Almudena Grandes es una de esas autoras, o autores, aquí nada tiene que ver el sexo o género del autor, que lo mismo me da que sea mujer u hombre, que cayéndome bien, no siempre conecto con su obra. Por ejemplo, en cine me pasa con Scorsese. Me gusta el tipo, he leído cosas suyas muy interesantes, es un excelente director, pero no pocas de sus películas, incluso algunas de las más afamadas, no me engancha. Con Grandes me pasa algo parecido. Misterios de la vida.
Recientemente me prestaron este libro. Así a la antigua. No sé si esto ahora se considera piratería, es una duda que me entra. Hace treinta años te prestaban un libro y era de lo más normal. Ahora igual te denuncian por violar vete tú a saber qué derechos… Bueno. Me lo prestaron y lo leí, terminándolo justo antes de irme de vacaciones. Hace ya dos semanas por lo tanto que lo terminé. Es larguillo… Con 768 páginas es un poco demasiado para mí, que me prefiero las obras que son capaces de contar más con menos. Siempre, en todo tipo de artes, me ha gustado la capacidad de síntesis, la economía de recursos, el menos es más. Pero bueno… hay excepciones o situaciones en las que el volumen del volumen está justificado. Ya veremos.
Encuadrado en su serie «Episodios de una guerra interminable», Grandes se inspira en los Episodios Nacionales de Galdós, para presentarnos las vicisitudes de la historia española en el contexto del desgraciado conflicto (in)civil que asoló la convivencia durante décadas, y cuyas consecuencias todavía padecemos. Al igual que en los episodios del escritor canario, se mezclan personajes ficticios con personajes de la historia real, narrándonos sus peripecias, pero sin que se convierta en una ucronía. Es decir, manteniendo la fidelidad a los hechos históricos que permanecen invariables. En esta ocasión partimos de la historia ficticia de un médico en el Madrid republicano de la guerra, que se ve obligado a vivir con identidad ficticia para evitar represalias en el Madrid fascista de la posguerra. A esto hay que añadir otros personajes ficticios, como un diplomático metido a espía, un par de divisionarios en Rusia, una pija falangista refugiada en el Madrid de la guerra, y algunos otros. La parte histórica del episodio corresponde a algunos lances de la guerra en Madrid, o de la guerra mundial en Rusia y Berlín, pero sobretodo a la colaboración del gobierno fascista de Franco con los nazis que buscaron refugio, primero en España, después en Sudamérica, buscados por los aliados por los crímenes de guerra. Y así, aparecen personajes más o menos infames como la falangista Clara Stauffer, o el paramilitar nazi austriaco especializado en operaciones especiales Otto Skorzeny. Paramilitar porque perteneció al ejército paralelo de las Waffen-SS y no al ejército regular alemán. Pero precisamente por ello, este cuerpo armando, más proclive a los desmanes criminales de la Alemania nazi, en los que participaron con especial entusiasmo y fanatismo.
De indudable interés histórico, con un notable esfuerzo de documentación de la autora que se agradece, y con alegrías en la mezcla de lo real y lo ficticio que quedan bien encajadas, sin que nada rechine, la novela es a pesar de todo, como me temía larga en exceso para lo que en realidad a de contar. Entendámonos. Está bastante bien. Me parece una lectura recomendable, que te da un baño en el ambiente y en la sociedad de la época, que te ayuda a entender. Pero mientras que los capítulos dedicados a la guerra civil se leen con agilidad e interés, con una mezcla de drama, algo de acción y a ratos un conveniente humor, después, cuando tiene que afrontar la posguerra, se contagia un poquito de la grisura de la época, resultando en un relato prolijo, más sabiendo donde van a parar los esfuerzos de los protagonistas. Pues como he comentado al principio, fiel al espíritu de los episodios nacionales, la historia es la que es, y no se puede cambiar.
Pero bueno, más allá de esta crítica, el balance global me parece positivo. He disfrutado razonablemente de la novela, y alabo el propósito de la autora de aportar su grano de arena a la memoria histórica del país, aceptando su subjetividad y preferencias, pero sin perder rigor en los hechos. Obviamente, habrá quien rechace la obra por motivos ideológicos… pero allá ellos. La historia es la que es.