Antoine de Saint-Exupéry es fundamentalmente conocido por Le Petit Prince (El Principito). Una obra que, llegado un momento dado, se ha convertido casi en un cliché, desvirtuándose sus líneas, sus párrafos, sus dibujos, por el abuso en contextos en los que pueden ser adecuados… o no,… son comprendidos sus mensajes… o no. Sin embargo, escribió más cosas, muy relacionadas con sus experiencias en el mundo de la aviación. Fue piloto, de hecho murió durante la guerra mundial en un misión pilotando un avión americano, y también gestor de las pioneras empresas de aviación que surgieron en los años 20. De aquí surgió esta novela corta que comento hoy.
Vol de nuit
Antoine de Saint-Exupéry
Editions Gallimard, 2010
Edición electrónica

Dedicaremos las fotos de hoy a la aviación. Si en el encabezamiento tenemos una vista del aeropuerto de Budapest a mi llegada en 2010, aquí tenemos el museo del transporte de la capital húngara en 1997.
La he leído en versión original en francés. Se puede encontrar una versión traducida al castellano como «Vuelo nocturno», que en ocasiones aparece en colecciones destinadas a adolescentes. No entiendo muy bien. Me parece muy bien que los jóvenes los lean, pero es un relato bastante adulto, que invita a reflexiones éticas. Porque lo que nos cuenta Saint-Exupéry son los acontecimientos de una noche en el conjunto de personas que conforman una empresa de aviación postal pionera en Argentina en los años 20 del siglo XX. Nos encontraremos a un joven piloto que ha de enfrentar el vuelo nocturno atravesando Argentina en una noche en la que una tormenta hace profundamente indecisa su llegada con bien a destino. Nos encontraremos al piloto que espera ansioso la llegada de los aviones postales de todo el cono sur antes de recoger el correo que habrá de llevar a Europa. Nos encontraremos a las jóvenes esposas, algunas recién casadas, de los pilotos, que esperan ansiosas el retorno de sus maridos. Un retorno que, en ocasiones, no se producirá. Y nos encontramos al patrón. El director de la empresa, que debe mostrar firmeza en las decisiones, que debe asumir los riesgos, que a veces parecerá inhumano ante sus pilotos y otros empleados.

En la entrada a otro museo del transporte, en Berlín, tenemos un homenaje también a la aviación. A los aparatos y pilotos que volaron en el puente aéreo durante el bloqueo soviético a la actual capital alemana en 1948 y 1949.
Dada la aureola de héroe romántico de la que siempre se ha visto rodeado Saint-Exupéry, hay tendencia en identificar al joven piloto que afronta la tormenta con una premonición del destino del autor, muerto en su avión en 1944 en un misión de reconocimiento en la guerra. Sin embargo, no es así. El alter ego del autor es el director de la empresa. Es el tipo antipático que tiene que tomar las decisiones difíciles. Como dice en un momento dado, quien tiene que ser duro con sus empleados precisamente porque los quiere. Y por el futuro de una aviación comercial en sus balbuceos.
Aunque menos conocido en nuestro país que Le Petit Prince, esta novela corta tuvo un gran éxito en su momento en todo el mundo. Emotiva, reflexiva, ética, a veces poética, nos sumerge en un mundo con un halo romántico efectivamente, pero sin dejar de poner los pies en el suelo de lo que nos está contando. A mí me ha gustado mucho, y la recomiendo. No es necesario ser un «aerotrastornado» para disfrutarla, ni mucho menos.

Para finalizar, el aterrizaje en septiembre de 2013 en el aeropuerto JFK de Nueva York, con el perfil de Manhattan en el horizonte.