He seguido esta semana con la visualización de los episodios de la serie original de Star Trek que me habían prestado. Si queréis conocer alguna de mis impresiones anteriores, podéir ir aquí y aquí. Pero vamos a ver lo que han sido mis última impresiones, no demasiado serias, sobre el tema.
Primero y antes que nada, elevar una enérgica protesta ante el hecho de que después de los primeros capítulos ha desaparecido de la escena mi adorada Janice Rand. Es cierto; otras «yeoman» o ayudantes, como traducen en los subtítulos, han ido y venido con sus minifaldas, sus sólidos muslos, es evidente que la moda anoréxica estaba lejos de imponerse en aquella época, y sus «tricorders» al hombro, como creo que llaman al chisme que llevan en bandolera. Spock prefiere llevarlo colgado de cuello. Bueno. Supongo que es el mismo chisme. Por lo menos, tiene el mismo aspecto. Pero bueno, a lo que íbamos, ninguna otra a podido sustituir la personalidad, la dignidad, la eficacia, la eficiencia y el peinado de Janice Rand.
Otra cosa ya es segura. El capitán James T. Kirk es un chulo y un petulante de mucho cuidado. Realmente, lo encuentro en muchas ocasiones insoportable. Realmente, por mucho que lo quieran pintar como un Asperger transestelar, el que me parece que tiene un sentido del humor excelente, toneladas de ironía y sobretodo, sentido común, es el señor Spock. Aparte de Janice Rand y los diversos malos que van saliendo, el único personaje interesante de la serie. Y con mucho.
John Colicos caracterizado como el malvado klingon Kor.
Hablando de malos, me hizo mucha, mucha, mucha, mucha ilusión ver a John Colicos como un malo malísimo klingon. De lo más divertido. Ya he dado a entender antes que los malos son de los personajes que más me divierten en esta serie. Pero es que Colicos, teniendo en cuenta que una década más tarde interpretaría al malísimo, traidor y artero Conde Baltar de la serie original de Galactica, se convierte por derecho propio en un icono del lado oscuro del friquismo universal.
Pero es que esta no ha sido la única sorpresa agradable entre los artistas invitados que han ido apareciendo a lo largo de los capítulos. Son varios los que han ido apareciendo. Por ejemplo Ricardo Montalbán, interpetando otro malo, malísimo, malo, que luego se merecería un protagonismo en alguna película de la franquicia que no he visto, y que también tiene su punto de friquismo al aparecer en alguna de las desafortunadas secuelas de El Planeta de los Simios. O Jill Ireland, una actriz mediocre pero guapa que luego mereció cierta atención mediática en la prensa del higadillo en los años 70 y 80 hasta su prematura muerte por algún tipo de cáncer.
Joan Collins es Edith Keller en Star Trek
Pero la que me dejó epatado y completamente pegado y absorto a la pantalla del televisor fue la aparición bajando un modesta escalera de los tiempos de la Gran Depresión fue la guapísima Joan Collins. Morena, con el pelo recogido, en uno de los múltiples viajes en el tiempo de nuestros héroes, aparece con esos ojos inmensos haciendo de buena chica, de mujer honrada, la que tradicionalmente ha sido considerada como una de las mujeres fatales de la televisión mundial, especialmente tras aquel culebrón del que mucho oí pero que nunca vi llamado Dinastía. A punto de romper el corazón al chulo de Kirk, acaba teniendo un final trágico «por el bien de la humanidad». Lo que son las cosas.
En cualquier caso, supongo que si así lo deseo, podré en el futuro seguir viendo de prestado el resto de los capítulos de la serie original de esta emblemática franquicia de la ciencia ficción en la televisión y el cine universal. Hasta ahora, nunca me había sentido especialmente atraído por este universo de ficción. La serie original es, evidentemente, hija de su época y por lo tanto podemos considerarla como un producto digno y adecuado. Tiene que ver más, eso sí, con la ciencia ficción de los años 50 que con la imaginería sobre el tema de los años subsiguientes. Hay más en la serie de Planeta Prohibido que de 2001 o de Star Wars. Y los productos subsiguientes, lo poco que he visto sobre ellos, tengo la sensación que no han sido capaces de desprenderse del kitsch asociado a la imagen que desprende la serie original. Pero bueno, para gustos los colores. Aunque yo siempre mantendré el recuerdo de mi infancia, cuando la veía en blanco y negro.
Mientras escribo estas líneas, me recuerdan por la radio que hoy es el día de las Fuerzas Armadas. Si me permitís un consejo, hoy es un buen día para escuchar La mauvaise reputation de Georges Brassens, o su versión en castellano, La mala reputación por Paco Ibáñez… o por Loquillo si os va más la marcha.
Aprovechando que últimamente he trabajado el tema del paisaje en blanco y negro, os dejo con uno.
Entre Monegrillo, Zaragoza, y Castegón de Monegros, Huesca - Canon EOS 40D, Tokina AT-X Pro 12-24/4