En las últimas semanas he procurado agrupar las series que comentaba bajo algún criterio más o menos coherente. Saltándome para ello en alguna ocasión el orden en las que las había visto o terminado de ver. En esta ocasión me ceñiré al orden cronológico. De las que tengo pendientes de comentar, estas son las series que antes finalicé de ver. Una me llevo mi tiempo, la otra fue cosa de un fin de semana. Me explicaré enseguida. Vayamos con lo más sencillo de comentar.
Recientemente se estrenó en Netflix la segunda temporada de la surcoreana Joahamyeon Ullineun [좋아하면 울리는, avisa si a alguien le gusto o algo así], popularmente conocida en el resto del mundo como Love Alarm. La primera temporada, que nos hablaba de los amoríos de instituto que desembocaron en que un joven desarrollara una applicación para los móviles que avisa de que a alguien en un radio de 10 m le gusta el portador/a del móvil, y a los problemas que esto trajo para la protagonista, Kim Jojo, interpretada por Kim So-Hyun, una estrella joven en ascenso dentro de la televisión y el cine coreanos. Terminaba en un notable cliffhanger, que demostraba que en el más puro triángulo rectángulo, la joven hipotenusa era pretendida por dos apuestos catetos, uno de ellos con novia oficial, mientras que una modificación en su móvil impedía que nadie pudiera hacer saltar la alarma en el mismo. Habían sido ocho episodios con una historia, aunque serias deficiencias en la interpretación. No entiendo porqué la actriz esta, más allá de que sea más o menos monilla, sea un valor en alza en la interpretación. Porque lo que en la primera temporada era un razonable acierto de reparto, que prometía a pesar de sus limitaciones, en la segunda se ha convertido en un lastre de inexpresividad, empeorado por el hecho de que los giros argumentales debidos a las innovaciones en la trama, se habían convertido en la mínima tensión de un triángulo amoroso, tópico, mal desarrollado y mal interpretado, también por las limitaciones de los dos catetos. Supongo que estaba prevista otra tanda de ocho episodios para completar los 16 tradicionales de las series surcoreanas. Pero imagino que la pandemia a impuesto restricciones en los rodajes, y se han quedado en seis. Que como son de poco más de 40 minutos en lugar de los 60 a 80 tradicionales de las series coreanas,… sirvió para liquidarla en un fin de semana. Una serie que va a la baja, y cuya valoración final, para mí… es que no vale mucho la pena.

Pero mucho más interés despertó para mí Paranoia Agent, título internacional, o sea, en inglés, de la serie de animación Mōsō Dairinin [妄想代理人, agente delirante]. Es razonable, la traducción del título, en esta ocasión. Lo que me atrajo de esta serie de 13 episodios de media hora de duración que se puede ver en Filmin es que es la única serie que salió de la privilegiada creatividad del director japonés Kon Satoshi, prematuramente fallecido a los 46 años, tras una larga enfermedad (eufemismo tradicional para (no) decir cáncer), que en realidad no duro mucho. La cosa fue rápida. Kon es considerado uno de los genios de la animación mundial. Pero no dejó una obra extensa, además de participar como director en algunos episodios de series creadas por otros, y algunos cortos, rodó cuatro largometrajes y creó una serie, la que hoy nos ocupa. Hasta hace unas semanas, yo sólo había visto tres de sus películas en televisión, una de ellas también en la gran pantalla, hace poco más de un año en un evento especial. Con la visualización de esta serie, y la de la película que me faltaba en otro evento especial, la semana pasada, ya he visto todo lo que define a Kon como autor. Y realmente, sí, opino que es uno de los grandes, de la animación, y del cine en general. De la película que vi la semana pasada hablaré pronto.

En cuanto a la serie que nos ocupa, se nota por su factura, sus temas y su argumento que ha salido de la cabeza de Kon. Especialmente, por la mezcla del mundo real y mundos que pueden estar en la fantasía, en lo onírico o en la mente de las personas. Qué vamos a decir si en el título de la serie, tanto en el internacional como en el japonés, aparecen conceptos como paranoia o delirio. La trama circula alrededor de unos ataques que se producen en el distrito de Mushashino en Tokio, en los que un joven que se mueve sobre patines en línea a gran velocidad, agrede con un bate de beisbol doblado a personas que quedan gravemente heridas. Y todas estas personas, antes de la agresión, se encuentran en una situación altamente estresante y con sensación de estar en su vida en un callejón sin salida. La primera de las agredidas es una diseñadora gráfica joven, que tras conseguir el éxito con un personaje con forma de perrito, se encuentra presionada para repetir este éxito con otras creaciones. Pronto comprobaremos que es un personaje central y no meramente la primera de la lista entre los agredidos. Y también tienen un papel central los dos policías que se encargan en principio de caso, sin éxito.
La serie no es sencilla. Está llena de simbología diversa, y a partir del episodio 5 empieza a incluir elementos procedentes de los distintos puntos de vista de los implicados, entrando en el mundo de la fantasía… o de las ideas delirantes. Por lo tanto, quedan como dominantes tres grandes temas. El sentido de culpa que puede surgir cuando alguien mete la pata hasta dentro hasta dentro; la sociedad actual que arrincona a las personas, las estresa y las lleva al extremo con grandes dosis de despersonalización; y el trastorno mental delirante. No me atrevo a decir que sea una serie para todos los públicos, porque no lo es, desde luego no para un público infantil, pero creo que es obligada para los amantes de la animación y del cine/audiovisual en general.
