a caballo entre Buenos AiresBarcelona, especializada en libros ilustrados. No historietas o novelas gráficas, sino libros con una historia en prosa o poéica que se ve acompañada del trabajo de un ilustrador. Me interesó conocer algo más de este concepto de libros que siempre me han atraído, aunque no tengo muchos, y me pasé. Hubo una pequeña tertulia antes de tomar los aperitivos y permitir las charlas informales, en la que participaron Fernando García, dos ilustradores Elisa Arguile, José Luis Cano y un representante de la editorial, Samuel Alonso. Aunque breve, se pusieron sobre la mesa ideas interesantes sobre el libro ilustrado, a favor y en contra. Más sobre ellas cuando comente el libro que nos ocupa.

El caso es que al final de la tertulia y del breve aperitivo, decidí llevarme uno de los libros de la editorial, optando por un relato corto de Haruki Murakami, ilustrado por Kat Menschik. Para quienes me sigan con cierta asiduidad, no hará falta recordarles que el escritor japonés es uno de mis favoritos en la actualidad. Así que no podía dejar escapar la oportunidad. Aunque hay otro libro del mismo autor y editorial que también me atraía. Para Navidad.

Sueño
Haruki Murakami, relato; Kat Menschik, ilustraciones; Lourdes Porta, traducción
Libros del Zorro Rojo, 2013
Edición en tapa dura

Invitados a la tertulia previa al sencillo aperitivo de celebración del aniversario de los Libros del Zorro Rojo en la librería Cálamo.

Invitados a la tertulia previa al sencillo aperitivo de celebración del aniversario de los Libros del Zorro Rojo en la librería Cálamo.

La protagonista de esta corta historia, seis capítulos leídos en seis noches consecutivas antes de conciliar el sueño, me pareció lo oportuno, es una mujer joven, en el Japón actual en el momento en que se escribió la historia, ama de casa, casada con un dentista que pasa buena parte del día trabajando, y con un niño del que se ocupa con la atención que se espera de una madre. Una familia a la que quiere, pero por la que no siente una pasión desbordante. Una mujer que se ve a sí mismo todavía atractiva, pero atrapada en una rutina sin fin y sin muchos alicientes. Siendo estudiante en la universidad, pasó por un periodo de tres semanas de insomnio, que le afectaron mucho física y psicológicamente. Ahora, cerca de cumplir los treinta años, en una extraña noche, con sombras que acechan en su dormitorio, vuelve a perder el sueño. Pero al contrario que en la ocasión anterior, se siente más viva que nunca. Comienza a leer impulsivamente, en principio Ana Karénina, luego otras obras, durante toda la noche y buena parte del día. Comienza a recorrer la ciudad en coche por las noches. Se ocupa de su familia en lo justo y preciso, pero desarrolla toda una actividad paralela de la que su marido y su hijo nada saben. Se siente fuerte, vital,… a pesar de la ausencia absoluta de horas de sueño. Lo único que percibe es que todo esto habrá de terminar de algún modo.

Murakami nos traslada de nuevo, aunque sea por breves páginas, a un mundo en el límite entre la realidad de lo cotidiano y el reino de lo fantástico, o incluso de lo onírico. Aunque tradicionalmente los héroes de las historias del escritor nipón son hombres, en esta ocasión sitúa en el centro del conflicto a una mujer. Una mujer que sufre de muchas de las características de los protagonistas de Murakami. Un vacío o una levedad en la existencia, un distanciamiento de los sentimientos más apasionados, un hartazgo de las rutinas cotidianas. Y eso lleva a un flirteo con las conductas alternativas, incluso peligrosas, como un modo de salpimentar la existencia personal.

La noche se abate sobre las calle más tradicionales de Gion, en Kioto. Sería la hora de dormir y los sueños, pero no para la protagonista del relato.

La noche se abate sobre las calle más tradicionales de Gion, en Kioto. Sería la hora de dormir y los sueños, pero no para la protagonista del relato.

Uno de los argumentos recurrentes en el coloquio con el que comenzaba esta entrada era sobre la conveniencia o no de ilustrar una obra que en principio no ha estado concebida para ser ilustrada. Entre los propios ilustradores presentes, parecía que la opinión predominante es que hay que reservar la ilustración para obras concebidas de este modo desde un principio, y de este modo dotarlas de una coherencia interna adecuada. Sin embargo, la obra literaria pura supone la capacidad del lector de sumergirse en el universo de la narración, y representarlo mediante su imaginación, ilustrarlo con su mente. Una ilustración actuaría restringiendo la libertad del lector para imaginar, al presentarle unas imágenes definitorias del mundo conceptualmente creado con las palabras. No lo sé.  No me ha pasado nunca. Aunque no muchos tengo varios libros en el que la narración se acompaña de alguna ilustración, o incluso en alguna colección, de fotografías. Sin embargo, nunca me ha pasado que esas imágenes sustituyan las que yo creo en mi propia imaginación. De alguna forma, las complementan o incluso las enriquecen. En el caso en que nos ocupan, mi imaginación me presenta fácilmente el mundo cotidiano de la protagonista. Le puedo poner cara, puedo visualizar su dormitorio, su casa, la piscina donde se ejercita, incluso el interior del viejo utilitario con el que recorre la ciudad por la noche. Puedo imaginar sin problemas, a mi modo, las sombras que acechan en la noche, y que dan comienzo a su periodo insomne. Pero la ilustración de Kat Menschik me aporta una dimensión extra. No siendo ilustraciones de carácter realista, sino que de alguna forma tienen una aire onírico, como procedentes de esas ensoñaciones que la protagonista ha dejado de generar, me trasladan a una interpretación de la realidad que yo imagino como si la protagonista viviera una ensoñación en sí misma. Considero un acierto la combinación de relato e ilustraciones, incluso si el primero no fue concebido en primera instancia para ser ilustrado.

Con un final abierto a la imaginación del lector, elemento muy importante en las obras de Murakami, es también un final inquietante, casi en el reino del terror, de una forma más efectiva que las obras adscritas formalmente a ese género. En cualquier caso, es un libro que se puede leer en un rato, aunque recomiendo una lectura pausada. Empapándote de las vivencias de la protagonista. Y en cualquier caso, un libro bastante recomendable en sí mismo.

Murakami utiliza a su favor como siempre la riqueza imaginativa de las mitologías tradicionales nipones, llenas de dioses y espíritus que ocasionalmente interfieren en los asuntos de los humanso; incluso si no lo presenta exactamente así, sus propuestas tienen una influencia clara de este origen.

Murakami utiliza a su favor como siempre la riqueza imaginativa de las mitologías tradicionales nipones, llenas de dioses y espíritus que ocasionalmente interfieren en los asuntos de los humanso; incluso si no lo presenta exactamente así, sus propuestas tienen una influencia clara de este origen.

[Fotografía] Curso de iniciación al vídeo con DSLR con Fotógraf@s en Zaragoza (FeZ) – Fotografía y otras artes visuales

Fotografía

Curso de iniciación al vídeo con DSLR con Fotógraf@s en Zaragoza (FeZ) – Fotografía y otras artes visuales.

Pues sí. En dos sábados, el 14 y el 22 de noviembre, algunos de los «sospechosos habituales de Fotógraf@s en Zaragoza (FeZ) (Flickr) (Facebook) hemos hecho un taller de iniciación al vídeo con la cámara de fotos. No puedo presentar todavía un vídeo realizado por mí mismo, pero si un repaso a lo que hicimos en el taller. Me quedaron claras dos cosas:

En el lado positivo, las posibilidades son en la práctica infinitas, y

En el lado negativo, me exige cambiar mi mentalidad. En fotografía, me gusta dedicar tiempo a la toma de imágenes y luego ir rápido en el procesado, perder poco tiempo ante el ordenador. Pero la postproducción de vídeo es evidente que lleva tiempo. Especialmente cuando tiene mucho que aprender.