Me suscita este comentario la revisión de las fotografías que hice durante mis días de fiesta en Navidad. Que aunque fueran frescos muy de mañana, fueron bastante agradables en general. Sólo si durante unas horas al principio del día hubo niebla, se notó un frío más desagradable. Pero la niebla se levantó antes del mediodía casi todos los días. Sobre las fotografías podéis saber más en En Navidad, hace buen tiempo,… – Olympus mju-II con Fujifilm 200. Pero lo que más comentábamos en esos días era que llevábamos varios años en que el tiempo es muy benigno en los meses de noviembre y diciembre comparado con lo que era anteriormente. Y las mediciones que publican las agencias de meteorología confirman esta sensación subjetiva. Son las consecuencias de la crisis climática.
Pero acompañando a la crisis climática, siempre han venido un buen número de negacionistas. Durante años negaron la propia crisis, el calentamiento global. En algún momento de los primeros cinco años del siglo, los medios de comunicación planteaban debates, en todo el mundo, en el que personas discutían si el calentamiento global era una realidad o no. Creo que fue en Nature, pero quizá fue otra revista del mismo estilo y prestigio, se publicó en aquellos momentos una editorial en la que informaban que, en aquellos momentos, entre el 2000 y el 2005, de cada 100 artículos que se publicaban sobre el tema, 3 discutían si el calentamiento global era o no una realidad. Los 97 restantes lo que discutían era a qué velocidad se estaba produciendo, considerando probando este hecho. Un nefasto divorcio entre ciencia, prensa y política/sociedad, que probablemente nos cueste muy caro por la inacción para afrontar el problema.
En la actualidad ya no se niega el calentamiento global. Lo que se niega es que sea una crisis, y que tenga consecuencias negativas. Con argumentos peregrinos y absurdos, como que las plantas «respiran» CO2 y que les viene bien para prosperar. Sobre esto. Las plantas respiran oxígeno, como nosotros. Lo que sucede es que también consumen CO2 para la fotosíntesis, que no es «respirar». Cuando no hay luz, siguen respirando oxígeno, aunque no consuman dióxido de carbono para sintetizar las sustancias orgánicas necesarias para su subsistencia. Y que tan estupendamente nos vienen a los heterótrofos para la nuestra. Volviendo a lo que iba. El negacionismo hoy en día es negar las consecuencias negativas… aunque las suframos constantemente. En muertes por calor extremo. En eventos de meteorología extrema. En alteraciones en las cosechas y en los ritmos vitales de los animales. En la erosión de las tierras. En las sequías y la carencia de agua para los cultivos o las poblaciones. Qué triste. Nuevos retrasos a la hora de tomar medidas.
Aún no hemos llegado a la mitad del mes de junio, y ya estamos bajo la amenaza de una ola de calor con temperaturas máximas en el valle del Ebro de más de 40 ºC. Y ya es tópico común de conversación el «mira, fíjate tú, lo que está pasando con esto del cambio climático». Calentamiento global causado por el ser humano, se le ha llamado con más precisión durante mucho tiempo. Emergencia climática es la recomendación de estilo actual para precisar más la necesidad de tomar medidas con carácter urgente. Que nadie toma, realmente. Es curioso… en medios científicos se lleva hablando de un cambio climático impulsado por la actividad humana desde los años 50 del siglo XX, hace 70 años. Se siguió insistiendo desde los medios científicos en la cuestión durante décadas con escasa o nula repercusión. Pero realmente no fue hasta el cambio de siglo cuando la cuestión llegó realmente a los medios de forma habitual.
Mientras entre 2000 y 2010, los políticos y los medios de comunicación «jugaban» a discutir si el calentamiento global causado por el humano era o no era, hacia 2005 leí una comunicación que hablaba de que, en los artículos científicos sobre el tema, un 5 % de los estudios discutían si era o no era mientras que el 95 % restante se centraban ya en discutir a qué velocidad venía. Sólo en 2013, hace menos de 10 años, un comité intergubernamental de una agencia dependiente de las Naciones Unidas afirmó que había un cambio climático probablemente impulsado por el ser humano. Cierto es que el compromiso de Kioto para la disminución de emisiones de gases de efecto invernadero databa de 1997,… pero como el incumplimiento ha sido sido sistemático, hemos de asumir que los gobiernos lo firmaron como acto de pura fachada cara al público, sin compromiso real. Pero como estos días hace mucho calor… parece que ahora ya la gente se cree las cosas. Si el fin de semana que viene refrescase el tiempo… con la misma rapidez afirmarían que los del calentamiento global no es para tanto. En fin… La cosa es que como hace mucho calor, pero pretendo seguir manteniendo un cierto nivel de ejercicio físico, estos días madrugo bastante para salir a caminar entre 10 y 15 kilómetro al día con una temperatura razonable y saludable. Y hago fotos, como las que muestro en esta entrada.
Pasando a las cosas fotográficas, durante los días que estuve de viaje en mis recientes vacaciones falleció Bárbara Allende Gil de Biedma, popularmente conocida como Ouka Leele (1957 – 2022). Era una persona con una formación artística bastante profunda. Y que coincidió su despertar a la actividad artística con los revueltos tiempos de la transición de la dictadura a la democracia, o lo que sea que tengamos ahora. Y por ello, inevitablemente se le ha colgado la etiqueta de «fotógrafa de la movida». Porque claro, en España no hay más que Madrid. Y sólo lo que pasa en Madrid es importante. La cuestión es que durante aquel final de los setenta y durante los años ochenta del siglo XX hubo más fotógrafos, con diversos estilos, con diversas visiones y con diversas estéticas y filosofías como para meterlos a todos en un mismo saco. Y cada vez me molesta más esa etiqueta de «loquesea de la movida». Es reduccionista y prejuiciosa. Durante la mayor parte de aquellos años, su fotografía fue en blanco y negro, aunque solía colorear sus retratos monocromos con vistosos colores de acuarelas. Como ya he dicho, su formación artística era amplia, y sus habilidades como artista, diversas. Pero también he de decir que a mí, personalmente, me gusta más su fotografía en blanco y negro, que sus obras mas expresionistas llenas de chillones colores, pero que con frecuencia encuentro algo vacías de contenido. De tal forma, que el libro que más me gusta de ella es uno de obras inéditas que compré hace algunos años y donde abundan esas fotografías de juventud monocromas. Y lo hojeo con frecuencia. Realmente me gusta. Pero los coloricos chillones… ay, pues no mucho. En cualquier caso, que la tierra le sea leve.
Y retrocedemos también hasta los años 70 y 80 para hablar del último libro de fotografía que me ha llegado. Lo encargué en febrero, cuando todavía no se había publicado, pero ya se podía reservar. Pero no me ha llegado hasta principios de esta semana. Después de que haya ido y venido desde Alemania dos veces más. Porque la gente de FedEx decidió que lo quería pasear, pero no les apetecía traérmelo a casa. Durante semanas. Al final, el vendedor, gente seria y formal, se puso en contacto conmigo, le conté, cambió de empresa de mensajería… y me llegó en unos pocos días sin problemas. El libro es JAL 76 88 del fotógrafo canadiense Greg Girard también aquí (instagram). Girard ha vivido durante buena parte de su carrera en países del Asia más oriental, a cuyos paisajes urbanos y humanos ha orientado su cámara y su visión.
El libro que nos ocupa, y que me está encantando, como ya suponía, es una extensión de un trabajo previo del fotógrafo, Tokyo-Yokosuka 1976-1983, con nueva obra no publicada previamente añadida. No he encontrado una explicación concreta, pero quiero imaginar que JAL vendrá de una de las dos aerolíneas más importantes del país (Japan Airlines, que es considera la aerolínea de bandera del País del Sol Naciente), siendo la otra ANA (All Nippon Airways) que es la única de las dos en la que he viajado. El caso es que, con la extension del periodo de tiempo, de alguna forma es un testimonio del Tokio anterior al estallido de la burbuja inmobiliaria a final de la década de los 80. Un momento de crecimiento y actividad económica que parecía imparable, y que dio lugar a una metrópoli prototipo de las grandes ciudades globales que ahora pululan por el mundo, especialmente por Asia. Un conjunto amplio de fotografías, tanto en blanco y negro como en color. Las primeras más centradas en las personas, las segundas más en el paisaje urbano, y con unos tonos muy expresionistas, y con ambientes nocturnos, muy al «estilo Blade Runner» para que se me entienda. Tiene escaso texto. Sólo al final hay un indice de fotografías, con los pies de foto de cada una de las imágenes, muchas de las cuales se muestran a doble página. Da para mucho. El ir contemplando y destripando todas estas imágenes lleva tiempo y dedicación. Así que a pesar de la ausencia de texto, se tarda en leer. Muy recomendable.
Dicen por ahí que Ian McEwan es el escritor de narrativa de ficción más importante de la actualidad. Yo he tenido oportunidad de leer dos de sus novelas, y ambas me han gustado bastante. Lo que no sé es si subir a lo alto del pedestal. Quizá eso es lo de menos. En su última novela, la emprende con el calentamiento local. O a lo mejor no. A lo mejor la emprende con algo más profundo todavía.
Solar Ian McEwan (traducción, Jaime Zulaika) Panorama de narrativas, Anagrama, 2011 ISBN: 9788433975553
Una de las oportunidades de redención para el protagonista de la novela, tiene que ver con un pulcro apartamento cerca de Primrose Hill, lugar donde los londinenses gustan de disfrutar de los días de buen tiempo, con vistas de la ciudad (Canon Digital Ixus 400).
Estamos en el año 2000. Michael Beard es un físico famoso, ganador del premio Nobel por sus aportaciones sobre el comportamiento de la luz en el marco de la teoría de la relatividad de Einstein. Pero eso fue muchos años antes. Desde entonces vive acomodado pero sin aportar grandes cosas. Comedor, bebedor, mujeriego; va por su quinto matrimonio que hace aguas por todas partes. Descubre que su mujer le es infiel. Y un joven físico del instituto dedicado a las energías alternativas para luchar contra el cambio climático donde trabaja un día a la semana le irrita con su desparpajo, su falta de complejos y su originalidad. Todo conspira para complicar su vida. A la vuelta de un esperpéntico viaje a un fiordo helado en el círculo polar ártico, alguien morirá y su vida cambiará. Volveremos a encontrarlo en 2005 y en 2009, en el que finalmente las consecuencias de todo lo que ha hecho y lo que no ha hecho en su vida explotará.
Con esta novela ha estado a punto de pasarme como con La conjura de los necios. Aquella es una novela que nunca he podido terminar por el rechazo visceral que me produce su protagonista. En este casi casi es lo mismo. Pero he llegado al final, para conocer el devenir de este físico, que sin duda alguna es la personificación de los defectos de la sociedad occidental actual. Avaro, consumidor en exceso, desconsiderado con los demás, egoísta… su glotonoría es la metáfora perfecta del derroche de recursos de la sociedad contemporánea. Del consumo desmedido. Esto es algo de lo que te vas dando cuenta cuanto más reflexionas sobre lo que has ido leyendo. Quizá la figura de Michael Beard incomoda especialmente por no deja de ser ese alter ego de todos nosotros que no queremos reconocer. Es todo lo que no nos gusta de nosotros mismos, como colectivo, pero quizá también como individuos. También es un espejo de la capacidad del ser humano para cometer errores. Al protagonista, un privilegiado desde todos los puntos de vista, constantemente se le ofrecen oportunidades para corregir su rumbo. Pero con con una constancia igualmente persistente, domina su vertiente negativa para huir hacia delante, insistiendo en sus errores.
De fondo, el asunto del calentamiento local, que es tratado paródicamente pero no por ello con menos seriedad. Al fin y al cabo, lo que se parodia no es el problema, sino la actitud de científicos, politicos, intelectuales, la sociedad en general ante el problema. Lo cual también nos debería reflexionar sobre el hecho de que tenemos un problema, un problema grave. Al igual que Beard aunque diagnostiquemos correctamente los problemas que el mundo presenta, que nuestra civilización ostenta, no sólo no corregimos el rumbo sino que persistimos con igual constancia en nuestros errores.
La novela nos divertirá en muchas ocasiones. Tanto el viaje al ártico, como la muerte que pone fin al primer acto de la novela son momentos de increíble comicidad. Pero también es una novela dramática, y por qué no decirlo, trágica en cuanto a las consecuencias finales. En cualquier caso, cuanto más reflexiono sobre lo que he leído, más recomendable me parece. Así que, a por ella.
Describe la novela tanto los niños jugando como las cometas volando en Primrose Hill (Canon Digital Ixus 400).