Cuando estuve en Logroño a principios de mayo, y me quedé a pasar la tarde en capital riojana, visitando una exposición de arte contemporáneo me enteré de que a poco mas de quince kilómetros de la ciudad hay un museo de arte moderno y contemporáneo. Y a juicio de la persona que me lo contaba, que me dijo que estaba realizando su doctorado en arte contemporáneo tras haber cursado el grado de Historia del Arte, estaba bastante bien. Nos dijo que el museo estaba en Agoncillo, por si nos servía de referencia para localizarlo, que sí. Nos servía.

Se me quedaron las ganas de visitarlo, y lo comenté con algunas amistades, conjurándonos a escaparnos algún día entre semana. En modo slow travel, relajados. En transporte público y esas cosas. Sin prisas. Y ahí quedó el proyecto, hasta que este pasado viernes se hizo realidad. Como prometimos, nos desplazamos en transporte público, en tren, aunque el único tren que para en Agoncillo en el trayecto de Zaragoza a Logroño es una combinación de dos trenes, el primero de los cuales sale a las 6:00 de Miraflores, y tras un breve transbordo de cinco minutos en Castejón de Ebro, te deja en Agoncillo hacia las 8:15 de la mañana.
A mí no me importó madrugar. A esas horas disfrutamos de una buena luz para hacer algunas fotos en el centro de Agoncillo, cuyo ayuntamiento es un pequeño castillo del siglo XIV. Luego, para desplazarte al museo, puede esperar a un autobús que pasa cada hora, la línea metropolitana M7 de Logroño, y que también te sirve para ir al museo desde la capital riojana. Pero como hacía una mañana muy agradable, y son tres kilómetros y medio desde el pueblo, fuimos caminando. Había tiempo. Terminamos de hacer fotos hacia las nueve de la mañana, y el museo abre a las diez.

El museo se llama Museo Würth La Rioja y, en realidad, no está en Agoncillo. Se encuentra en el Polígono El Sequero, junto a una planta logistica de Würth en este polígono industrial, y se encuentra en el término municipal de Arrúbal, un pequeño municipio de apenas 500 habitantes a cinco kilómetros de Agoncillo. Forma parte de una red de museos y espacios culturales del grupo industrial, repartidos por nueve países europeos y próximos a plantas del grupo. El grupo dispone de una amplia colección de arte moderno y contemporáneo, que pone a disposición de sus empleados y el público en general, al mismo tiempo que organiza actividades culturales. Entre sus metas de responsabilidad social corporativa está la de mejorar el nivel cultural de sus empleados y proyectar esta acción cultural en las comunidades en las que se implanta. Incluye biblioteca, cafetería y una tienda con cosas bastante monas.

Fuimos los primeros en llegar. Y no hubo mucha gente visitando el museo durante el tiempo en que estuvimos allí. Deduje que en época lectiva recibirá entre semana frecuentes visitas de escolares riojanos. Pero estando todavía de vacaciones, la actividad era escasa. El edificio es moderno y muy agradable. Hay unas pocas obras como exposición permanente en las plantas superiores, pero el fuerte de la visita son las exposiciones temporales a partir de obras de la colección, que van cambiando periódicamente. La que actualmente está activa en La Rioja se titula De la cabeza a los pies; figura humana en la colección Würth, y he de decir que me gustó mucho. Merece la pena. Abrió en abril de este año y estará hasta febrero del año que viene. Estaremos al tanto, puesto que no descartamos ir haciendo escapadas al lugar cada vez que cambie la exposición temporal. Ya me he dado de alta en sus redes sociales para estar al tanto.
Tras la visita, volvimos a Agoncillo, pero por una ruta distinta, acercándonos a los sotos del río Ebro, muy próximo al lugar. Tras llegar a Agoncillo compramos algo de fruta y unos sobres de jamón para comer de pícnic en unos bancos a la sombra de los muchos que hay por el pueblo, y a las tres y veinte cogíamos el tren de vuelta a Zaragoza. De nuevo, el único que para en Agoncillo y comunica con Zaragoza, en esta ocasión sin transbordos. A las cinco y media ya estábamos en la estación de Goya, para distribuirnos a nuestras casas u otros quehaceres. Una día muy agradable.
