En primer lugar, antes de seguir,… no, no tiene nada que ver con LA película. Ni con el libro en que se basa.
En segundo lugar, desde mediados de enero estoy sufriendo un bloqueo lector. Por mi cabeza circulan constantemente una serie de ideas recurrentes y cuestiones que me preocupan más o menos. En realidad, nada grave. Y las ideas recurrentes no son de las que se consideran enfermedad mental, más bien, una ligera pero no patológica personalidad obsesiva con ciertas cosas. La cuestión es que me cuesta concentrarme en la lectura. Hacía mucho que no me pasaba… pero no es la primera vez.
En tercer lugar, el día de San Valero, festividad local, pasé por una librería de viejo y ocasión a la que antes iba con frecuencia, pero que ahora hacía años que no visitaba. Y además de comprar un par de libros de fotografía, adquirí el opúsculo que hoy nos ocupa. Una lectura breve, potencialmente rápida, que quizá contribuyera a romper el bloqueo lector.

No es la primera vez que leo algo de William S. Burroughs. Que nadie se me confunda con el Burroughs de Tarzan, que aquel se llamaba Edgar Rice. El Burroughs que hoy nos ocupa tiene asignado entre los listos un lugar en la Generación Beat, algo de lo que él no estaba nada de acuerdo; igual no eran tan listos. O a Burroughs no le gustaban las etiquetas. O ambas posibilidades son ciertas. Las obras de Burroughs se alejan de lo convencional, en general por sus temas y su fondo. Y en muchas ocasiones, por sus formas. Su defensa de una libertad prácticamente ilimitada, le llevó a transgredir numerosas normas sociales y morales, cuando las propias leyes. Por lo cual, tuvo su buena ración de problemas. Eso, sin contar con que mató accidentalmente a su segunda esposa… unas versiones dicen que «colocados» por completo, intentaban emular a Guillermo Tell en cierto legendario episodio. Otras simplemente hablan de que el arma que manipulaba se disparó accidentalmente.
La novela corta que hoy nos ocupa pretende ser el tratamiento argumental para una película de cine de una novela de Alan E. Nourse, The Bladerunner. Esta novela de 1974, inspiró algunos aspectos de la película de 1982 de Ridley Scott, entre otras cosas el título, pero no tienen argumentos distintos, como los aficionados y conocedores sabrán. En esta novela corta, un «bladerunner» no es un policía que persigue androides, sino un traficante de medicinas y otros suministros médicos de carácter clandestino, «underground», en una sociedad que ha colapsado por unas reformas del sistema sanitario que han llevado a la sociedad americana a una situación que no sé si denominar «distópica» o «preapocalíptica».

Burroughs, poco antes del comienzo de la pandemia de sida, ejerce de agente provocador literario, como en otras ocasiones, para un lector preocupado por las deficiencias de la sociedad y el sistema capitalista en el que nos vemos inmerso. Siempre tirando por elevación en un cierto (o alto) grado de transgresión. Así pues, este tipo de literatura caerá mejor entre quienes en algún momento hayan soñado con la anarquía como utopía que entre las «gentes de orden», más proclives a preferir otras aberraciones como sistema político, más patrióticas y militarizadas.
Así pues, quedáis advertidos. Ante un texto muy ideologizado, y violento en varias dimensiones, habrá quien disfrutará mientras que otros quedarán horrorizados. Allá cada cual.
