La transcripción correcta del nombre del fotógrafo es como la he escrito en el título de la entrada, primero el apellido, Hosoe 細江, y después el nombre de pila, Eikō 英公. Hosoe Eikō. Pero se puede ver transcrito de diversas formas. Especialmente el nombre. Porque esa «o» larga del principio, cuando se transcribe desde el equivalente en hiragana de los kanji originales, えいこう, puede dar lugar a la forma Eikou, y los anglófonos, para hacer la pronunciación correcta con una «o» larga, lo transcriben como Eikoh. Y así, el título del libro publicado por MACK Books es simplemente Eikoh Hosoe, edición realizada por Yasufumi Nakamuri. Una recopilación retrospectiva de toda una vida profesional de un fotógrafo japonés, nacido en 1933, todavía vivo, hijo de un sacerdote shinto y que desde los primeros años cincuenta nos trajo su visión de la realidad del Japón de posguerra. Un país muy conflictuado y desorientado, que evolucionó hasta convertirse en una potencia industrial y económica, muy avanzado, pero sin que nunca se hayan desvanecido las contradicciones internas de su cultura y su sociedad.
Pero el libro es mucho mucho más que una visión hacia la sociedad y la cultura de su país. Con una calidad de impresión excelente, una fotografía por página, a veces ocupando una doble página, para poder disfrutar de una buena reproducción de la imagen, su precio aparentemente elevado, 65 euros, no me lo parece si consideramos todas las calidades puestas a su servicio; la material y la artística. El libro se va dividiendo en diversas épocas o áreas temáticas en la vida artística del fotográfo. La sociedad nipona, el cuerpo humano, los retratos de artistas y creadores, las formas de la obra de Gaudí, de cuya obra se enamoró en los años sesenta del siglo pasado.
Hoseo no es un fotógrafo acomodaticio. Si su obra comenzó con una visión documental, pronto se manifestó como un innovador, como un experimentador de las formas y de los contenidos. Muchas de sus obras, casi siempre en blanco y negro, tienen un fuerte componente expresionista. Con fuertes contrastes, con juegos de formas, luces y texturas, adentrándose o al menos bordeando el surrealismo, e incluso el dadaismo en alguna ocasión, el espectador no puede permanecer pasivo ante esta obra. La lectura lleva tiempo y un cierto esfuerzo, que es ampliamente recompensado por la satisfacción del disfrute de una obra visual primordial y de referencia en la fotografía japonesa… e incluso me atrevería a decir que en la fotografía mundial. Altamente recomendado. Y tengo para muchos días todavía descubriendo cada uno de los matices de esta sobresaliente retrospectiva de un fotógrafo superlativo. Pues a por ella.