Hace unos días incluía en una de estas entradas fotografías de la primera parte de un viaje a Portugal que hice en 1998. La excusa del viaje fue la celebración de la Exposición Internacional Lisboa ’98. Pero sólo la excusa. La realidad es que nos apetecía conocer el norte del país, complementando un viaje que habíamos hecho 4 años antes.
Pero ciertamente, llegamos a Lisboa y visitamos aquella Expo. Lo cierto es que sacamos un bono de tres días, y fuimos dos. Era mucho más interesante recorrer la ciudad, aunque ya la conocíamos que aquel gentío, aquellas colas, aquel… no sé muy bien como definirlo. Esto me marcó lo suficiente como para que cuando diez años más tarde se celebró en mi ciudad, Zaragoza, un evento de similares características me sintiese relativamente desapegado, y aunque le hice alguna visita, lo cierto es que nunca alcancé el entusiasmo ni de lejos que mostraron muchos otros de mis conciudadanos. He comprobado que para muchos de ellos fue el acontecimiento de sus vidas. Dejando aparte los hitos vitales habituales (matrimonios, nacimientos de hijos, etcétera), claro. Pero creo que he tenido la suerte de vivir suficientes experiencias como para que estas prefabricadas me sepan a poco. Y desde luego, vale un millón de veces recorrer las tierras portuguesas o las calles lisboetas que encerrarse tres días en una exposición de este tipo. Pero de todo dejaré testimonio aquí.
Navegando en torno a las islas Berlengas.
Atardecer en Obidos.
Tomando el sol, y sobre todo el aire, en la Praia do Guincho.
En el acuario de la Expo 1998 de Lisboa.
Al ver ahora las fotografías de los espectáculos de animación de la Expo 1998 de Lisboa y recordarlos, entiendo que los de la Expo 2008 de Zaragoza eran muy similares; todas estas manifestaciones están cortadas por patrones muy similares. Al fondo, el entonces novedoso puente Vasco de Gama. También la exposición de Zaragoza dejó notables obras públicas, uno de los motivos por el que agradecemos su celebración.
Fotos nos muy diferentes a estas también se vieron diez años más tardes a orillas del Ebro en lugar de a orillas del Mar da Palha.
En cualquier caso, siempre son oportunidad estas celebraciones para fotos más o menos vistosas.
Pero cuanto más no se disfruta recorriendo en los viejos tranvías lisboetas las calles de la capital portuguesa. Si no recuerdo mal, esta fotografía de la rua Vitor Cordon está inspirada por una de Bernard Plossu que vi hace unos 20 años en el festival de fotografía Tarazona Foto. Pero no he conseguido volver a ver aquella foto que se me quedó grabada en la memoria. Igual yerro con el fotógrafo… No sé…
Siempre he encontrado que el estilo manuelino es un poco demasiado abigarrado, un gótico tardío un poco excesivo, pero el claustro de los Jerónimos de Belém es digno de verse.
Y me despido ya de aquel viaje del año 98, con la luz del atardecer reflejándose en la Torre de Belém. Aun he vuelto una vez más después a Lisboa, en 2009. Pero de eso ya hablé en estas páginas en su momento.