[Libro] La carne – Rosa Montero

Literatura

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Unas Impossible Project (actualmente Polaroid) Spectra, cuando se podía comprar todavía este formato para algunas de las mejores cámaras de Polaroid, tomadas en Madrid durante una visita a las exposiciones de PhotoEspaña.

Me cuesta leer ficción en español. No es que no haya buenas cosas, claro que las hay. La literatura en español, si uno lo analiza bien, no es ni mejor ni peor que la de otras lenguas. Y por supuesto que hay muy buenos escritores… y tampoco faltan, como en otras lenguas, los que venden mucho y se llevan la fama… pero no son especialmente buenos. Hay viene otro problema, la calidad de la industria editorial en España, un jardín en el que no me voy a meter hoy, pero que deja mucho que desear, especialmente entre los grandes grupos editoriales. Mi problema con los buenos escritores españoles no es su calidad al escribir sino de lo que hablan. Y con el tiempo, cada vez me ha interesado menos. O se retrotraen a las típicas historias de la guerra civil y la posguerra, cayendo una y otra vez en tópicos muy similares, sin que, a la vista de los resultados electorales, esto haya hecho mella en la percepción de los españoles sobre aquellos tiempos, o me hablan de pijos madrileños que tienen siempre los mismos perfiles, que parecen que son los mismos, siempre con nombres parecidos y con actitudes similares, trasplantados de una a otra novela.

Abogados, médicos y profesores universitarios entre ellos, frente a historiadoras del arte y otras licenciadas en humanidades o letras, clase media aburguesada siempre con los mismos problemas. ¿No se han dado cuenta los escritores patrios de su tendencia a contar constantemente historias tan similares unas de otras? ¿Que los caracteres que aparecen en ellas se parecen casi como gotas de agua? Que sí, que de vez en cuando alguno se desvía por los barrios obreros y los polígonos industriales, pero igualmente llenando la situación de lugares comunes. El caso es que desde la primera mitad de los 2000 y hasta este 2025, en esos 20 años, cada vez me han ido interesando menos y he ido dejando de leerlos. Y si hablamos de las novelas de género, como el policiaco y otros… pues tres cuartos de los mismo. Aunque en la literatura de género el tópico y las similitudes casi se dan por descontado, no importa la lengua que se use, y por eso soy poco aficionado. El auténtico aficionado a la novela de género (policiaco, terror, fantasía, ciencia ficción,…) muchas veces está encantado con pasear una y otra vez por los mismos territorios. Al único género que le dedico espacio lector de vez en cuando es la ciencia ficción, y cada vez me cuesta más encontrar satisfacción en él.

En cualquier caso, encontré de oferta hace unos meses esta novela de Rosa Montero en mi tienda de libros electrónicos habitual y decidí darle una oportunidad. Por qué no. Y además a muy buen precio. En su momento, hace tiempo, leí con cierta frecuencia sus artículos y me gustaban. Quizá por esa asociación de Montero con el periodismo no me atrajo en su momento, cuando más dispuesto estaba a leer obras de autores españoles, cuando estos suponían el 75 % de mis lecturas, no leí nada suyo. No suelen atraerme los periodista reconvertidos en novelistas. Hay algo en su estilo que no me suele convencer. Aunque no lo sé definir bien. Quizá sea algún tipo de prejuicio… porque al fin y al cabo cada será diferente… pero es lo que hay. Bueno. Pues tras unos meses teniendo la lectura de esta novela en espera, hace unas semanas me puse a ella. No me duró mucho… tampoco es muy larga. Pero siempre he pensado que no es necesaria mucha extensión para contar una buena historia. Pocas veces están justificadas las gran extensión de mucha de la narrativa actual. A veces sí. Pero pocas veces. Siempre he sido partidario de la economía de medios.

Montero, no descubro nada nuevo, nada que no supiese, escribe bien. Con soltura. Y eso favorece coger ritmo en la lectura. Nos presenta de forma rápida y clara a la protagonista. Una licenciada en historia del arte (ya estamos con el tópico), de 60 años, soltera, con una ruptura reciente con un amante, con un proyecto nuevo expositivo en la Biblioteca Nacional que va a comisariar, y con una crisis importante porque empieza a sentir de forma amenazadora el paso de los años. Siente que pierde la capacidad de atracción para los hombres, siente que profesionalmente viene gente joven que le esta pisando los callos. Y vamos descubriendo una inseguridad profunda en su interior por sus antecedentes familiares, que no destriparé. Y en estas está cuando toma la ¿descabellada? ¿absurda? ¿inmadura? decisión de contratar un «acompañante» masculino de 30 años para ir a un concierto en el que sabe que va a estar su ex-amante con su joven, flamante y embarazada esposa. Y algunas cosas pueden ir mal a partir de ese momento. Y como dice la ley de Murphy, si algo puede ir mal, eventualmente irá mal.

Habiendo establecido de antemano, y habiéndolo confirmado durante la lectura del libro, que Rosa Montero es una escritora dinámica y muy capaz, mi problema con el libro es que aunque me obligué a marcar un ritmo de lectura razonable, leyendo todos los días, parando un poco cuando la evolución de la trama así lo pide para su correcta digestión, pensando un poco en lo que está pasando y lo que nos quiere contar la autora… lo cierto es que empecé a desinteresarme por su protagonista. He leído una diversidad de libros en los que la protagonista está en una situación vital similar a esta protagonista. Esa llegada a las estribaciones de la séptima década de la vida, la inseguridad de la decadencia física, el miedo a la soledad,…

No hay que desdeñar una reflexión sobre las actitudes sociales que suelen empezar a invisibilizar a estas mujeres simplemente porque yo no resultan atractivas físicamente o no puede «cumplir» los «roles» que esa sociedad impone a las mujeres en general. Es un tipo de crítica necesario. Pero desde muchos puntos de vista, la protagonista de esta novela, que ha pasado lo suyo como tantas mujeres, y también tantos hombres, es una privilegiada. Ha tenido una carrera profesional en la que ha recibido el respeto de sus pares, no tiene estrecheces económicas, hay que suponer que hasta ese momento no le ha importado llevar una vida en solitario (que no es lo mismo que estar en soledad), es culta y tiene capacidad para enriquecerse personalmente a través de la cultura… ¿Realmente es la realidad de las mujeres de 60 años en este país? ¿Puede ser representativa de algo? ¿O volvemos una vez más a lo que señalaba al principio, de que los escritores españoles tienen una preferencia para hablar de un sector de la población… que…? «Ahora» caigo… Dados los perfiles habituales de los lectores en España estamos ante un ejercicio de mirarse al ombligo una y otra vez de una determinada clase social en este país. Y son los consumidores de estas obras, puede haber un sentido comercial ahí. Y fuera de ese mirarse al ombligo… hay poco. Y mira que yo estos en los 60 años, soy un profesional universitario, razonablemente culto, viajado… y se supone que están hablando, en parte de mí. Pero me siento tan poco identificado… Por eso suelo arriesgarme con otras literaturas, que hablan de otras cosas, de otras gentes, de otros lugares, en otras lenguas… Es lo que hay.

[Cine] The last showgirl (2024)

Cine

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Ya que no he visitado ni tengo pensado visitar Las Vegas, dejo a la inteligencia del lector averiguar por qué he elegido estas fotografías de Times Square en Nueva York para ilustrar la entrada.

The last showgirl (2024; 28/20250624)

Otra película, la enésima en este 2025 en el que pocas hay en cartelera que me atraigan en los últimos meses, que tampoco me llamaba la atención. Aunque sé que a finales del año pasado algún listo de la cosa del cine en internet llegó a decir que su protagonista, la antaño neumática y siliconada protagonista florero de algunos telefilmes Pamela Anderson, merecía alguna que otra candidatura en la temporada de premios… cosa que me costaba creer. Y por otro lado, en el título aparece la palabra inglesa showgirl, que también estaba en el título de una de las peores películas que he visto en mi vida en una sala de cine. Seguro que hay peores… pero no las he visto. O no las recuerdo porque las vi siendo muy niño. ¿Será que Verhoeven quería hacer una parodia y nadie lo entendió así como cuando habló del militarismo fascista? Pero me dejé convencer y fui.

Esta no está dirigida por Verhoeven. La firma Gia Coppola, nietísima, sobrinísima y primísima de directores e intérpretes bien conocidos en el mundo del cine, pero de la que no había visto todavía nada. En ella seguimos a una veterana corista de un espectáculo de un casino en Las Vegas, que con sus cincuenta y tantos años conoció mejores tiempos, y ha quedado relegada a la última fila de este espectáculo que se basa en sacar (más o menos) bailando a a varias decenas de mujeres medio desnudas y adornadas con lentejuelas y plumas brillantes. Y en estas está cuando anuncian que, tras décadas en cartel, el espectáculo va a cerrar tras la compra del establecimiento por otros empresarios. Y que se van a la calle. Por lo que se encuentra con un futuro incierto, al mismo tiempo que las relaciones familiares y personales también le hacen agua por todas las parte, como durante toda su vida, en la que ha vivido un espejismo sobre lo que era su profesión.

La película está bien hecha y bien interpretada. Anderson me ha sorprendido. Pero reconozcámoslo,… el tema me interesaba poco. O nada. De los posibles lugares famosos o turísticos que podría visitar en los Estados Unidos, Las Vegas y su mundo muy probablemente se sitúa en el último puesto. No hay nada que me atraiga, como no hay nada que me atraiga sobre este mundo de explotación económica de personas y cuerpos. Pero realmente entiendo que no falten las alabanzas hacia esta película. Y que si la directora se pone con cosas que me interesen algo más de base, le preste atención. Y hasta aquí me da el comentario de este corto largometraje.

Valoración

Dirección: ***
Interpretación: ***
Valoración subjetiva: ***

[Cine] The Substance (2024)

Cine

The Substance (2024; 02/20250109)

Esta película se estrenó en España el 11 de octubre del año pasado. Pero no me atrajo ni poco ni mucho ni nada. Para empezar, porque desde hace muchos años Demi Moore es veneno para mis ojos. Hay muchos motivos por los que esta actriz me desagrada, en los que no voy a entrar en estos momentos. Incluso en sus momentos de mayor gloria mediática protagonizó o participó en películas que me desagradaron mucho, por su mensaje rancio, quizá propio de la época, pero que asocio a su figura entre otras. Por otro lado, las sinopsis y reseñas iniciales tampoco invitaban a verla. Pero la película dirigida por la francesa Coralie Fargeat ha ido manteniéndose arriba desde que comenzó la temporada de premios. Lo cual le ha servido para llegar a principios de enero presente en la cartelera zaragozana. Finalmente, con estos antecedentes, decidimos acercarnos a verla.

Es curioso que aunque la película se ambiente en California, Los Ángeles probablemente, en las fotografías que ilustran la entrada es San Francisco, la película ha sido rodada en estudios y localizaciones francesas, en la costa Azul. De ambiente tan americano, la película es eminentemente europea.

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La película nos habla de una actriz (Moore), que dio un pelotazo en su juventud, con un Oscar y otros reconocimientos como actriz, pero que en se madurez se ha mantenido presentando programas de aerobic en la televisión, de esos que se pusieron de moda en los años 80 del siglo pasado. Pero se ha hecho mayor y la cadena, con un directivo que da mucho asco (casi irreconocible Dennis Quaid), la quieren sustituir y desechar. En ese momento alguien le da a conocer «la Sustancia», un producto farmacológico que le puede devolver la gloria. Y se apunta. Gracias a ella, surgirá un versión diferente de sí misma, joven y gloriosa (Margaret Qualley). Pero ambas versiones deben coexistir en el mundo. Sólo una puede estar consciente en un momento dado, debiéndose alternar cada siete días, permitiendo la regeneración de la que está durmiente. Pero las cosas no van a funcionar como la protagonista piensa.

La película es, obviamente, un alegato contra la comercialización de la figura y la imagen femenina, siempre ajustada a unos requisitos y cánones de juventud, belleza y atracción sexual. Cuando estos desaparecen, la mujer deja de interesar, es un recurso a desechar. Algo sobre los que se ha hablado de una forma u otra, en la ficción o en la no ficción, un montón de veces. La sustitución de la vieja estrella por la nueva estrella es un tema recurrente en el cine. Fargeat despliega una realización agresiva visualmente, con el uso de ópticas angulares muy extremas, con colores llamativos, con planos cortos muy dinámicos y agresivos. Y lo combina con una serie de transformaciones corporales sumamente desagradables. Hay quien llama al género «terror corporal». En mi opinión, aparte del comentario crítico social, no puedo dejar de pensar que hay una intención clara de epatar al espectador, de provocarle expresamente una sensación de disgusto y asco. Que en mi opinión acaba por apoderarse de la película, arrinconando lo que se supone es el discurso principal de la misma. Al final no la recuerdas por su pretendido mensaje feminista, sino por el desagrado. Estamos, hasta cierto punto, porque son películas distintas, aunque no tan distantes como parece, en una situación parecida a la que comentaba en otra película reciente. Las formas se apoderan de la película. Y en mi caso, me expulsan de ella.

La interpretación es correcta. No tan maravillosa como algunos consideran en el caso de Moore. Pero no está nada mal. Aunque no me siento atraído por las interpretaciones que se basa en el exceso y en el histrionismo. Y la interpretación de Qualley tampoco está mal, aunque se centra más en exhibir palmito. Y hay que reconocer que, técnicamente, en lo que es su puesta en escena, sus decisiones relacionadas con la fotografía, el sonido, y el diseño de producción, la película tiene un alto nivel. Pero, en un momento dado, la película me expulsó, y la empecé a ver con distancia y con desapego emocional. Las escenas destinadas a dar asco… pues dan asco. O «terror corporal» como parece que hay que llamarlo. Pero en mi caso no suelo dejarme llevar por estas sensaciones, las controlo bien, por lo que se convierten en mero desagrado, y las valoro como excesivamente gratuitas. Me permito comentar que si hablamos de «terror corporal», en algún momento se me fue la cabeza a Freaks de Tod Browning, una película que va a cumplir 93 años, en blanco y negro, que hacía un potente comentario sobre la vanidad corporal, al mismo tiempo que era una metáfora política de la situación social y política del mundo de la Gran Depresión, y los riesgos que conllevaba. Con muchos más medios y poderío visual, Fargeat se queda muy corta en comparación, mucho más superficial.

La película… no me ha llegado. Como suponía que sucedería desde que se estrenó hace tres meses. Y es que ya me voy conociendo a mi mismo. Ya tocaba.

Valoración

Dirección: ****
Interpretación: ***
Valoración subjetiva: **

[Cine] L’avenir (2016)

Cine

L’avenir (2016; 502016-2609)

Hoy va a haber dos entradas en el Cuaderno de Ruta. Pero es que el martes pasaré a modo «solo fotos» por unos días, y quiero dejar comentadas varias cosas antes de eso. El caso es que el lunes pasado fui al cine con una amiga. En cartelera está esta película protagonizada por Isabelle Huppert, actriz francesa que nos gusta mucho, y habíamos oído del estreno de una película de esta actriz muy valorado. Después nos hemos enterado de que no se trata de esta película dirigida por Mia Hansen-Løve. Que a pesar de semejante apellido es nacida en París.

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La película transcurre en su mayor parte en París, pero nos lleva también a los Alpes y a la Bretaña, especialmente a la bella ciudad de Saint-Malo, que pude visitar en 1991, así como ver en la distancia, desde la otra orilla del estuario de la Rance, en 1993. De esos viajes son las fotografías acompañantes.

No me voy a extender mucho porque no ando sobrado de tiempo. La película es una reflexión sobre una época de transición en la vida de una mujer, profesora de filosofía en un instituto parisino, a la que suponemos al final de su década de los cincuenta (quizá un poco más teniendo en cuenta la edad real de la actriz que la interpreta). En un breve plazo de tiempo pasa por una serie de situaciones. Su marido la deja por una mujer más joven. Los responsables de mercadotecnia de la editorial donde publica sus libros de texto o ensayos sobre filosofía la dejan de lado por considerarla ya anticuada. Su hija la hace abuela. Su madre muere. Un joven y prometedor licenciado en filosofía que fue alumno suyo opta por abandonar la vida académica para vivir en el campo de acuerdo a sus convicciones antisistema, lo cual vive como un reproche ante su aburguesada vida… Y de fondo, es consciente que se acerca la última etapa de su vida. Por lo cual, estamos ante una reflexión sobre lo que ese futuro (avenir, en francés), le depara.

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Sinceramente, esperábamos algo más de la película. Incluso dejando aparte que no es la que esperábamos. Ciertamente, Huppert es una actriz muy sólida que sostiene por sí misma el conjunto del filme, con alguna ayuda de otros intérpretes aunque bien es cierto que ella ocupa la pantalla la mayor parte del tiempo, lo que ya supone un interés en sí mismo. Pero a mí me parece que se mueve de alguna forma por lugares comunes, tópicos que si bien son ciertos y motivo de reflexión, tampoco aportan una especial profundidad. Ni la película se atreve a ser más incisiva sobre los sentimientos que afloran cuando el envejecimiento personal se empieza a hacer muy evidente, ni sobre la sensación de soledad que puede sobrevenir a personas mayores en la sociedad actual. Incluso si tienen una potencia cultural e intelectual notable… porque la compañía de los libros puede paliar la soledad, pero no sé si son un sustituto total.

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Se deja ver, aunque no es apta para consumidores compulsivos de palomitas en películas de acción. Nada que ver con eso.

Valoración

  • Dirección: ***
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: ***

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