Hace unas semanas escribía mi reseña sobre uno de los libros de ciencia ficción más comentados y leídos en los últimos tiempos, ese problema de los tres cuerpos del chino Liu Cixin (nombre siguiendo la convención asiática, con el apellido en primer lugar).
Encuadrada dentro de la ciencia ficción dura, es decir aquella que se basa en el conocimiento científico establecido o en especulaciones plausibles de desarrollos futuros o alternativos de la ciencia o la tecnología. Para aquellos menos acostumbrados a estos términos, pondré dos ejemplos populares.
Star Wars sería ciencia ficción blanda. = directamente fantasía, olvidándonos del término ciencia. Se pasa las leyes de la física por el forro de la entrepierna e introduce en su trama elementos místicos más propios del ámbito religioso que del científico. Ya sabéis May the force… etc etc etc.
Veinte mil leguas de viaje submarino sería ciencia ficción dura. Se basaba en especulaciones plausibles sobre el desarrollo de barcos con capacidad de sumergirse durante amplios periodos de tiempo y capaces de recorrer el mundo. Cosa que no sucedía cuando se escribió, pero que sucede hoy.

Si con el volumen anterior visitábamos Hong Kong, con este será la otra ciudad china que conozco; Macao. Aunque no sean representativas del conjunto del país por su pasado reciente colonial.
Cuando la ciencia ficción, con mayor o menor grado de dureza, se trata con seriedad, es de buena calidad, suele reflexionar sobre aspectos importantes de la naturaleza del ser humano o de las sociedades humanas. Incluso si sus protagonistas son seres artificiales o alienígenas. Que quede claro. Si el cuento de Caperucita Roja y el Lobo feroz, no va de lobos realmente, pues las buenas historias de robots y de aliens no van de robots o aliens. Van de nosotros. La especie humana.
La predecesora de la novela que comento hoy, si bien tenía elementos argumentales muy interesantes, no dejaba clara cuál era su tesis de fondo. ¿Las nefastas consecuencias que un movimiento fanático como la revolución cultural pueden causar? ¿El problema del contacto con otras civilizaciones alienígenas? O si nos ponemos más pegados al suelo, ¿el problema del contacto entre civilizaciones con distino tipo de desarrollo social o tecnológico?
Su continuación, el libro que nos ocupa hoy presenta algunas paradojas. Pierde la originalidad de algunos de sus planteamientos, pero es mucho más clara en las cuestiones sobre las que quiere reflexionar. Y si el desarrollo de su argumento, qué pasa después de que la humanidad es consciente de que dentro de 400 años va a tener que afrontar la invasión de una civilización más adelantada tecnológicamente, no tiene elementos globalmente tan originales, sí que tiene elementos muy inspirados. Y otros menos. La batalla contra la sonda me parece que tiene algún elemente en su planteamiento bastante ridículo. La batalla de la Oscuridad me parece uno de los pasajes más brillantes que he leído en las últimas décadas.
En cualquier caso, van surgiendo a lo largo de las páginas de la novela elementos como la capacidad/incapacidad de la especia humana para coordinarse como una unidad dejando de lado los egoísmos o los intereses particulares, las distintas visiones que se pueden tener sobre la trascendencia de la especie humana en el devenir del universo, las consecuencias de un derrumbe parcial de la civilización acompañado de un grave deterioro medioambiental, la supervivencia del más fuerte o más adaptado en situaciones de escasez de recursos, la necesidad de sacrificar a una parte para la supervivencia del conjunto. Y para los más avanzados, el problema del contacto con civilizaciones extraterrestres.
Hoy nos hemos despertado con la noticia del fallecimiento del científico Stephen Hawkins, una de las figuras de la física más importantes de la segunda mitad del siglo XX, tanto por sus estudios como por su capacidad divulgativa. Y una de las tesis especulativas de Hawkins es que conviene no avisar al universo de que estamos aquí. Que mejor no hacernos notar. Que los choques entre civilizaciones suelen saldarse con la desaparición de la más primitiva. Y algo similar a esta idea permea la novela de hoy. Incluso es utilizada como elemento argumental. Al fin y al cabo, en nuestra experiencia histórica ha sido así en muchas ocasiones. Los choques entre civilizaciones suele significar malas noticias para una de ellas.
Estamos por lo tanto ante un libro que me ha costado más leer que su antecesor. Y que sin embargo me ha dejado más poso. Como la primera parte de esta trilogía, no me atrevería a recomendarlo con carácter general. Pero sí a los aficionados al género y a los temas. Y mañana sale la traducción de la tercera parte al mercado…