Llevaba algunas semanas sin publicar el domingo mis habituales recomendaciones semanales, por un motivo u otro. Desde hace un mes o así. Ayer tampoco lo hice, porque me apetecía hablar de algunas series y películas de animación que me han gustado recientemente. Pero de hoy, aprovechando que estoy de vacaciones, ya no pasa. Y aunque sea de forma rápida, aquí van algunas. Acompañadas de unos tulipanes y narcisos, fotos realizadas en marzo, y que todavía no había tenido tiempo de revisar. Y de comentar en Florecimiento de bulbosas en el Parque Grande – Canon EOS 3 con Cinestill 50D.
Coco Capitán es una fotógrafa sevillana, basada en Londres, que dice ser tímida. En cualquier caso, hace unas semanas, en Another Magazine mostraron algunas fotografía suyas, de la juventud adolescente, realizadas en Kioto, Japón, que me parecieron interesantes. El tema de la adolescencia empieza a estar muy trillado, especialmente for fotógrafas, mujeres digo, pero bueno… supongo que es que da mucho de sí.
Siguiendo por Japón, los paisajes de Toshio Shibata, muchas veces marcados por la presencia humana a través de sus obras con cemento y hormigón, me han interesado en varias ocasiones. Y nuevamente me aparecen, esta vez en Booooooom.
Roger Deakins es un director de fotografía (cinematografía) bastante prestigioso y premiado. El repaso a las películas en las que ha sido director de fotografía es bastante impresionante. En PetaPixel nos recordaron que también le gusta la fotografía fija. Y en contraste con el interesante manejo del color de sus obras cinematográficas, con una blanco y negro muy elegante.
Siguiendo en la relación entre cine y fotografía, en Feature Shoot nos hablaron hace unos días de cuatro fotógrafos que se han inspirado en la saga Star Wars para sus proyectos fotográficos. Se trata de Ashly Stohl, Thomas Dagg, Mako Miyamoto y Daniel Picard.
Mikiko Hara también es una fotógrafa con la que me he encontrado de vez en cuando. Y tiene algunas fotografías que siempre me han intrigado. Dentro de ese estilo de baja fidelidad que da cierto uso de la película fotográfica, y con la sobriedad del formato cuadrado, nos da nuevas visiones de elementos aparentemente banales de la vida cotidiana. Y lo hemos visto en Lensculture.
Tenía ganas de ver esta película por varios motivos. El primero, porque el periodo y los hechos históricos en los que se enmarca la acción de su argumento me interesan. Hubo quienes creyeron que la Primera Guerra Mundial era la guerra que iba a terminar con todas las guerras. Otros pensamos que es la madre de todas las que han venido después… incluso que, conceptualmente, no ha acabado y seguimos en ella. El segundo motivo, porque aunque Sam Mendes ha tenido una trayectoria con cierta irregularidad, tiene suficientes haberes en su cuenta como para que sea interesante lo que tiene que contar como director cinematográfico. Y el tercer motivo, porque al contrario de lo que sucede habitualmente, el avance de la película me resultó motivador. Habría que hacerse mirar este tema de los avances, los tráileres… qué poco me gusta esa palabra,… que engañan, destripan o desvirtúan la mayor parte de las películas, todo en nombre del dinero que quieren recaudar la industria. Y todo ello, tras unos meses en los que la mayor parte de las películas que compiten en las distintas convocatorias de premios cinematográficos que llegan entre el final del año y el principio del siguiente me han resultado más o menos decepcionantes. Hay mucho oficio en el cine actual, pero poca capacidad para contar historias. O pocas historias que me interesen.
Lieja, Namur, Dinant, Lovaina,… y tantas otras ciudades que sufrieron la rabia y la crueldad de un invasor alemán que perdió el norte en su deseo de llevar la «kultur» germánica a toda Europa, equivocando por completo los medios, y perdiendo las primeras batallas con sus primeros «éxitos» bélicos; la de la opinión pública histórica, y la entrada en guerra del Reino Unido, que cerró en gran medida, a pesar de sus derrotas, la posibilidad de una pinza con éxito, en las primeras semanas de conflicto.
Mendes nos traslada a la primavera de 1917, en un momento importante de la historia del conflicto. 1916 fue un año de batallas muy importante, que involucraron a una gran cantidad de hombres y recursos, con muchas bajas, pero escasos efectos aparentes sobre las posiciones en el frente de batalla. Pero sí que hubo efectos no aparentes en el conjunto. Verdun y el Somme dejaron ciertas ventajas del lado de la Entente. Pero sobretodo, fueron agotadoras para Alemania. Que seguía peleando en dos frentes. Y cuyos aliados, especialmente los austriacos, tenían un rendimiento que casi se podría calificar de deplorable. Económicamente, la situación de los germanos también era muy compleja. Sus recursos estaban muy limitados, y no podía soportar ni demográficamente ni industrialmente las necesidades de una guerra extenuante. Por ello decidieron hacer una retirada organizada entre el final del invierno y el principio de la primavera en los primeros meses de 1917, con el fin de reducir su línea del frente, de modo que pudiera ser más eficientemente sostenida con menos recursos. La operación, que conllevaba sus riesgos, especialmente si los anglofranceses explotaban el momento para lanzar una ofensiva, fue un éxito, y una demostración del genio alemán como planificadores e ingenieros. Una pena que no dedicaran este genio a temas más pacíficos. Cuando fue evidente que la retirada era un hecho, el desconcierto en las líneas de la Entente hizo que hubiera partidarios de la prudencia, mientras que otros interpretaran el hecho como una muestra de debilidad y de que había que actuar agresivamente, atacando a los alemanes. En ese momento no se conocían los detalles de la operación Alberich, que así se llamó la retirada a la línea Hindenburg de defensa.
En este entorno histórico, que es cierto y preciso, Mendes nos plantea una situación ficticia. Un batallón inglés va a atacar el frente alemán, bajo el supuesto de su supuesta debilidad. Pero al mando superior ha llegado información de que esta debilidad no es real, y probablemente van a ser aniquilados. Por lo que se encarga a dos cabos, Blake (Dean-Charles Chapman) y Schofield (George MacKay), la misión de llevar una orden escrita de un general (Colin Firth) al coronel al mando del batallón (Benedict Cumberbatch), para evitar el ataque y la masacre. A partir de ahí, comienza una misión contrarreloj en la que ambos cabos han de atravesar un territorio en el que no se sabe muy bien que pueden encontrar, con la angustia añadida de que el hermano de uno de ellos es oficial del batallón que va a lanzar el ataque en la madrugada del día siguiente.
La película está rodada como una falso largo plano secuencia, que supone una maravilla de planificación y técnica cinematográfica con Mendes como director y Roger Deakins como director de fotografía como principales artífices, aunque con el evidente mérito de todo el equipo de la película. Con catorce candidaturas a los Oscar para Deakins, pero sólo una estatuilla, reciente… en lo que a mí se refiere creo que es el trabajo con más mérito en el año 2019 de los que he visto. Así como lo es el de Mendes en lo que se refiere al suyo. Tanto a nivel conceptual, como a nivel de su realización técnica, estamos en la práctica ante una auténtica obra maestra, en el que claramente la peripecia de los cabos es el macguffin que nos permite tener un sobrecogedor panorama de la realidad de la guerra en esos momento del conflicto. Si algo se le puede reprochar a la película, al director en concreto, es su visión lógicamente probritánica, que quizá no plantee con la suficiente crudeza los errores que se cometieron por el lado británico. Como sucedía en otra película bélica reciente, el enemigo alemán aparece poco, muchas veces difuminado o como una presencia casi invisible, pero amenazadora. Solamente una escena presenta un rostro alemán relativamente iluminado y no enmascarado.
Otra cuestión es la interpretación. Es difícil valorar las interpretaciones de una cinta en la que, salvo el personaje principal interpretado por MacKay, es muy coral. Salen muchos, con pequeños o minúsculos papeles. Difícil valorar el trabajo de Firth o de Cumberbatch; dan muchas ganas de saber más del capitán Smith, interpretado por Mark Strong, en quien creemos entrever el punto medio entre el soldado, con poca información y sobre el que se carga gran parte del sufrimiento humano del conflicto, y los coroneles y generales, más alejados de la realidad y con intereses que van desde el estricto cumplimiento del deber al deseo de brillar sin importar el coste humano. Los oficiales intermedios siempre resultan un punto medio de interés entre ambos extremos, tuvieron más información, solían tener mejor formación y cualificación que la tropa, pero estuvieron también muy expuestos a ser bajas. De hecho, muchos de los mejores oficiales del tipo teniente o capitán fueron baja en ambos bandos. Pero MacKay, de 28 años, que ya me causó muy buena impresión en cierta simpática película con canciones, carga con valentía con un papel intenso emocionalmente y físicamente exigente. Y va a ser injustamente ninguneado en la temporada de premios.
Película que hay que ver. Si eres aficionado al cine, la tienes que ver. Necesariamente. Y si sólo vas al cine como divertimento,… pues también. Porque aúna en un mismo acto cine de alto nivel con entretenimiento… que no diversión. Porque el tema es serio. Y necesario. Un películón. Quizá no llegue al grado de «películón que te cagas», pero un películón.
En el blog Tierra de cinéfagos terminaron ayer una serie de tres entradas sobre tres directores de fotografía del cine actual. Los mosqueteros de la fotografía moderna les han llamado. En la serie, podemos encontrar artículos dedicados a Roger Deakins, Robby Müller y Darius Khondji. Creo que son de recomendada lectura para los amantes del cine.
La dirección de fotografía en el cine es uno de los aspectos más importantes pero a la vez menos comprendidos por el gran público. He venido observando que las más de las veces, cuando los espectadores salen de un película y dicen aquello de «la fotografía es muy buena», generalmente se refieren a que han visto espectaculares paisajes, o en general magníficas localizaciones tanto del medio natural como de ciudades conocidas. Tristemente, también he llegado a la conclusión que cuando se emite esa opinión, «la fotografía es muy buena», generalmente es que no se han sacado muchas otras cosas buenas del filme. Son observaciones subjetivas, mías, y por lo tanto potencialmente equivocadas, pero es lo que hay.
Sin embargo, la fotografía en el cine es otra cosa. Una disciplina a caballo entre los oficios técnicos y artísticos o creadores del cine, y que trata de la luz. Y del camino que ha de recorrer hasta alcanzar el medio sensible, generalmente película cinematográfica, pero cada vez con más frecuencia y sensor electrónico que produce una imagen digital. Iluminar un filme no es fácil. Da el ambiente, sugerir, la textura de la imagen, son cosas que se deciden entre el director de la película y el director de fotografía. Y condicionan mucho el resultado final. Hay directores que confían y dan libertad y creatividad a sus directores de fotografía, otros les piden simplemente las soluciones técnicas a su visión.
En cualquier caso, creo que es una figura no reconocida lo suficientemente. Así que sirva como propuesta para conocerlos un poco más y mejor.
Os dejo los enlaces en IMDbde los tres directores de fotografía mencionados para poder acceder a su filmografía, y os pongo una película en la que hayan participado y que particularmente me haya impresionado en su fotografía:
Qué importante es la luz, tanto en la fotografía fija como en la cinematográfica; como la de las calles de Amsterdam en una tarde lluviosa - Panasonic Lumix GF1, G 20/1,7 ASPH.