Ya lo he comentado en alguna ocasión. La fotografía en infrarrojo es para el verano. Abundancia de luz durante muchas horas. Entre ella, aunque no la registre nuestra visión, abundancia de radiación infrarroja. Que es reflejada intensamente, aunque no lo sepamos ver, por las abundantes hojas verdes de las plantas. Mientras que el cielo o las superficies de agua quedan oscurecidas por su incapacidad para reflejar o dispersar estas longitudes de onda. Sin embargo, en los últimos tiempos, no había salido tan apenas con material sensible al infrarrojo. Hace unas semanas lo hice.


Los avatares que sufrí para ello, debido a mis despistes, los narro en la publicación correspondiente de Carlos en plata. Pero en general,… acabé contento. Pasado el «sofoco» inicial del despiste inicial que me impidió usar el trípode, que me hubiese generado paz de espíritu, la cosa fue razonablemente bien. Os dejo aquí algunos ejemplos de esa mañana de verano. En el infrarrojo cercano. Como los telescopios espaciales, que también observan en el universo en esta longitud de onda para descubrir los misterios del pasado remoto de nuestro universo, cuando era un universo jovencito.



























































