El libro que comento esta semana tiene algunas cosas en común con el de la semana pasada. Es una recomendación que he encontrado repetida en diversos sitios por internet. Me apareció de oferta, muy ventajosa en su momento. Me llamaron la atención las premisas de partida de la historia, lo que la sinopsis o presentación del libro proponía.
Las diferencias más notables con el anterior es que hace más de dos años que lo adquirí, y hasta ahora no había encontrado un momento adecuado para leerlo. Prácticamente se me había olvidado. Que es un autor español, Sergio Sánchez Morán. Y que su origen está en los blogs de internet. De hecho, su autor participa o participaba en El Vosque, una historieta en línea que seguí durante un tiempo, me hacía gracia, hasta que me cansé.
Esta novela de detectives es el primer libro de una serie sobre una detective privada que reside en Barcelona, de nombre Verónica Guerra, pero conocida en su mundillo como Parabellum. Y lo que tiene de particular es que se define como «detective paranormal». Es decir, que sus casos tienen que ver con fantasmas, vampiros, personajes de las distintas mitología,… seres sobrenaturales y preternaturales. En este primer caso que conocemos de ella, tiene que librarse del cadáver de un dios que ha aparecido muerto en el servicio de caballeros de un pub que frecuentan este tipo de criaturas. Pero que pronto se va a complicar de forma notable, como es propio y natural en el género detectivesco.

Sánchez Morán intenta recuperar para su detective las claves habituales de los detectives más tradicionales y de rancio abolengo del género. Pero lo mezcla con un humor o comicidad de carácter costumbrista muy hispana. Y aquí comienzan los problemas del libro. El carácter principal puede valer y podrías llegar a empatizar con él. También con algunos de los secundarios. Pero lo que acaba cansando es el humor de chascarrillo, de símil o metáfora graciosetes, que te levanta una sonrisa, en los momentos más afortunados hasta una ligera carcajada, pero que cuando tiene una densidad de varios por página o por capítulo, acabas hasta allá. Y empiezas a pensar que el escritor no tiene recursos suficientes para mantener la comicidad que plantea sin recurrir constantemente a este recurso lingüístico. Y así, poco a poco la novela empieza a perder fuelle, se va diluyendo en los tópicos del género, comienza a ser previsible, y al final la terminas porque no es muy extensa y porque no hace falta hacer mucho esfuerzo para leer, incluso un poquito en diagonal, el fast food literario que te ofrecen.
Me podría dar por filosofar sobre si el papel de los editores es mucho más importante de lo que pensamos a la hora de cribar lo que se publica. Que internet tiene muchas cosas interesantes, pero tiene mucha más morralla y ruido de fondo. Pero unos cuantos se me ofenderían,… porque ya me ha pasado. Sólo diré, que una y no más. Que para mí se acabaron las aventuras de Verónica Guerra Parabellum, casi tan rápido como empezaron. Y que cada vez soy más reacio a atreverme con este tipo de literatura que tan espontáneamente surge de la red de redes. Porque acabo con una sensación de pérdida de tiempo tremenda. Y es una pena, porque seguro que por ahí hay alguien escribiendo cosas importantes y no consigue llegar al público que se merece.
