The House That Jack Built (2018; 08/20190128)
Siempre es difícil afrontar el cine de Lars von Trier. Cuando se postuló como uno de sus impulsores del Dogme’95, que puso en el candelero y dio fama a algunos realizadores nórdicos, principalmente daneses, este director ya había realizado alguna propuesta muy interesante, aunque de difícil digestión. Tanto por desviarse de las modas imperantes a principios de los años 90 como por su contenido políticamente comprometido. Si analizo las películas que he visto de von Trier y hago un balance, en general considero que es muy positivo, que es uno de los más potentes cineastas contemporáneos, pero que su reivindicación de la libertad creativa y del cine de autor lo hacen de muy difícil digestión para la mayoría de los posibles espectadores. Con frecuencia sus películas dialogan de forma más o menos explícita con otras obras, tanto cinematográficas como del conjunto de las bellas artes. El desconocimiento de estas relaciones, de estos diálogos siempre limita la comprensión y el disfrute de sus películas.

Con un título basado en una popular canción infantil británica, la última propuesta del danés no es una excepción. Llega a nuestras carteleras casi de tapadillo con poca o nula promoción; llega dejando un reguero de polémicas por los festivales por los que ha pasado. Fundamentalmente se le acusa de su violencia explícita y de su «misoginia». Al fin y al cabo, nos cuenta la historia de un psicópata asesino en serie, Jack (Matt Dillon). Historia que nos es contada a partir del diálogo que mantiene con un tal Verge (Bruno Ganz), y los cinco episodios de la película son cinco ejemplos de algunos de los crímenes cometidos por el protagonista.
En esta ocasión, no hace falta mucho esfuerzo para comprender que Verge sería un «Virgilio», acompañando a Jack en su descenso a los infiernos, al estilo de la Divina Comedia de Dante, pero sin viaje de retorno. La película va introduciendo los diversos episodios de violencia, de forma sórdida, y muy explícita, al mismo tiempo que se reflexiona sobre cómo el arte ha recogido en diversos momentos y con diversos estilos la violencia, el destino fatal del ser humano u otros factores asociados a la creación artística del más diverso talante. Ante las dos críticas más generales a la película, podríamos decir que la violencia resulta incómoda por cómo se produce o hacia quién se produce. Pero que hay numerosas películas, de corte comercial incluso que incluyen tanta o más violencia, pero «políticamente correcta», por expresarlo de una forma un tanto cínica. Y la realidad misma, los telediarios, nos informan constantemente de violencias reales del mismo talante o peor, sin que a los telespectadores se les atragante la cena. Véase la crisis de los refugiados en el Mediterráneo. En cuanto a la misoginia, la gran pregunta es si esta está en la mente del director, o es una cualidad que coloca en el protagonista, que no olvidemos es el relator, y que lo que vemos o como se nos muestra la realidad es a través de sus ojos. Y que dicha misoginia está en realidad presente de forma mucho más generalizada de lo que estamos dispuestos a reconocer en la sociedad actual. Es decir, la gran pregunta es si las cosas que nos incomodan de la película lo hacen porque están en la película o porque son un reflejo de la sociedad humana, hacia cuyos caracteres más nefastos no queremos mirar.

Con interpretaciones de buen nivel, con unos elementos visuales y sonoros que se elevan bastante sobre lo habitual, creo que estamos ante una película notable. Pero que no busca complacencia ni comercialidad. Que no busca agradar a nadie. Que expone tesis pesimistas sobre la naturaleza humana que siempre han estado presentes en la obra de von Trier. Y que en una época donde hay una negación constante de las realidades desagradables, véase el «triunfo» en las redes sociales del llamado «pensamiento positivo», incomodará a muchos. Pero quizá por eso, la película cumple con su propósito. Quizá en esta época que nos ha tocado vivir, un artista comprometido ha de provocar, transgredir y mostrar lo que no queremos ver, pero que está ahí. En nosotros mismos.
Valoración
- Dirección: ****
- Interpretación: ****
- Valoración subjetiva: ****
