Cinco años después, semana arriba o abajo, volvemos a Japón. Esta vez con una compañera más de viaje. En 2014, las decisiones sobre el recorrido y las características del viaje fueron rápidas y concretas. Las dos personas que viajábamos juntas teníamos problemas familiares que condicionaban la estructura del viaje. En esta ocasión no ha sido así, lo que curiosamente nos llevó tener muchas más discusiones y desacuerdos sobre cuándo íbamos a viajar al País del Sol Naciente, y en qué iba a consistir el viaje. Y añadir una tercera persona, aunque ha sido muy divertido, no hizo más rápida la toma de decisiones. Seguro que no se enfada si digo que el nivel de caos aumentó en un primer momento varios enteros; luego ha sido un aporte valiosísimo durante la estancia en el país nipón.

Voy a lo mío. Para mí, viajar siempre va unido al hecho fotográfico. Entendámonos, nunca he condicionado el viaje a la fotografía. No soy fotógrafo de viajes; si acaso un viajero o turista que hace fotos. Aunque intenta hacerlas lo mejor posible, dentro de mis capacidades. Mi cámara principal desde hace año y medio es la muy fiable Panasonic Lumix G9, con varias configuraciones de objetivos, que abultan relativamente poco, según las circunstancias. No llevo lo mismo en la bolsa o en la mochila si estamos en la naturaleza que si visitamos una ciudad. Si tenemos lluvia o si tenemos tiempo seco. Nunca llevo todos los objetivos encima… eso sería absurdo. Selecciono los que mejor van a ir.

Siempre llevo también una cámara de respaldo. Desde hace unos meses, la Fujifilm XF10, un cámara que da muy buena calidad de imagen por un precio muy ajustado, pero que tiene una ergonomía y una reactividad francamente muy mejorables. Pero tras unos primeros tiempos de cierto desacuerdo mutuo, ya le he cogido el tranquillo. No la uso mucho. Está ahí por si falla la otra. O para llevarla en el bolsillo del pantalón cuando estamos desplazándonos de una lado a otro. Todas las fotos que ilustran la entrada de hoy están realizadas con la XF10.

Mi intención era llevarme una cámara para película tradicional. En concreto, la Minox GT-E con unos cuantos carretes de Ilford HP5 Plus. Pero me la olvidé. La preparé, pero olvidé ponerla en la mochila con el equipo fotográfico. Lo he compensado un poquito. Cuando llegamos a Tokio para pasar los tres últimos días, me compré en Yodabashi dos cámaras de uno solo uso Harman, con carretes de 27 fotogramas de HP5 Plus incorporados. Los revelaré cuando se me pase un poco el desfase horario.

Como novedad, en este viaje introdujimos un nuevo elemento tecnológico. Como éramos tres personas, llevábamos tres teléfonos móviles. Pues bien, decidimos que en dos de ellos pondríamos durante los días del viaje una tarjeta de datos, suministrada por Holafly (14 días, datos ilimitados), mientras que el tercer móvil iría con su tarjeta original por sí teníamos la necesidad de hablar por teléfono. Las tarjetas de Holafly permiten el acceso a datos a través de las redes de telefonía japonesas, pero no mantener conversaciones telefónicas. Van bien. En uno de los alojamientos, en los que la red Wi-Fi dejaba mucho que desear, podíamos ver episodios de series de Netflix con buena calidad a través de la conexión 4G que nos ofrecía la tarjeta. Es que allí, Netflix lleva más adelantados los nuevos episodios de Terrace House: Tokyo 2019-2020… así que nos hemos visto ya la mitad de la siguiente tanda… Yo tuve algún problema con la batería de mi móvil, pero eso es otra historia y será contada en otra ocasión. O no. Porque es un aburrimiento. La única cuestión es que aunque la gente de Holafly dicen que lo mejor es tirar de la red SoftBank, en nuestro caso, en alguna ocasión notábamos mejoras con DoCoMo. Pero no sé porqué sí o porqué no.

Uno de los temas importantes fue el recorrido que íbamos a hacer. A ver… constricciones. Una de mis compañeras de viaje, por «motivos de trabajo», quería para algunos días en Ōsaka 大阪. No fuimos allí en el 2014,… no nos motivaba. Pero aceptamos porque sí que es un buen centro de operaciones para hacer excursiones en el día a otros sitios de interés, con amplia oferta de medios de transporte. Y probablemente más barata en alojamiento que otras ciudades más de campanillas para la cosa del turismo como Kyōto 京都 y no digamos Tōkyō 東京 (lo de usar las formas escritas oficiales de romanización japonesas de los nombres de las ciudades, en lugar de sus nombre en castellano es una pequeña coña con mis compañeras de viaje; no es que me haya vuelto tonto) Pero decidimos que, independientemente de que dedicáramos algún día o algún rato a estas ciudades significativas, el viaje tendría un tema coherente y razonable.

Y lo encontramos en la región de Kansai, en la península de Kii, donde encontramos una de las denominaciones más interesantes de los lugares patrimonio de la humanidad según la Unesco en Japón; los sitios sagrados y rutas de peregrinación de los Montes Kii (Nara, Wakayama, Mie). O dicho de otra forma, porque no íbamos de peregrinación, visitar los templos y santuarios de Kōyasan, Kumano Kodo e Ise. Esto, redondeado con otros zonas de templos y santuarios no relacionados directamente, pero que también mezclan estética, historia y naturaleza, como el templo de Engyo-ji en Shoshazan, Himaji, y los santuarios y templos de Kifune y Kurama-yama, al norte de Kyōto.

Por supuesto, visitamos convenientemente Ōsaka, paramos un ratito en Kyōto, visitamos el castillo de Himeji, uno de los pocos originales conservados en Japón y que también es patrimonio de la humanidad según la Unesco, y terminamos con tres días en Tōkyō, donde nunca faltan cosas que hacer. Bien, muy completo.

Hemos quedado satisfechos. Yo sólo le encuentro una pega al viaje. Yo siempre defendí la necesidad de intentar encajarlo en primavera. Y a ser posible no muy tardía. Por el clima. En la región de Kansai, por la influencia de la corriente marina Kuroshio, las temperaturas rondan todavía los 29 y 30 grados en estas fechas de finales de septiembre y principios de octubre, pero con humedades del aire que se sitúan en el 90 %. Como hagas algo de ejercicio y rompas a sudar… ya no hay forma de que se te seque la ropa en todo el día. Puede llegar a agobiar. Pero bueno… lo hemos pasado muy bien.
