[Cine] Munekata kyōdai [宗方姉妹] (1950)

Cine

Munekata kyōdai [宗方姉妹] (1950; 09/20240210)

Munekata kyōdai, las hermanas Munekata. No hay una palabra para decir hermana (o hermano). Si hablas de una persona, tienes que especificar si es una hermana mayor, ane [姉], o menor, imōto [妹]. Algo similar en masculino. Pero sí hay una palabra para el colectivo de hermanas, shimai [姉妹]. Lo que llevo preguntándome desde el sábado es por qué si el título original utiliza esta última grafía, todas las transcripciones al alfabeto latino aparecen como kyōdai, que yo había aprendido como hermanos [兄弟]. En fin… esas cosas del idioma japonés que hacen que por mucho que le haya dedicado mi tiempo, haya llegado a la conclusión que nunca seré capaz de hacer una mínima y sencilla conversación por miedo a decir tonterías. Lo que sí me ha servido con esta película es para comprender mejor el talante de las hermanas Munekata, la mayor Setsuko (節子, Kinuyo Tanaka) y la menor Mariko (満里子, Hideko Takamine), salvando las limitaciones de los subtítulos en castellano.

La acción transcurre entre Tokio, Kioto y Kobe. Y a Setsuko le gusta visitar los templos de la antigua capital imperial, donde vive su padre… mientras que a Mariko le apetecen más otras actividades más mundanas. Nos quedaremos aquí, fotográficamente, con algunos de los templos de Kioto.

Nos sorprendieron los estrenos de la cartelera de esta semana con la inclusión de esta película de Yasujirō Ozu, uno de los maestros por excelencia del cine japonés, y aun me atrevería a decir uno de los mejores directores de cine de la historia, todas las nacionalidades incluidas. He visto unas cuantas de sus películas, las más célebres, en casa, en la televisión, desde plataformas en línea cuando estuviesen disponibles, o de la forma que fuese cuando no. Y su pausada forma de rodar, aparentemente sencilla, pero que transmite una gran profundidad, aunque ajena a la mayoría de las cosas que se hacen hoy en día, no ha dejado de ser un referente para muchos directores posteriores. Algunos de ellos han pretendido imitarle, con segundas versiones de sus historias. Ozu nació en 1903, por lo que el año pasado fue el 120º aniversario de su nacimiento, y varios festivales de cine, de los de más postín, le rindieron homenaje con esta versión restaurada y remasterizada en formato digital 4K de esta película de 1950.

Emparedada en su filmografía entre las dos primeras películas de la llamada Trilogía de Noriko [Banshun 晩春 (Primavera tardía), Bakushū 麥秋 (Principios de verano), Tōkyō Monogatari 東京物語 (Cuentos de Tokio)], consideradas como verdaderas obras maestras, la historia de la familia Munekata ha pasado más desapercibida como una obra menor. En ella nos habla del conflicto que surge ante las dos hermanas cuando coinciden en el tiempo tres hechos; la noticia de que su padre (Chishū Ryū) tiene una enfermedad terminal, la crisis en el matrimonio de la mayor por el desempleo y el alcoholismo de su marido (Sō Yamamura), y el regreso del extranjero de un antiguo amor (Ken Uehara) de Setsuko, por el que Mariko también se siente atraída.

Esta película es un ejemplo de que cuando de un autor se espera tantísimo, algunas obras muy buenas, o incluso excelentes desde ciertos puntos de vista, quedan relegadas a un segundo plano. Ozu nos habla, como en tantas ocasiones, de la familia y de las relaciones. Como de costumbre no se extiende en explicaciones. Hay un contexto, que está ahí porque forma parte de modo espontáneo en las explicaciones, pero asume que el espectador lo conoce. Y dando ese contexto por sabido, entrada directamente al grano. Un marido sin empleo, en la posguerra mundial, un ingeniero descolocado en un país en el que las prioridades están cambiando. Dos hermanas que son polos opuestos, pero que viven en armonía. La mayor, en sus treinta y tantos, vestida siempre con kimono tradicional, de modales modestos, también tradicionales, que siente que su obligación es salvar el matrimonio en el que es desgraciada. La menor, vestida a la occidental, mucho más joven, en su veintipocos, que reivindica su derecho a ser cosmopolita, abierta, a decir lo que piensa, a ser directa. Como en tantas obras de cine o literarias japonesas, Ozu trata el conflicto de valores en un país que cambió por completo su forma de interactuar con el mundo en el intervalo de pocas décadas. Que pasó de un régimen feudal y de bajo desarrollo tecnológico, a ser una de las potencias bélicas que puso en jaque a media Asia y el Pacífico. Y eso pasó su factura entre sus ciudadanos con valores conflictuados.

El principal activo de la película, además de la consistente realización de Ozu, fiel a su estilo, es la excelencia de sus interpretaciones. Unas interpretaciones de un estilo muy distinto a las que estamos acostumbrados. Pero Takamine como, especialmente, Tanaka, están excelentes. No en vano son dos de las intérpretes más destacadas de la historia del cine nipón. Pero también hay que destacar a Yamamura, que le toca bailar con el papel más desagradable.

No voy a decir que esta película sea para todos los públicos, en el sentido de que no responde a los gustos de hoy en día. Es una película que tiene ya 73 años. Y el mundo y los gustos han cambiado mucho. Pero es una buena película que satisfará a los más cinéfilos. Y que me ha hecho ver que las horas dedicadas al japonés no han sido en vano. Porque aunque me ha permitido captar matices de los diálogos que pasarán desapercibidos a los que se guíen sólo por los subtítulos. Por ejemplo. Mariko, la más joven, un poco cría en sus comportamientos, suele hablar de sí misma en tercera persona delante del antiguo amor de su hermana. En fin… que yo estuve encantado. A pesar del frío que pasé en esa sesión matinal de sábado.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: *****
  • Valoración subjetiva: ****

[Libro] La poética de lo cotidiano

Cine, Literatura, Sin categorizar

Durante más de dos semanas estuve batallando con un libro de ciencia ficción, que teóricamente era una lectura fácil que recibía los parabienes de una cierta cantidad de aficionados al género. Acabe abandonándolo. Siempre me he considerado un buen aficionado, que no fanático, de la literatura de ciencia ficción y anticipación. Pero últimamente me siento totalmente extrañado con respecto a los «aficionados» más activos del género. Me da igual. Nunca me he sentido cómodo con los sentimientos de pertenencia.

Estación de Kitakamakura

La primera película de la «trilogía de Noriko» que he empezado a ver estos días transcurre en Kamakura. Y desde la estación de Kitakamakura (Kamakura norte) hasta el santuario de Tsurugaoko Hachiman-gū, realizaremos un paseo por esta ciudad. Donde también está enterrado Yasujirō Ozu, en el templo de Engaku-ji, donde está tomada alguna de las fotos de hoy.

Colgado el dichoso librito, me paseo el sábado pasado por una librería y me encuentro con una recopilación de ensayos y artículos periodísticos escritos por el director de cine nipón Yasujirō Ozu, bajo un título rimbonbante si no un tanto pedante. Me lo llevo a casa, y lo devoro en unos días. Realmente debo estar volviéndome muy raro.

Antes de leer este libro de Ozu había visto algunas de sus películas, aunque no recientemente, y de la única que guardaba hasta hace dos días un recuerdo nítido es de Tōkyō Monogatari [東京物語], Cuentos de Tokio, una fenomenal historia de carácter familiar que te lleva con facilidad de la ira a la ternura, y de la tristeza a la esperanza. Y en la que sobresalen los dos actores más importantes que trabajaron con Ozu, Chishu Ryu y Setsuko Hara. El veterano actor sólo le llevaba 16 años de edad a la delicada actriz japonesa, pero cuando actuaban juntos lo hacía como si perteneciesen a dos generaciones distintas y ampliamente separados en el tiempo. Desvarío. Al libro.

20140927-_9270444.jpg

He leído con cierta frecuencia en el pasado a personas del mundo del cine. Sin querer ser exhaustivo me vienen a la memoria libros de Scorsese, Billy Wilder, Hitchcock, Truffaut,… Groucho Marx si queremos considerarlo como tal, aunque fue un artista y pensador que trascendía al cine… Y lo volveré a hacer en el futuro. Curiosamente, a veces me gustan más escribiendo que filmando. Es el caso de Scorsese. Nunca negaré que me parece uno de los mejores cineastas,… pero con frecuencia sus películas no me llegan. Sin embargo, he disfrutado enormemente con alguno de sus libros. Mucho.

Con Ozu puedo confesar que me parecen muy complementarios sus escritos a su forma de entender el cine y rodar. Me gusta Ozu, desde muchos puntos de vista. Independientemente de las tesis de sus películas, que son hijas de una época, y que pueden o no estar vigente en la actualidad. Pero una obra de arte, y las películas de Ozu lo son, lo es en virtud de su coordinadas de lugar y tiempo. Y además, como confiesa en alguno de los textos de este libro, es de los que piensan que menos es más. Que la obra de arte, una vez concebida, hay que hacer un esfuerzo continuado y enérgico para despojarla de todo lo superfluo, de modo que sus valores estéticos y conceptuales queden reducidos a lo esencial. Prefiero este planteamiento, al abigarramiento de algunas obras de arte que tienen una cierta agresividad o prepotencia, que se realizan añadiendo elementos ad nauseam sobre la idea inicial. Quizá no me llevo bien por eso con mucho del cine de entretenimiento actual.

20140927-_9270492.jpg

Totalmente recomendable este libro para cualquier aficionado al cine. Lo disfrutará, y aprenderá. A mí me ha motivado también a revisar la filmografía de Ozu. Y quiero revisar al menos una parte en los próximos días o semanas. Me he planteado ver, o volver a ver, las tres películas de la denominada trilogía de Noriko, tres película importantes en la filmografía de Ozu, en las que la actriz Setsuko Hara interpretaba a tres mujeres diferentes de nombre Noriko. Ya he visto la primera… cuando vea las tres os lo cuento.

Tsurugaoka Hachimangu - Kamakura