[Cine] Im Westen nichts Neues (2022)

Cine

Im Westen nichts Neues (2022; 50/20221018)

En 2006 vi en mi aparato de televisión la película de 1930, dirigida por Lewis Milestone, All quiet on the Western Front. No suelo hacer reseñas en este Cuaderno de ruta de películas que no sean de estreno. Pero tanto me impresionó, que hice un breve comentario. No era la primera vez que la veía, de eso estoy seguro. Pero sí que había pasado mucho tiempo desde la vez o veces anteriores, quizá un par de décadas. Y la visión del mundo que te da la edad, mi mayor experiencia y conocimiento sobre el medio cinematográfico, y algunos elementos relacionados con ese momento de mi vida, hicieron que la apreciase de otro modo. La apreciase más y mejor. También había leído el libro de Erich Maria Remarque en el que se basa muchos años antes. Y lo volvía a leer en agosto de 2008, también con otros ojos y otra mentalidad, pasando a formar parte desde ese momento de mis imprescindibles en la biblioteca.

Así que, cuando me enteré que desde Alemania volvían a revisitar el texto de Remarque en una nueva adaptación al cine, me entró mucho interés. Es cierto que cuando supe que venía impulsada por Netflix se me enfriaron los ánimos, porque en materia de largometrajes, la plataforma en línea da muchas de arena por cada una de cal. En cualquier caso, dado que ha tenido un estreno limitado en cines para poder optar a determinados premios, decidimos que era película para verla en pantalla grande, y la vimos la semana pasada, antes de que este próximo viernes esté a disposición de todos los abonados a la plataforma. Veamos pues qué tal la nueva versión de esta historia, ya universal, dirigida en esta ocasión por Edward Berger.

Originalmente, Remarque nos contó la historia del soldado alemán de la Primera Guerra Mundial Paul Bäumer (Felix Kammerer), homenaje al as de la aviación del mismo nombre en el mismo conflicto, que se presenta voluntario para el frente al principio de la guerra, siendo partícipe de la misma durante toda su extensión. La película de Berger presenta algunas diferencias, algunas de ellas notables. La primera es que Bäumer se alista a principios de 1917, con la guerra muy avanzada. Se nos presentan algunas acciones tras llegar al frente occidental, y luego hay una elipsis que nos traslada a finales de octubre de 2018, a muy pocas semanas del alto el fuego y el armisticio. La segunda es que, en paralelo a la peripecia de Bäumer, se nos cuenta la de Matthias Erzberger (Daniel Brühl), representante del reich alemán que firmó el armisticio en Compiegne que dio lugar al final de las hostilidades. Este episodio no aparece en la novela de Remarque.

Dos cosas tenía claras cuando salimos de la sala de cine, en la que sólo estuvimos cuatro personas, nosotros dos y dos personas aisladas más. La primera es que la realización del película y las interpretaciones son de primer orden, pudiendo equipararse a las superproducciones norteamericanas bélicas de las últimas décadas, aunque probablemente con bastante menos presupuesto, aunque no falta esfuerzo de producción en el filme. Además la película avanza con ritmo manteniendo el interés del espectador, el guion es bueno. La segunda es que no tenía nada claro si la película era realmente fiel a la obra de Remarque o no. Y ahora no me refiero a la cuestión argumental, ya he señalado las principales diferencias, sino a su espíritu.

Tras casi una semana de reflexión, he llegado a la conclusión de que esta última cuestión me da igual. Remarque, en su novela, insistía en que no quería hacer una obra política, que lo único que buscaba era que el lector alcanzase la comprensión sobre la vivencia del soldado en el frente. Claro… esto en sí mismo es un acto político. Si alcanzamos la comprensión de lo que es la vivencia de los soldados en el frente, el terror, la lucha por la supervivencia, la perversa «lógica» de las decisiones militares, el absoluto desafuero que supuso la guerra de trincheras en aquellos miserables años, necesariamente estamos adoptando una postura antibélica. Quizá Remarque no quería hacer política, o quizá no quería cabrear (demasiado) a los sectores conservadores de la sociedad alemana (su novela fue denostada y condenada por Hitler, y su lectura fue prohibida en mucho ejércitos de distintos países). No es esa la intención de Berger, que si toma una postura clara desde el principio contraria no sólo a la guerra y los ejércitos, sino también a la actitud del militarismo prusiano (y también francés, el revanchismo gabacho por la derrota de 1871 fue una de las causas subyacentes a la guerra), especialmente puesto de manifiesto en la figura de los militares de alta graduación que desfilan en la pantalla.

La película me parece altamente recomendable. Es más cruda y directa a las vísceras que la novela de Remarque, que también destila a veces cierta poesía melancólica. Berger no nos hace perder la humanidad. Al fin y al cabo Bäumer y, especialmente, su compañero de fatigas el veterano Katz (Albrecht Schuch, auténtico robaescenas de la película) no dejan de mantener restos de humanidad en sus acciones, incluso en los momentos más difíciles de esos últimos días de la guerra, y a pesar del desencanto en el que se ven inmersos. Si no queréis ir al cine… donde os recomiendo que la veáis (aunque creo que en Zaragoza la han retirado tras una única semana), vedla en Netflix. Y vedla en versión original, por favor. La única que se ha estrenado en salas. Es la única forma de apreciar las sutilezas del diálogo y de los personajes, incluso si no sabes nada de alemán (o francés).

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****

[Cine] 1917 (2019)

Cine

1917 (2019; 02/20200110)

Tenía ganas de ver esta película por varios motivos. El primero, porque el periodo y los hechos históricos en los que se enmarca la acción de su argumento me interesan. Hubo quienes creyeron que la Primera Guerra Mundial era la guerra que iba a terminar con todas las guerras. Otros pensamos que es la madre de todas las que han venido después… incluso que, conceptualmente, no ha acabado y seguimos en ella. El segundo motivo, porque aunque Sam Mendes ha tenido una trayectoria con cierta irregularidad, tiene suficientes haberes en su cuenta como para que sea interesante lo que tiene que contar como director cinematográfico. Y el tercer motivo, porque al contrario de lo que sucede habitualmente, el avance de la película me resultó motivador. Habría que hacerse mirar este tema de los avances, los tráileres… qué poco me gusta esa palabra,… que engañan, destripan o desvirtúan la mayor parte de las películas, todo en nombre del dinero que quieren recaudar la industria. Y todo ello, tras unos meses en los que la mayor parte de las películas que compiten en las distintas convocatorias de premios cinematográficos que llegan entre el final del año y el principio del siguiente me han resultado más o menos decepcionantes. Hay mucho oficio en el cine actual, pero poca capacidad para contar historias. O pocas historias que me interesen.

Lieja, Namur, Dinant, Lovaina,… y tantas otras ciudades que sufrieron la rabia y la crueldad de un invasor alemán que perdió el norte en su deseo de llevar la «kultur» germánica a toda Europa, equivocando por completo los medios, y perdiendo las primeras batallas con sus primeros «éxitos» bélicos; la de la opinión pública histórica, y la entrada en guerra del Reino Unido, que cerró en gran medida, a pesar de sus derrotas, la posibilidad de una pinza con éxito, en las primeras semanas de conflicto.

Mendes nos traslada a la primavera de 1917, en un momento importante de la historia del conflicto. 1916 fue un año de batallas muy importante, que involucraron a una gran cantidad de hombres y recursos, con muchas bajas, pero escasos efectos aparentes sobre las posiciones en el frente de batalla. Pero sí que hubo efectos no aparentes en el conjunto. Verdun y el Somme dejaron ciertas ventajas del lado de la Entente. Pero sobretodo, fueron agotadoras para Alemania. Que seguía peleando en dos frentes. Y cuyos aliados, especialmente los austriacos, tenían un rendimiento que casi se podría calificar de deplorable. Económicamente, la situación de los germanos también era muy compleja. Sus recursos estaban muy limitados, y no podía soportar ni demográficamente ni industrialmente las necesidades de una guerra extenuante. Por ello decidieron hacer una retirada organizada entre el final del invierno y el principio de la primavera en los primeros meses de 1917, con el fin de reducir su línea del frente, de modo que pudiera ser más eficientemente sostenida con menos recursos. La operación, que conllevaba sus riesgos, especialmente si los anglofranceses explotaban el momento para lanzar una ofensiva, fue un éxito, y una demostración del genio alemán como planificadores e ingenieros. Una pena que no dedicaran este genio a temas más pacíficos. Cuando fue evidente que la retirada era un hecho, el desconcierto en las líneas de la Entente hizo que hubiera partidarios de la prudencia, mientras que otros interpretaran el hecho como una muestra de debilidad y de que había que actuar agresivamente, atacando a los alemanes. En ese momento no se conocían los detalles de la operación Alberich, que así se llamó la retirada a la línea Hindenburg de defensa.

En este entorno histórico, que es cierto y preciso, Mendes nos plantea una situación ficticia. Un batallón inglés va a atacar el frente alemán, bajo el supuesto de su supuesta debilidad. Pero al mando superior ha llegado información de que esta debilidad no es real, y probablemente van a ser aniquilados. Por lo que se encarga a dos cabos, Blake (Dean-Charles Chapman) y Schofield (George MacKay), la misión de llevar una orden escrita de un general (Colin Firth) al coronel al mando del batallón (Benedict Cumberbatch), para evitar el ataque y la masacre. A partir de ahí, comienza una misión contrarreloj en la que ambos cabos han de atravesar un territorio en el que no se sabe muy bien que pueden encontrar, con la angustia añadida de que el hermano de uno de ellos es oficial del batallón que va a lanzar el ataque en la madrugada del día siguiente.

La película está rodada como una falso largo plano secuencia, que supone una maravilla de planificación y técnica cinematográfica con Mendes como director y Roger Deakins como director de fotografía como principales artífices, aunque con el evidente mérito de todo el equipo de la película. Con catorce candidaturas a los Oscar para Deakins, pero sólo una estatuilla, reciente… en lo que a mí se refiere creo que es el trabajo con más mérito en el año 2019 de los que he visto. Así como lo es el de Mendes en lo que se refiere al suyo. Tanto a nivel conceptual, como a nivel de su realización técnica, estamos en la práctica ante una auténtica obra maestra, en el que claramente la peripecia de los cabos es el macguffin que nos permite tener un sobrecogedor panorama de la realidad de la guerra en esos momento del conflicto. Si algo se le puede reprochar a la película, al director en concreto, es su visión lógicamente probritánica, que quizá no plantee con la suficiente crudeza los errores que se cometieron por el lado británico. Como sucedía en otra película bélica reciente, el enemigo alemán aparece poco, muchas veces difuminado o como una presencia casi invisible, pero amenazadora. Solamente una escena presenta un rostro alemán relativamente iluminado y no enmascarado.

Otra cuestión es la interpretación. Es difícil valorar las interpretaciones de una cinta en la que, salvo el personaje principal interpretado por MacKay, es muy coral. Salen muchos, con pequeños o minúsculos papeles. Difícil valorar el trabajo de Firth o de Cumberbatch; dan muchas ganas de saber más del capitán Smith, interpretado por Mark Strong, en quien creemos entrever el punto medio entre el soldado, con poca información y sobre el que se carga gran parte del sufrimiento humano del conflicto, y los coroneles y generales, más alejados de la realidad y con intereses que van desde el estricto cumplimiento del deber al deseo de brillar sin importar el coste humano. Los oficiales intermedios siempre resultan un punto medio de interés entre ambos extremos, tuvieron más información, solían tener mejor formación y cualificación que la tropa, pero estuvieron también muy expuestos a ser bajas. De hecho, muchos de los mejores oficiales del tipo teniente o capitán fueron baja en ambos bandos. Pero MacKay, de 28 años, que ya me causó muy buena impresión en cierta simpática película con canciones, carga con valentía con un papel intenso emocionalmente y físicamente exigente. Y va a ser injustamente ninguneado en la temporada de premios.

Película que hay que ver. Si eres aficionado al cine, la tienes que ver. Necesariamente. Y si sólo vas al cine como divertimento,… pues también. Porque aúna en un mismo acto cine de alto nivel con entretenimiento… que no diversión. Porque el tema es serio. Y necesario. Un películón. Quizá no llegue al grado de «películón que te cagas», pero un películón.

Valoración

  • Dirección: *****
  • Interpretación: *****
  • Valoración subjetiva: *****
2001. Viaje a Bélgica y París, París (Francia). carloscarreter.es | carloscarreter.com | Tumblr | Twitter | Facebook.. carloscarreter.com | Tumblr | Twitter | Facebook.. carloscarreter.com | Tumblr | Twitter | Facebook.

[Libro] Los cañones de agosto

Historia, Literatura

Hace ya unos meses, a principios de septiembre, apareció de oferta este libro, ensayo histórico, de la historiadora y escritora norteamericana Barbara Tuchman. La historia de la Primera guerra mundial me parece muy interesante desde hace ya unos cuantos años. Y le dediqué bastantes horas de lectura con motivo del centenario de su comienzo. De todo tipo. Ficción, ensayo, recopilación de escritos, historieta,… Soy de los que piensan que el mundo que tenemos hoy viene determinado en gran medida por lo que sucedió en el verano de 1914. Que otros conflictos del siglo XX, grandes o pequeños, no son más que la continuación de lo que comenzó en aquellos momentos. Y creo que Tuchman también es de esa opinión, especialmente después de haber leído el libro.

Alsacia, uno de los motores del belicismo francés y uno de los grandes errores históricos de la política del Reich alemán, incapaces de incorporar a su propio país un territorio que, a pesar de su incondicional adhesión a Francia, tienen una cultura totalmente germánica. Estrasburgo en esta fotografía, Metz, en Lorena, en el encabezado.

En el prólogo, Tuchman explica cómo llegó a su escritura. La escritora tuvo una formación universitaria formal en su juventud, pero no siguió una carrera académica. Perteneciente a una adinerada familia de banqueros de origen judío, optó por casarse y trabajar para la prensa. Sin embargo, en un momento dado comenzó a investigar y escribir profundos ensayos históricos, que si todos tienen el cariz del que hoy nos ocupan, tienen un mérito sobresaliente. Con esos antecedentes, un editor le propuso escribir sobre el principio de la Gran guerra. Ella, que en el mes de agosto viajaba en un barco por el Mediterráneo camino de Estambul, ella la denomina Constantinopla, quería escribir sobre la sobre la travesía de los cruceros Goeben y Breslau desde el Mediterráneo occidental hasta la ciudad del Bósforo, atravesando los Dardanelos en posesión del Imperio Otomano, en aquellos momentos todavía neutrales. Su barco coincidió con un incidente bélico entre los barcos alemanes y británicos. Al fin se llegó a un compromiso. El libro trata fundamentalmente de lo que sucedió en el frente occidental y en Prusia oriental durante el mes de agosto y principios de septiembre de 1914, con un capítulo dedicado a la incursión del Goeben y del Breslau. Ignora deliberadamente, por su complejidad, el conflicto que enfrentó al Imperio Austrohúngaro con el reino de Serbia, lo cual fue la causa inmediata del conflicto.

Tuchman dedica unos capítulos iniciales a los antecedentes de la guerra, especialmente en la primera década del siglo XX, para luego hacer un pormenorizado relato de los días previos a las declaraciones de guerra entre el Imperio Alemán, el Imperio Ruso, el Reino Unido y Francia, de la violación de la neutralidad e invasión de Bélgica, de las batallas de las Fronteras, la invasión rusa de Prusia oriental hasta la batalla de Tannenberg y la retirada de los aliados hasta el contraataque en el Marne, que ya no se narra en el libro. Sí las consecuencias en un capítulo final.

Kaysersberg, población natal del premio Nobel de la Paz Albert Schweitzer, nacido alemán, muerto como francés.

Las grandes virtudes de la narración están en dos vertientes. La primera es la capacidad de Tuchman para narrar la historia como si fuera un aventura de ficción. Aunque es historia, y sabes como termina, tiene una gran capacidad de enganche, deseando saber inmediatamente qué es lo que pasa a continuación. La narración tiene ritmo, sabe moverse entre escenarios, es ágil, y además, constantemente va indicando sus referencias, demostrando que a pesar del aspecto del relato estamos ante un auténtico ensayo histórico, documentado y riguroso. Las segunda gran virtud está en su acercamiento a los «protagonistas»; reyes y emperadores, políticos, mariscales, generales… son tratados sin complejos, con gran desparpajo y bajándolos al nivel terrenal del común de los mortales. Todos tienen su carácter con sus cosas buenas y malas, todos tienen sus debilidades, sus manías… y las descripciones que hace nos lleva a momentos incluso de hilaridad. No se corta un pelo. Y al mismo tiempo, apoya sus afirmaciones a este respecto con las correspondientes referencias documentales y bibliográficas, sin perder un ápice de su rigor.

Han pasado más de 57 años desde su primera edición en agosto de 1962. La autora ya falleció hace tiempo (nació en 1912 – murió en 1989). Pero es un libro absolutamente asumible en la actualidad. Hay subjetividades que no se pueden ocultar. La antipatía de Tuchman hacia los alemanes es notable. Norteamericana y de origen judío, escrito sólo quince años después de la guerra contra los nazis… dime tú. De hecho, es evidente que identifica como presentes muchos de los males de la Alemania nazi en el Reich alemán de Guillermo II, a quien considera un absoluto incompetente acomplejado. Hecho en el que coincide con muchos otros historiadores. Pero reparte cera en forma de crítica hacia las decisiones militares del momento que hacen que realmente la expresión «inteligencia militar» queda convertida en un monumental oxímoron. Pero su evidente antigermanismo no le impide ser muy crítica con las decisiones y actuaciones de los responsables políticos y militares de la entente cordiale, que en aquellas primeras semanas de la guerra parecían cualquier cosa menos un entente.

Los desastres bélicos en los ferrocarriles en la Cité du Chemin de Fer en Mulhouse, la primera ciudad «liberada» de Alsacia por los franceses, aunque dicha «liberación» sólo duró unas horas. Y que nunca tuvo un origen alemán, ya que fue un cantón helvético que voluntariamente se integró en la República Francesa.

La decisión de dejar de lado el lío de los Balcanes y la actuación de los austriacos deja coja, de una forma consciente, la historia de aquellas semanas. No obstante, se transmite la sensación de que ese lío no es más que la chispa que desencadena el incendio que se estaba preparando, con abundante acumulación de combustible desde hace tiempo. La idea alemana del espacio vital y del dominio de lo germánico sobre las naciones de Europa, el militarismo, los dogmas nacidos de las victorias prusianas del siglo XIX, unidas al complejo de inferioridad de los dirigentes germanos, empujaban hacia la guerra. El sentimiento de revancha de Francia, todavía muy dolorida tras la derrota de Sedán, también empujaba hacia la guerra. El Reino Unido estaba atado al destino de las demás naciones por ser en gran medida la artífice del delicado equilibro continental que a duras penas se había mantenido durante el siglo XIX tras la época napoleónica. Y especialmente estaba condenado al conflicto desde el momento en que los alemanes deciden atacar Bélgica. Las atrocidades cometidas por los alemanes en este país, «obligados» por las circunstancias, los convierte a los ojos del mundo en los villanos de la guerra, cosa que sólo puede cambiar si la ganan y pueden controlar la escritura de la historia. Y todos, todos, fracasan en su consideración de que no puede ser una guerra de larga duración. Que Alemania no tiene recursos para aguantar, y que todos pueden arruinarse en un escenario de tal características… que es exactamente lo que sucede cuando el Plan Schlieffen alemán y el Plan XVII francés, en dígitos arábigos, 17, en el libro, fracasan estrepitosamente, abocando a una guerra de posiciones que arruinó por completo una generación de hombres europeos.

Siempre he dicho que no hay textos más eficazmente animilitaristas y pacifistas que los que narran apropiada y documentadamente lo que sucede en una guerra. Y este es de eso. Una lectura muy muy recomendable.

Y la bella ciudad de Comar.

[Historia en cine] 100 años desde el final de la Gran Guerra… o no.

Cine, Historia, Literatura

Oficialmente, hace 100 años terminó la I Guerra Mundial o Gran Guerra. Más bien, es el aniversario del comienzo del armisticio, el 11 del 11 a las 11:00 horas. En realidad, el armisticio marca el final de las hostilidades, pero no es el final de la guerra. Formalmente, el final oficial de la guerra vino con la firma del Tratado de paz de Versalles en 1919; final del estado de guerra entre los aliados occidentales y Alemania. Y en realidad, no entró en vigor hasta enero de 1920.

Pero mientras tanto, siguieron las hostilidades en distintos puntos del globo. La Rusia soviética y Polonia siguieron enzarzadas, entre febrero de 1919 y marzo de 1921. El Tratado de Versalles reconocía la independencia de Polonia y definía sus fronteras con el Reich alemán, pero nada decía de lo que pasaba por el lado de sus revolucionarios vecinos eslavos. Que oficialmente habían perdido la guerra contra Alemania en 1917, pero que estaban en plena guerra civil, enfrascados a tiros en Manchuria, y donde hiciera falta.

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Los monumentos a los caídos por la patria son una de las coñas que una de las películas que comento hoy lleva al derrotero en su ácidamente cómico argumento. Pero en Estrasburgo, este monumento es distinto, porque los avatares de la historia hicieron que los alsacianos murieran indistintamente por diversas patrias según tocase.

También siguieron enzarzados a tiros la República de Grecia, que se quería merendar buena parte del antiguo Imperio Otomano, con los militares revolucionarios turcos, que no estaban por la labor. Y entre 1919 y 1922, resultando que si bien el Imperio Otomano fue perdedor en la Gran Guerra, los turcos fueron vencedores en esta pequeña, pero sangrienta, guerra. Cosas que pasan.

Dos ejemplos… No voy a hablar de la inestabilidad que quedó en Extremo Oriente, el ascenso de los totalitarios fascistas, comunistas, nacionalistas, militaristas,… y todos los «istas» que se os quieran ocurrir que sacudieron los años 20 y 30, y que acabaron desembocando en el follón de la II Guerra Mundial. Hoy se conmemora, por lo tanto, el 100 aniversario de una soberana chapuza, una de las peores perpetradas por el mundo occidental,… y eso es mucho decir.

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Leía ayer que Trump y Macron eran de la opinión de que Europa tenía que incrementar su gasto militar. Este par de imbéciles, tarugos iletrados, que no se han enterado de nada, son la plena demostración de que no hemos aprendido nada. La Gran Guerra fue precedida de una carrera armamentística como no se había conocido hasta ese momento, y que, desde luego, no sirvió para prevenir la guerra. El liberalismo económico que preconizan desembocó después de la guerra en la Gran Depresión, que favoreció el auge de todos los totalitarismos que hemos comentado antes. Pues eso.

Para conmemorar la fecha de forma reflexiva, propongo ver cuatro películas. En algún caso, también leer los libros en los que se basan.

Paths of Glory (Senderos de gloria)

En toda guerra, hay dos ejércitos; los malos y los peores. Y los que se encargan de que sean malos o peores suelen llevar estrellas y galones en el uniforme. Y suelen hablar de honor con mucha frecuencia. Pero no saben lo que es el honor, ni lo conocen, ni lo han conocido, ni lo conocerán. Y Stanley Kubrick, con la ayuda de un superior Kirk Douglas interpretando a la excepción que confirma la regla, nos lo explican muy bien.

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All quiet in the western front (Sin novedad en el frente)

Con frecuencia, tras una guerra, el perdedor pierde también el derecho a contar su versión y sus sentimientos. Pero gracias a Erich Maria Remarque y su bella novela, que hay que leer, sin duda, podemos saber que los soldados alemanes eran también sufridos peones como sus equivalentes de la entente, con sus miedos, sus amores, sus esperanzas y sus tristezas. La película original, de 1930 fue rodada en EE.UU. y la dirigió Lewis Milestone. Hay una versión más moderna de 1979. Pero no la he visto.

La grande illusion (La gran ilusión)

Dejemos el drama y la tragedia y pasemos a la comedia de la mano de uno de los grandes del cine universal, Jean Renoir. Aunque viene bien contar con uno de los grandes de la interpretación, Jean Gabin, para llevar la empresa a buen término. El análisis de esta obra maestra es muy complejo para llevarlo a cabo en unas pocas líneas. Pero digamos que es una obra mucho más profunda que una mera declaración antibélicista y antimilitarista. Otro imprescindible.

Au revoir là-haut (Nos vemos allá arriba)

Reciente adaptación de la magnífica novela del mismo título de Pierre Lemaitre, también de obligada lectura, en la que no sólo se ponen de manifiesto los horrores de la guerra, a pesar de que esta sólo abarca los primeros minutos/las primeras páginas de la película/el libro. Por que aquí vamos a una acidísima crítica de la desvergüenza de políticos, empresarios y otros engendros de la sociedad civil a la hora de explotar el fenómeno bélico para su propio beneficio, y sin que quienes sufrieron crudamente las consecuencias del conflicto vean compensado su sacrificio. Dirigida por Albert Dupontel, la película está bastante bien, aunque la novela es muy muy superior.

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[Libro] Ambulancia 13: Muertos sin nombre

Literatura

Hace casi un año, inicié mi conmemoración personal del comienzo de la barbaría de la Primera guerra mundial de una forma muy particular; seleccionando y leyendo un conjunto de libros de historietas relacionados con el tema. Fue una experiencia muy satisfactoria tanto por la calidad de lo leído, como por la profundidad del tratamiento de la barbarie bélica que dibujantes y guionistas son capaces de transmitir a sus obras. Uno de aquellos libros fue Ambulancia 13: La cruz de sangre. Una historia o conjunto de historias sobre el oficial médico Bouteloup y las gentes que conforman su unidad sanitaria militar, la Ambulancia 13 (1). Hoy toca comentar el segundo volumen.

(1) El término «ambulancia» no se refería en aquella época al vehículo para el transporte y evacuación de heridos y enfermos, que es la acepción actual del término, sino que se refería a la pequeña sección de soldados sanitarios al mande de un oficial médico que atendían a los heridos en combate y procuraban su evacuación a retaguardia, a los hospitales militares.

Ambulancia 13: Muertos sin nombre
Escrito por Patrick Cothias y Patrice Ordas; dibujado por Alain Mournier
Yermo Ediciones, 2014

Por segunda vez esta semana, nos vamos de paseo por una bella población francesa; si el otro día fue la coqueta Le Bugue en el Perigord, hoy estamos en Beaulieu sur Dordogne.

Por segunda vez esta semana, nos vamos de paseo por una bella población francesa; si el otro día fue la coqueta Le Bugue en el Perigord, hoy estamos en Beaulieu sur Dordogne.

En este nuevo volumen seguimos las vicisitudes de la Ambulancia 13, a quienes retomamos en vísperas de la batalla de Verdún, y a los que seguimos durante un tiempo. En paralelo vamos conociendo la peripecia personal de los protagonistas del libro, y los sucesos avances de la guerra. Vemos en activo a los gallardos y osados aviadores. Sabemos de los desarrollos de los primeros aparatos radioscópicos móviles por Marie Curie para su uso en el frente. Nos enteramos del racismo imperante ante las tropas coloniales entre los mandos franceses. Vemos como un político o un general pueden considerar que el fusilamiento de una mujer puede estar justificado con fines propagandísticos, aunque se dude de su real culpabilidad. Sabremos de la ruindad de los mandos que permanecen en retaguardia, del descontento en las trincheras que amenaza con rebeliones y motines. Y mientras, los hombres siguen muriendo.

Beaulieu, "bello lugar" en francés, se haya en el alto Quercy, y es uno de esos pueblos que compiten por el título del "pueblo más bonito de Francia".

Beaulieu, «bello lugar» en francés, se haya en el alto Quercy, y es uno de esos pueblos que compiten por el título del «pueblo más bonito de Francia».

No hay mucho que comentar que no dijese en mi entrada del 28 de julio del año pasado. La costumbre de presentar la obra por entregas en el mundo de la historieta hace que sean dos libros en vez de uno. O tres en vez de uno si consideramos que en total son seis historias relacionadas, y que en español se van publicando de dos en dos. No todas, tienen el mismo interés general, pero todas conforman un conjunto coherente e interesante. Sólo me queda decir que esperaré a la tercera entrega, para hacer una visión de conjunto.

Por lo tanto, es una forma de escapar de la sordidez de la guerra que nos recuerdan los componentes de la Ambulancia 13.

Por lo tanto, es una forma de escapar de la sordidez de la guerra que nos recuerdan los componentes de la Ambulancia 13.

[Libro] La Gran Guerra

Historia, Literatura

Tercer volumen de la serie de historietas, cómics o historias gráficas, como los queráis llamar, de los que estoy dedicando a la conmemoración del 100º aniversario de la PRIMERA GUERRA MUNDIAL. Esa guerra que decían que iba a acabar con todas las guerras, pero que a algunos nos parece que es una guerra que todavía no ha acabado, que muchas de las cosas que pasan en el mundo hoy en día tienen su origen en ese malhadado conflicto. Un conflicto en el que claramente hubo perdedores, y sólo algunos ingenuos o cínicos creen que hubo vencedores. Y este especial volumen que firma JOE SACCO, con la colaboración de un ensayo firmado por ADAM HOCHSCHILD, nos cuenta un ejemplo que demuestra que con carácter general, no. No hubo ganadores.

Por cierto, esta reseña está ilustrada con fotografías de las antiguas trincheras de la guerra civil española en la Sierra de Alcubierre. En los últimos doscientos años, en este país no «nos ha gustado» pelear contra los demás; «hemos preferido» hacerlo entre nosotros… cosas que pasan. Tan malo lo uno como lo otro.

La Gran Guerra
Dibujos y anotaciones de JOE SACCO
Ensayo sobre el primer día de la batalla del SOMME de ADAM HOCHSCHILD
Traducción de MARC VIAPLANA CANUDAS
Colección RESERVOIR BOOKS; Literatura Random House, 2014

Trincheras en Alcubierre

Estamos ante un trabajo de SACCO muy especial. Este autor de historietas norteamericano se ha caracterizado por su inmersión en diversos conflictos armados que asolan o han asolado el mundo en los tiempos contemporáneos. En esta ocasión, sin embargo, se retrotrae hasta la segunda década del siglo XX para mostrar en un gran panorama de 16 páginas unidas que muestran una peculiar continuidad espacio-temporal en torno al día 1 de julio de 1916, primer día de la batalla del SOMME, el día más catastrófico en toda la historia del ejército inglés o británico, el día en que más soldados luchando bajo esta bandera han muerto en el campo de batalla. Un panorama desplegable que va desde la soledad del general HAIG en su privilegiada retaguarda y con sus «infalibles» planes de batalla procedentes de ese oximoron que se ha dado en denominar «inteligencia militar», y que recorre los preparativos la batalla, los bombardeos, esa maldita primera hora en la que murieron 10.000 hombres y el sufrimiento y muerte de los miles de heridos en tierra de nadie, el caos en los hospitales de campaña insuficientes, y la actividad de los enterradores. Sin palabras. Por que no hacen falta.

El desplegable viene acompañado de un cuadernillo en el que además de un prólogo, encontramos un texto del historiador y ensayista ADAM HOCHSCHILD en el que pone nombres y personalidad a esos miles de muertos, y carga con dureza contra los altos mandos insensibles a la muerte de estos hombres. Incluye también el cuadernillo una guía anotada por el propio SACCO para quien quiera tener más datos de lo que se puede contemplar en el panorama desplegable.

Trincheras en Alcubierre

El panorama desplegable no tiene palabras, como ya he dicho. Pero no se lee «de una sentada». Exige una observación minuciosa. Son cientos los detalles que nos ofrece JOE SACCO para comprender mejor lo que sucedió aquel día y lo que pudieron sentir o pensar quienes participaron. Es fruto de una planificación muy fina, y de una documentación intensiva con el fin de ser fiel a la historia y a quienes dieron su vida. Conmovedor, y a ratos provocador de una intensa rabia, casi ira, es también el texto de HOCHSCHILD. Un texto que carga contra la incapacidad de un alto mando que seguía peleando la guerra con unas reglas que ya no valían. Y lo sabían, o debían saberlo. Los antecedentes de la campaña de Crimea, la batalla de Magenta, la Guerra Civil americana o la Guerra Ruso-Japonesa permitía saber perfectamente que los avances frontales contra un enemigo bien armado conllevaban una enorme cantidad de bajas ante las poderosas artillerías y máquinas ametralladoras, cada vez más modernas. Que un bombardeo intenso contra un enemigo que sabe que puede ser bombardeado y que puede prepararse puede no tener efecto. Que no hay secreto que valga para un ataque de semajante envergadura. Que en los sesenta minutos antes de comenzar el avance los oficiales de primera línea sabía y muchos informaron que la preparación artillera no había servido para nada. Que nadie tuvo el valor de parar una ofensiva condenada al fracaso. La figura de DOUGLAS HAIG ha sido muy debatida. Pero todo se resume en dos grupos de personas. Quienes dan valor al individuo como persona, lo consideran y considerarán siempre como «el carnicero del SOMME». Un anticuado, terco, inflexible hombre que no dudó en mandar matar cientos de miles de personas por unos kilómetros que nada decidieron. Quienes gustan de considerar los soldados como «efectivos», números anónimos en un falso tablero de ajedrez, hablan todavía de «sus méritos». Difícil que estos dos grupos alguna vez lleguen a un acuerdo. Es un problema de valores. No de conocimiento de la realidad.

La batalla del SOMME se prolongó hasta noviembre de ese mismo año. Casi cinco meses de carnicería para que al final los frentes apenas se movieran. Más de un millón de bajas entre muertos, heridos y desaparecidos. Los apologetas de la batalla hablan de que «puso las bases de la victoria final de la entente». Sin embargo, la guerra tuvo todavía muchos momentos en los que la balanza pudo decantarse de un lado u otro. Al final, la guerra no se ganó en el frente. Lo que allí sucedió no fue más que el reflejo de lo que sucedió en los países contendientes, lejos del frente de batalla. Los que se hundieron, en el interior, perdieron la guerra; los que no, pudieron justificar las carnicerías que provocaron sus generales.

Si recomiendo este libro. Este y otros sobre el tema deberían ser imprescindibles. Si no, la PRIMERA GUERRA MUNDIAL continuará inacabada por mucho tiempo más.

Trincheras en Alcubierre

[Libro] La muerte blanca

Historia, Literatura

De nuevo con un libro que nos sirve para conmemorar el 100º aniversario de aquella barbaridad que llamamos Primera Guerra Mundial. Y como ya más o menos indiqué, de nuevo utilizando la historieta como medio adecuado para reflejar algunos de los horrores de aquella contienda. En esta ocasión, nos referiremos a uno de los escenarios de la guerra menos conocidos. Seguramente, la mayor parte de la gente asocia la Gran Guerra con los eventos del Frente Occidental, aquella línea interminable de trincheras que iban desde el Canal de la Mancha hasta la frontera francosuiza. Sin embargo, hubo otros escenarios notables. Hoy comentaré el escenario alpino, donde se desarrollaron algunas de las más tremendas batallas entre italianos y austrohúngaros.

La muerte blanca
Texto de Robbie Morrison; ilustraciones de Charlie Adlar
Colección Independientes USA; Planeta DeAgostini, 2014

Estamos en los Alpes Dolomitas. En un puesto de avanzada italiano atrincherado frente a las posiciones austriacas en el ficticio altiplano Alighieri. Un nuevo soldado se incorpora a la trinchera, donde manda un sargento comisionado como teniente, que impone una disciplina y unos modos poco convencionales. En el frío, entre la nieve, el enemigo es confuso. Lo mismo puede ser el soldado imperial de enfrente que tu propia cadena de mando. El nuevo soldado es de etnia italiana, pero procede de los territorios austriacos próximos a Trieste. Algunos de sus vecinos y amigos pelean en el bando de enfrente. A los terrores habituales de la guerra, se suma la «muerte blanca». Pronto los «estrategas» de ambos ejércitos comprenden que un bombardeo adecuado de las laderas de las montañas puede provocar tremendas avalanchas que pueden sepultar a batallones enteros de enemigos. O de los propios. A veces eso da igual.

Festung (fortaleza) Hohensalzburg - Salzburgo

Festung Hohensalzburg, la fortaleza de Salzburgo, allí me supe por primera vez con cierta profundidad de la tremenda guerra que se libró en los Alpes.

Motivada por las historias de cadáveres momificados de soldados que murieron hace un siglo, y que aparecen ahora en los glaciares alpinos como consecuencia del deshielo producido por el calentamiento global, los dos autores de esta historieta nos trasladan a un particular infierno helado. No es casualidad que el nombre del lugar sea Alighiere, en honor al poeta florentino que nos traslado a los infiernos y al purgatorio en su Divina Comedia. También juega con la ironía cuando algunos de los soldados tienen el nombre de CadornaDiaz, igual que los dos generales italianos que asumieron el mando supremo del ejército. El primero de los cuales considerado como un ineficaz y cruel militar que llevó a la muerte a muchos de sus compatriotas sin resultado de ningún tipo.

A pesar de la fama mundial de la novela Adios a las armas de Hemingway, llevada a la gran pantalla por Frank Borzage con protagonismo de Gary Cooper, y que se desarrolla en la batalla de Caporetto, batalla que estuvo a punto de dar la victoria final a los austriacos, la historia del frente alpino es poco conocida. Italia no entró en guerra en 1914 al mismo tiempo que la mayor parte de los contendientes principales. De haberlo hecho, tal vez tendría que haber honrado la Triple Alianza, que le obligaba a un pacto de mutua defensa con los imperios centrales. Sin embargo, aduciendo que sólo estaba obligado a responder ante una agresión a cualquiera de los firmantes de la alienza, y que en este caso Austria-Hungría, que fue quien empezó las hostilidades, lo hizo como agresor. No les faltó su punto de razón a los italianos.

Festung (fortaleza) Hohensalzburg - Salzburgo

Así como los italianos habían constituido tropas especializadas en montaña, los alpinos de los que se ven monumentos por toda la península itálica, los austriacos, a pesar de su montañoso país, no los tenían.

Sin embargo, más criticable es que desde el primer momento el gobierno italiano viese la guerra como una posibilidad de ganar territorios, especialmente azuzado por los partidos irredentistas. Dos posibilidades había. Entrar de parte de los imperios centrales, con la esperanza de recuperar los territorios de Saboya que arteramente les fueron birlados por Napoleón III, o hacerlo de parte de la Entente con el fin de apoderarse de territorios austriacos en el Tirol del Sur, en Trieste o en Istria, donde se localizaban algunas minorías de habla italiana. Entre otras de habla eslava o alemana. Dudosa la legitimidad en la reclamación.  Finalmente, en 1915 firmó un pacto secreto en Londres con la Entente, y declaró la guerra al Imperio Austro-húngaro, que no a Alemania, abriendo un frente que resultó igualmente un trampa mortal de trincheras inhumanas para cientos de miles de hombres de ambos bandos.

A punto de perder la guerra en 1917, consiguieron rehacerse y dar un golpe mortal al agotado imperio de los Habsburgo en octubre de 1918. Las ganancias territoriales fueron pequeñas, y dado el coste humano y material que tuvo la guerra para Italia, la victoria para ellos se puede considerar pírrica. No sólo eso, la ruina que siguió a la guerra abrió el paso al surgimiento del fascismo y a la dictadura de Mussolini. Triste papel el del reino de Italia en aquellos tiempos. De los más tristes.

La novela gráfica que tenemos aquí se centra en la dureza del escenario alpino, donde se luchó en condiciones increíblemente hostiles por la dureza del terreno y del clima, que se unían a la crueldad de la guerra, tanto la ejercida por el enemigo como por los propios mandos. El expresionismo del dibujo de Adlar, con sus trazos al carboncillo, os trasladan a un ambiente infernal en sí mismo. Conocido este dibujante por su participación en The Walking Dead, muestra sin duda alguna en esta historieta que el terror no tiene por qué tener un carácter sobrenatural o fantástico para ser tal terror. Que el ser humano se basta y se sobra.

El guion es más simplón, más maniqueo y más previsible, no está desde mi humilde punto de vista a la misma altura que el expresionismo de las viñetas. Pero un duro final, lo pone a la altura de esta historia de terror que, siendo ficticia, bien pudo ser real o resumir otras muchas que sucedieron y no se documentaron en aquellos malhadados tres años de guerra. Considero que el libro es bastante recomendable.

Festung (fortaleza) Hohensalzburg - Salzburgo

Hubieron de reconvertir regimientos de infantería en tropas de montaña, entre los cuales el número 59 que se conmemora en la gran fortaleza que domina la ciudad austriaca.

[Historia – Televisión] Cómo contaron la Gran Guerra los que participaron en ella

Historia, Televisión

Introduzco hoy uno de esos artículos que sin frecuencia definida voy metiendo con cualquier excusa para hablar de la Primera Guerra Mundial en el centenario de su comienzo. La «guerra que iba a acabar con todas las guerra», pero que da la sensación a veces que es la guerra que todavía no ha acabado. Sus consecuencias se hacen sentir incluso 100 años después.

Mi libro favorito sobre esta contienda es La belleza y el dolor en la batalla del historiador sueco Peter Englund. Podéis ver lo que me pareció en el enlace anterior. Y sin duda, aparte del buen estilo literario con el que está escrito, uno de los factores importantes del interés que despertó en mí está en que se basa en los testimonios de personas reales que estuvieron allí, en los distintos escenarios de la guerra, y que nos legaron sus testimonios mediante diarios, cartas u otros escritos. Una lectura absolutamente recomendable.

La BBC ha ofrecido una miniserie de tres capítulos que de alguna forma se basa en el mismo concepto. Ha cogido tres situaciones importantes durante la guerra, ha tirado de los testimonios de personas que participaron en ella, y nos ha ofrecido una versión dramatizada de lo que sucedió. Bajo el título Our World War, se centra en las vivencias de los soldados de la Fuerza Expedicionaria Británica al Frente Occidental.

Soldado de la guardia montada

A muchos les parece que hoy en día el ejército británico, antaño una de las glorias del imperio, se ha quedado relegado a actividades ceremoniales para turistas, como este soldado de la guardia monta en Whitehall.

El primero de los capítulos nos llevaba al primer enfrentamiento entre el ejército de levas forzosas alemán, atacando en masa, contra el ejército voluntario profesional británica, con unidades más reducidas pero mucho mejor adiestradas, en la batalla de Mons (1914)a. La victoria fue alemana, pero a costa de muchísimas bajas, y no pudieron impedir la retirada ordenada de las maltrechas divisiones británicas.

El segundo de los capítulos, sobre el que me extenderé un poco más adelante, nos sitúa ya con el ejército no profesional de voluntarios que se agrupaban en unidades homogéneas respecto al lugar de procedencia de sus componentes. Así, seguiremos a una compañía de voluntarios de Manchester, amigos y conocidos también en los tiempos de paz, que sufren duramente en los primeros días de la batalla del Somme (1916), cuyo primer día marcó el record de soldados muertos en un día de batalla para el ejército británico en toda su historia. Esta agrupación por afinidad de origen y por sentimiento de pertenencia viene potenciándose desde la antigüedad. Los hoplitas griegos y las falanges macedónicas formaban unidades compactas con fuerte sentido de pertenencia y de solidaridad con los compañeros de armas de la misma ciudad. Los regimientos de voluntarios de la guerra civil americana se formaban en cada uno de los estados combatientes, y con frecuencias los voluntarios se alistaban juntos en los mismos.

El tercero de los capítulos nos habla de la introducción a gran escala del carro de combate como arma fundamental en las ofensivas por tierra, y lo hace a propósito de la batalla de Amiens (1918), en lo que sería el inicio de la ofensiva de los 100 días que dejó al ejército alemán en el frente occidental al borde del colapso, y que aceleró el final de la contienda. A estas alturas de la guerra los británicos empezaban a dar señales de agotamiento en su capacidad para alistar voluntarios, y empezaron a recurrir a la levas forzadas.

Cambio de guardia en Buckingham Palace

Pero eso no es así. De nuevo un ejército profesional, participa en abundantes conflictos por el mundo como un apéndice casi inseparable del ejército de los Estados Unidos. Creo que incluso los regimientos que guardan Buckingham Palace van de vez en cuando a la guerra.

Tenemos por lo tanto un tríptico de situaciones que nos hablan de la evolución de la guerra, así como de la evolución del ejército británico y de las motivaciones y las relaciones entre sus componentes a lo largo de la misma, contados por los propios protagonistas. Aunque con un realización menos homogénea de los deseable, la miniserie en su conjunto, es bastante recomendable, especialmente a quien se interese por temas históricos con razonable rigor. No se ceba en los temas conflictivos pero tampoco los evita. La cobardía, los rencores entre compañeros, las ejecuciones sumarias de prisioneros, el fuego «amigo»,… no son los temas importantes pero sí temas secundarios que aparecen en las historias.

Mención especial merece el segundo capítulo de la serie. La que nos sitúa en la batalla del Somme, y en la que se plantean las relaciones entre compañeros de armas que son compañeros y amigos también en la vida civil. Y todo alrededor de la detención de un soldado por cobardía, su sometimiento a un consejo de guerra y su posterior asesinato oficial por fusilamiento. Sin embargo, este es el trasfondo. El capítulo, con un guion magnífico, alterna una conversación de un soldado con un capellán castrense, ante las dudas éticas del muchacho que ha sido elegido para formar parte del pelotón de fusilamiento. Y el capellán que se ve obligado a defender la decisión del alto mando de castigar con dureza las deserciones. La conversación no tiene desperdicio y, alternada con el relato visual de las peripecias del muchacho en un bosque bajo la niebla en el que se mezclan las compañías británicas y alemanas, junto con soldados perdidos de todos los bandos, nos ofrece una pequeña obra de teatro de apenas una hora de duración que podemos calificar de primer nivel. Totalmente recomendable. Magistral.

Guardia en Windsor Castle

Podemos ver en esta imagen de un guardia en el castillo de Windsor que las armas que «lucen» no son precisamente de juguete.

[Cine / Historia] La Primera Guerra Mundial en el cine

Cine, Historia

El 29 de julio de 1914 la Primera Guerra Mundial había comenzado, pero el mundo no se había enterado. De hecho, la mayor parte de los contendientes todavía no habían declarado el estado de guerra, e incluso algunos de los principales actores de la misma estaban considerando todavía la «pertinencia» de su participación. De momento lo que parecía es que había una refriega en la frontera en el Imperio Austro-húngaro y el pequeño reino de Serbia. Y que las bombas volaban sobre el Danubio para caer sobre Belgrado, la capita de este país.

Pero lo más significativo de tal día como hoy hace 100 años fue la movilización general decretada en Rusia, hecho que decididamente impulsó al Reich alemán a prepararse para la guerra. Había mucho miedo entre los militares germanos a que en unos años al tremendo potencial humano de los rusos se sumase un modernización tecnológica que los haría invencibles. En 1914, la previsión es que la superioridad técnica y organizativa del ejército alemán podría superar la desventaja demográfica. Algo de eso hubo.

En cualquier caso, en aquellos momento ya despuntaba como medio de entretenimiento de masas el cinematógrafo. Y este medio ha recogido en numerosas películas en los últimos 100 años los avatares que «la guerra que habría de acabar con todas las guerras» deparó a las gentes de la época. Son muchas y muy variadas las películas que se podrían comentar sobre el tema. Yo voy ha hacer una selección muy personal y muy subjetiva de lo que me parece importante o interesante. Una selección que casi seguro no coincidirá con las de otros, que se queda corta, con seguridad, pero que para mí representa diversos aspectos de aquel conflicto que me parecen importantes.

Sin novedad en el frente (All Quiet in the Western Front, 1930)

Esta película es imprescindible, aunque quizá sea todavía más imprescindible la lectura de la novela de Erich Maria Remarque en la que se basa. Probablemente sea la obra antibelicista por excelencia. Basada en las vivencias del propio Remarque en las trincheras del frente occidental, va reflejando a lo largo del desarrollo de la guerra las distintas fases por las que pasaron los participantes en la contienda, especialmente desde el punto de vista del bando que resultó perdedor a la larga, lo que se refleja en la desesperanza que acompaña la obra y que se va haciendo más profunda conforme avanza el paso del tiempo. Quizá si los propios alemanes hubieran sido capaces de digerir su propia historia, si hubiesen sido capaces de hacer ellos su propia adaptación cinematográfica, otro gallo le hubiera cantado al siglo XX. Pero aquella desesperanza que destilan tanto la novela como la película derivó a la exaltación del nacionalismo alemán y un abrazo irreflexivo de las demenciales doctrinas del fascismo, el racismo y la xenofobia. La película, dirigida por Lewis Milestone, es de nacionalidad norteamericana. Pero se aleja de la criminalización tradicional del enemigo en la cinematografía de este país, y recoge la sensibilidad de este alemán, uno de los más claros enemigos del nazismo y del totalitarismo, de los que usó la pluma y la cultura para luchar contra las armas.

Adios a las armas (A Farewell to Arms, 1932)

Una de las actitudes más cínicas desde mi punto de vista durante la Gran Guerra fue la del reino de Italia. Aliada de los imperios centrales durante las dos décadas anteriores al conflicto, el gobierno italiano no ocultó sus ganas de entrar en el conflicto con la esperanza de una expansión territorial. A costa de el Imperio Otomano decadente, a costa del no menos tocado Imperio Austro-húngaro, quizá para recuperar la Saboya perdida en beneficio de Francia durante la unificación italiana. Al final, el mejor postor fue la entente cordiale, e Italia traicionó a sus tradicionales aliados, abriendo un nuevo frente que se extendía por los Alpes del Tirol y el valle del río Isonzo. Dos elementos condicionaron este frente; la dureza de las batallas en alta montaña y los numerosas y duras batallas del Isonzo, hasta doce cuentan los historiadores entre junio de 1915 y noviembre de 1917, que produjeron un enorme desgaste material, humano y moral entre los combatientes.

En esta película basada en la novela del mismo nombre de Ernest Hemingway, nos situamos en la duodécima batalla del Isonzo, más conocida como batalla de Caporetto. Esta batalla, en la que los austriacos contaron con el apoyo de unidades alemanas que ponían en práctica nuevas tácticas para penetrar en los sistemas defensivos de trincheras, se produjo el hundimiento del frente italiano, con tropas muy desmoralizadas que se rendían por miles, y que estuvo a punto de producir la debacle de Italia, lo que habría podido suponer la liberación de tropas para ser trasladadas al frente occidental o incluso la apertura de un frente en el sur de Francia. Sin embargo, no se produjo el hundimiento total, y la ofensiva pudo ser detenida en el río Piave, cerca de Venecia donde se sostuvo el frente hasta las ofensivas italobritánicas hacia el final de la guerra.

La película dirigida por Frank Borzage narra acontecimientos integrados en el desastre de Caporetto. Sin embargo, al contrario que la novela que nos habla del conjunto de la situación bélica, la adaptación cinematográfica incide en el romance entre el conductor de ambulancias y la enfermera, quedando disminuida la profundidad del tono general, que queda de este modo en un nivel más frívolo. Indudable el interés histórico de los hechos relatados, aunque cinematográficamente pueda tener un interés menor.

Palacio del Dolmabahçe

Aunque menos conocidos que el frente occidental, los diversos frentes de la Europa oriental tuvieron su importancia, especialmente porque provocaron la dispersión de fuerzas de los imperios centrales. No obstante, estos contaron con el Imperio Otomano que todavía se gobernaba desde el Palacio de Dolmabahçe en Estambul.

La gran ilusión (La grande illusion, 1937)

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, el director francés Jean Renoir nos ofrece una de sus obras maestras en la que a propósito de las andanzas de dos pilotos de guerra franceses abatidos y hechos prisioneros, que acaban en una fortaleza bávara de alta seguridad por sus continuados intentos de fuga, se dedicá a hacer una profunda reflexión sobre algunos de los conceptos de la sociedad europea, el concepto de clase, de nacionalidad, el antisemitismo, y otros, que fueron puestos a prueba en aquellas convulsas décadas del principio del siglo XX y que condicionaron buena parte de su desarrollo.

Es un filme que tras su apariencia aventurera, como momentos de comedia incluso, condensa el pensamiento de Renoir de un ser humano único y solidario como alternativa a los condicionantes nacionalistas o racistas, que le llevan al enfrentamiento de unos con otros o al beneficio de los totalitarismos, siempre con un componente populista. Para mí es un imprescindible de la reflexión sobre las causas y las consecuencias de los conflictos armados que asolaron el planeta en sus cinco primeras décadas.

Como dato curioso, una de las escenas del filme confronta a unos eufóricos alemanes cantando Die Wacht am Rhein y que son contestados por los prisioneros franceses cantando la Marsellesa conforme llegan las noticias del fracaso aleman en su avance sobre Verdún. Esta confrontación entre ambas canciones se repitió después en una célebre escena de Casablanca.

La reina de África (The African Queen, 1951)

Según decía mi madre, la película favorita de mi abuelo. Y seguramente una de las mías. Dirigida por John Huston, un rodaje difícil y accidentado en África, nos habla de cómo la mojigata misionera induce al borrachín piloto del barquito La reina de África para atacar un barco alemán, una cañonera en el lago Victoria. Una aventura y un romance irrepetible con un reparto y un director en estado de gracia.

La realidad de la guerra en tierras en africanas fue mucho más compleja. Alemania había iniciado su aventura colonial en diversos puntos de la geografía de este continente. Pero sus colonias se encontraban dispersas, incomunicadas entre sí y mal comunicadas con la metrópoli, cuya flota encerrada en sus bases por el bloqueo del Mar del Norte poco podía hacer por llevarles ayuda y tropas. Las colonias alemanas como tales cayeron, pero un cierto número de tropas mixtas alemanas y nativas estuvieron activas en el África Oriental durante la mayor parte de la guerra. Con gran movilidad y una buena adaptación al difícil terreno, mantuvieron en jaque a un número de tropas mucho mayor del imperio británico, menos adaptadas, que sufrieron muchas bajas, más debido a las enfermedades y al clima que a la propia acción bélica, al mismo tiempo que impedían que fueran utilizadas en los campos de batalla europeos. Los alemanes estuvieron al mando del teniente coronel von Lettow-Vorbeck que nunca sufrió una derrota en el campo de batalla, y que firmó el alto el fuego el 14 de noviembre de 1918, cuando le llegó el telegrama de que Alemania había cesado su actividad bélica tres días antes.

Senderos de gloria (Paths of Glory, 1957)

La Primera Guerra Mundial inspiró en Stanley Kubrick una de las películas antibélicas más importantes de la historia del cine y la que muchos consideran la mejor película del director neoyorquino. Basada también en una novela de entreguerras, escrita por Humphry Cobb, está basada en hechos reales. Los bombardeos de la artillería sobre las posiciones propias están ampliamente documentados, así como juicios militares contra soldados para escarmiento general, aun a sabiendas de que los juzgados y ejecutados eran inocentes de los hechos que se les imputaban.

La película arrastra también una fuerte crítica hacia las ambiciones de políticos y militares de alta graduación que anteponen su prestigio y sus carreras por encima de la vida y la seguridad de sus subordinados, convertidos en meras marionetas y carne de cañón para alimentar sus propias ambiciones. En una guerra larga, cruel y tediosa por la fuerte estabilidad de los frentes como fue la del frente occidental en la Primera Guerra Mundial, la moral de la tropa se veía disminuida con frecuencia. Llegó a haber situaciones en los que los soldados franceses se encontraban oficiosamente de huelga ante las condiciones en las que se veían obligados a sobrevivir en las trincheras. Y condiciones clínicas hoy reconocidas como el síndrome de estrés postraumático en aquellos momentos se veían como meros indicativos de debilidad o cobardía, y tratadas con dureza disciplinaria. La deshumanización de la guerra no se refiere sólo a cómo se enfrentan entre sí los que son adversarios o enemigos, sino que también afecta a las relaciones y los valores de toda la sociedad.

Las duras críticas que emite la película hizo que fuera prohibida o censurada en muchos país, incluidos no pocos de ellos en lo que se ha llamado «occidente democrático». Especialmente en los países francófonos, ya que es el ejército francés el que es especialmente cuestionado durante la película, también las dictaduras militares, o la «neutral» Suiza uno de los países más militarizados del mundo pusieron trabas a la distribución y proyección del filme.

Hoy en día el filme está considerado por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, como un bien cultural a preservar por ser culturalmente, históricamente o estéticamente significante.

Sobre el papel de Francia y sus responsabilidades en el conflicto habría mucho de lo que hablar. Su evidente interés revanchista por el desastre de 1871, sus anhelos de recuperar los territorios perdidos, y otros intereses hacen de este país uno de los incitadores del conflicto aunque siempre se hayan cargado las tintas en el militarismo germánico para justificar su desencadenamiento. Pero es que la historia la escriben los vencedores. También al final de la guerra, ese espíritu revanchista condicionó las condiciones del final de la guerra posteriores al armisticio que llevaron a preparar el terreno para una segunda contienda mundial. En la que murieron muchos menos franceses. No aguantaron más de dos meses de operaciones militares antes de rendirse y ponerse a colaborar con la Alemania nazi.

Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962)

La guerra fue mundial. Ya hemos hablado de lo que pasó en África. Ahora toca hablar de Oriente Medio. También en esta ocasión podemos argumentar que las consecuencias de lo que sucedió en este teatro de la guerra están condicionando todavía los conflictos en esta región del mundo.

Y la película de David Lean utilizó la figura del excéntrico militar británico T. E. Lawrence para ilustrar lo que fue este teatro de la guerra. Es una película que siempre me ha despertado sentimientos contrapuestos. Ante logros cinematográficos bien reconocidos por una amplia mayoría, hay dudas sobre la veracidad de la interpretación histórica de ciertos aspectos, o incluso sobre si la visión sobre el propio Lawrence no es excesivamente apologética.

El Imperio Otomano llevaba tiempo siendo denominado el enfermo de Europa. Antigua potencia política y militar, abarcando una gran extensión de terreno en Oriente Medio, se encontraba en retirada del este de Europa y del norte de África. A esto hay que sumar su manifiesta enemistad con Rusia, antiguamente aprovechada por las potencias más occidentales para frenar al gigante euroasiático, pero con quien en estos momentos unían tratados de paz y colaboración. Por lo tanto, su esperanza de mantenerse como una potencia radicaba en su alianza con los imperios centrales.

La guerra en Oriente Medio fue difícil y compleja. Las campañas contra Rusia fueron muy crueles. El genocidio armenio ha puesto un tono de sospecha permanente en la actual Turquía a la hora de ser aceptada entre los pueblos europeos. Los británicos vieron una oportunidad de oro para aprovecharse de la debilidad otomana, aunque sufrieron algunas catástrofes militares notables, como consecuencia de su talante orgulloso y de su desprecio por una potencia en decadencia pero que durante siglos puso en jaque a la Europa oriental. Finalmente, el final de la guerra no llevó a los pueblos árabes a la prometida y ansiada independencia bajo un poder político común, sino que llevó a una política colonialista del Reino Unido y Francia, muy motivada por los intereses petrolíferos y la posición estratégica del canal de Suez, que produjo un fraccionamiento del mundo árabe y el surgimiento de reyezuelos en estados ficticios de nueva creación que han generado inestabilidad hasta nuestros días.

Vista con perspectiva, el papel de Lawrence no fue tan épico como la naturaleza del filme de Lean nos hace imaginar.

Entrada al Cuerno de Oro

El Imperio Otomano era una estructura compleja e inestable, con unos equilibrios económicos y políticos muy delicados; llevaba tiempo considerado como el enfermo de Europa. Puesta de sol sobre el Cuerno de Oro.

Johnny cogió su fusil (Johnny Got His Gun, 1971)

El escritor y guionista Dalton Trumbo firmó esta su única película como director en la que nos cuenta la historia de un soldado americano gravemente herido en los campos de batalla de Europa, que pierde sus cuatro extremidades y sus capacidades habituales para comunicarse, pero no su conciencia y su capacidad de razonar y soñar. Sólo una enfermera en un momento dado se da cuenta de este hecho y consigue establecer una comunicación con el herido.

La capacidad tecnológica para matar desarrollada por el ser humano nunca había sido tan grande como cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, y aún se desarrolló más durante el conflicto. Bombas de todo tipo y tamaño, armas químicas, lanzallamas, carros de combate, aviones bombarderos,… todo se aunó para destruir el cuerpo humano, para quebrar su resistencia, para incrementar sus miedos, para ningunear su existencia. Miles de soldados podían morir en una horas de avance bajo el fuego cruzado de la artillería y de las ametralladoras enemigas que barrían constántemente la tierra de nadie, cubierta de minas, cráteres, alambradas hasta llegar a las trincheras enemigas donde sólo aguarda el combate cuerpo a cuerpo, a la bayoneta, con cuchillos o con cualquier instrumento que sirva para aniquilar al enemigo. Lesiones cerebrales inimaginadas, mutilaciones que en tiempos anteriores nunca hubieran permitido sobrevivir a las personas que las sufrían, todo ello dio lugar a una generación de jóvenes de las llamadas «perdidas» que nunca encontró su lugar en este mundo.

Pero la película de Trumbo tiene un significado que va más allá. Este guionista fue uno de los represaliados por la caza de brujas anticomunista de la guerra fría en Estados Unidos. Por lo tanto, también podemos ver la película como una metáfora del ser humano censurado, anulado y sin capacidad de expresar sus sentimientos y sus ideas, aun cuando estas sigan siendo posibles en su mente.

El final de la película no es precisamente esperanzador. Es esta una película que vi cuando tenía 20 años en un cineclub, y nunca he reunido el valor para volver a verla. Pero me resultará difícil olvidarla mientras conserve mis capacidades intelectuales.

Gallipoli (1981)

La Primera Guerra Mundial nunca ha dejado un número de producciones cinematográficas comparable al de su continuación 20 años después. Y conforme el género de la superproducción perdió fuelle a finales de los setenta, aun atrajo menos. Pero eventualmente se hizo paso en la historia del cine esta excelente película de Peter Weir sobre uno de los grandes fiascos británicos en aquella guerra. El intento de invasión del Imperio Otomano y de control de los Dardanelos por parte de los británicos, un fracaso monumental que sufrieron especialmente las tropas procedentes de las antípodas.

Winston Churchill ha pasado a la historia como uno de los políticos visionarios que hicieron posible la derrota de la Alemania nazi en 1945. Pero su trayectoria política venía de largo, y en el momento del comienzo de la Gran Guerra ejercía el importante cargo de Primer Lord del Almirantazgo, lo que venía a ser como el principal responsable de la marina de guerra británica, la pieza base que configuraba el imperio desde hacía siglos. Suya fue la iniciativa de iniciar la campaña de los Dardanelos, que de haber triunfado habría dado el control de estos estrechos a la entente cordial, y había amenazado Estambul y el Bósforo, un grave revés para los imperios centrales. Pero la preparación de esta campaña fue descuidada y culminó en un fracaso notable con la evacuación de las tropas tras ocho meses atrapadas en la costa de la península de Gallipoli, con graves pérdidas debidas a los combates y a la disentería.

Las tropas desembarcadas pertenecían a lo que se denominaba ANZAC, o cuerpo expedicionario compuesto por australianos y neozelandeses. En frente, destacó en defensa del territorio otomano Mustafá Kemal, posteriormente conocido como Atatürk, el padre de los turcos. Dos consecuencias se derivaron de esta batalla, más allá de las derivadas estrictamente del fracaso militar.

Por un lado, esta batalla sirvió para afianzar el sentido de pertenencia a una nación propio, distinta de la Gran Bretaña para los naturales de Australia y Nueva Zelanda, que de este modo avanzaron con más rapidez hacia la autonomía e independencia de su metrópoli, a pesar de ser en su mayor parte oriundos de antecesores europeos.

Por otro lado, Mustafá Kemal adquirió un enorme prestigio dentro del Imperio Otomano, que al final de la guerra corrió grave riesgo de desintegración, pero que se unión en torno al movimiento de la nueva Turquía, resistió los embites y consiguió salir al siglo XX como una nación mucho más potente de lo imaginado, especialmente a costa de las pretensiones griegas. El país helénico se veía con Constantinopla reconquistada y en posesión de ambas orillas del acceso al Mar Negro. Todo ello ha tenido también repercusiones en la estabilidad del Mediterráneo oriental a lo largo del siglo XX.


Como habéis visto, hoy me ha salido una entrada más larga de lo habitual. Desde luego no he pretendido ser exhaustivo ni en el repaso a las muchas películas ambientadas en la guerra del 14-18, ni en las distintas dimensiones que tuvo este conflicto y que como he repetido en varias ocasiones tan trascendente fue para la historia del mundo en el siglo XX, e incluso hoy en día. Hay muchos aspectos que se podrían considerar. Quizá podría haber hablado del Doctor Zhivago y de la Revolución Rusa, de la guerra submarina que también ha tenido representaciones en la gran pantalla, o del ataque a los barcos civiles, mercantes y de pasajeros. De la entrada de Estados Unidos en la guerra, o las múltiples películas sobre los ases de la aviación que se han hecho. Pero no me da para todo. Ni me apetece. Lo que quería era transmitir esa sensación que tengo de trascendencia de los hechos que en la actualidad se conmemoran con su centésimo aniversario. Porque ciertamente nos afectaron a todos.

El Bósforo

Pero estratégicamente dominaba los Dardanelos y el Bósforo, con la salida al mar de Rusia, eterno enemigo, y buena parte de Oriente Medio. Navegando por el Bósforo.

[Libro] Ambulancia 13: La cruz de sangre

Literatura

Hoy hace 100 años que el Imperio Austrohúngaro declaró la guerra a Serbia. Por lo tanto, aunque a veces se dan otras fechas como el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en función de cómo se fueron incorporando las distintas potencias al conflicto de modo oficial, hoy podemos considerar que es el centenario de una de las barbaries más notables de la historia de la humanidad. Una barbarie que fue el vivero de muchas otras que sucedieron a lo largo del siglo XX, y cuyos efectos todavía sacuden nuestras sociedades si se analiza con cuidado. El 29 de julio Rusia declaró la movilización general, ante lo cual el 1 de agosto Alemania declaró la guerra a la gran potencia oriental, y el 3 de agosto a Francia por los movimientos de tropas de esta república en la frontera común. Como respuesta a la invasión de Bélgica por tropas alemanas, el 4 de agosto era el Reino Unido quien entraba en guerra contra los imperios centrales. Otros países se fueron sumando sucesivamente. Italia esperó a 1915 para tomar una decisión sobre que bando le convenía, y Estados Unidos encontró el motivo para entrar en el conflicto en 1917. Pero la primera declaración de guerra fue un 28 de julio, tras rechazar Austria-Hungría la respuesta de Belgrado a su ultimátum, ciudad que sufriría su primer bombardeo y sus primeras muertes el 29 de julio de 2014.

Monumento a los caídos - Estrasburgo

Son frecuentes los monumentos en las ciudades francesas a los caídos en la guerra del 14-18; pero el de Estrasburgo es peculiar ya que sus caídos en las guerras mundiales lo hicieron peleando en ambos bandos. Franceses para Francia, alemanes para Alemania, en ambos lados eran escogidos como carne de cañón.

Mi forma de conmemorar estos hechos, evitar que caigan en el olvido y reflexionar sobre ellos es a través de la cultura. Y siguiendo una propuesta de hace unos días, he acudido a un género menos habitual, la historieta, para formular mis reflexiones. Y mi primera propuesta nos llega del país vecino, Francia, un país que desde mi punto de vista no sólo no hizo nada por evitar el conflicto, sino que como consecuencia del deseo de revancha por la catástrofe de 1871 tenía muchas ganas de que este estallase. Al precio que fuese. Una actitud que nos hace pensar sobre los conceptos de patriotismo, nacionalismo, heroísmo y sentido del déber, muy trasnochados en su uso hoy en día pero que todavía sirven para inflamar las conductas irracionales.

Ambulancia 13: La cruz de sangre
Escrito por Patrick Cothias y Patrice Ordas; dibujado por Alain Mournier
Yermo Ediciones, 2014

En este volumen encontramos las dos primeras aventuras de la Ambulancia 13, unidad de la sanidad militar francesa, cuando asume el mando de la misma el teniente médico Bouteloup en algún momento de 1916. Hoy en día entendemos el término ambulancia como el vehículo que sirve para el traslado de enfermos bien sea de forma urgente o programada, con una dotación humana y de medios adaptada a las necesidades de los mismos. Pero hasta la Primera Guerra Mundial recibían este nombre las pequeñas unidades de sanidad militar responsables de prestar la atención inicial a los heridos en combate, clasificarlos y proceder a su evacuación a unidades con más medios para resolver sus necesidades. En el caso que nos ocupa se trata de una pequeña unidad situada inmediatamente tras el frente, mandada por un oficial, con un total de siete u ocho hombres encargados de esta misión al servicio de un batallón o un regimiento apostado en el frente. Bouteloup es un joven de buena familia, bien relacionada con los medios políticos de la república, que mantiene diferencias con su padre, también médico, por la forma en que trató a su hermano, que murió a consecuencia del tifus. En sus primeras 24 horas en el frente, en sus acciones y en las consecuencias que tienen, Bouteloup sufre un cambio radical sobre el paradigma de lo que es la guerra. Un lugar donde se simultanean lo mejor y lo peor de la especie humana, y que contrasta con la actitud deshumanizada y burocratizada de quienes toman decisiones en retaguardia, para quienes los que mueren en el frente tienen poco valor. Un mundo de intrasigencia y absurdos apenas amortiguados por destellos de racionalidad.

Monumento a los caídos - Kehl

A pocos kilómetros del anterior, en la población alemana de Kehl, se homenajea también a los caídos en la Primera Guerra Mundial. Más raro es ver en Alemania monumentos a los caídos en la Segunda.

El mismo tono sigue la segunda aventura, en la que el universo de Bouteloup y sus compañeros se abre un poco, tanto en el frente como en la retaguardia, constituyendo en su conjunto una obra coherente aunque no acabada, habrá que pensar si sigo leyendo el resto de las aventuras, que de momento no están publicadas en castellano, para ver como evoluciona. Se trata de una obra claramente antimilitarista, pero extendiendo su visión crítica al conjunto de valores de una sociedad que sostiene a aquellos que toman las demenciales decisiones que hacen que la gente muera por millares en el frente en unos pocos días.

No faltan las reflexiones secundarias relativas al papel de la religión, del compañerismo, de cómo entendemos el honor personal frente al «honor» colectivo, y el conjunto tiene un tono fundamentalmente dramático con cierta tendencia a la tragedia, esa tragedia de carácter determinista que echa sus raíces en la antigua Grecia.

En su conjunto, una lectura de buen nivel que recomendaría sin dudar a los aficionados a la historieta, y que desde luego cumple perfectamente el papel que le he asignado de reflexión y conmemoración ante los hechos que dieron comienzo aquel 28 de julio de 2014.

Parque de las dos Riberas - Kehl

Entre ambas ciudades, en las riberas del Rin, un gran parque unido por una pasarela que atraviesa el río tiene abundantes referencias a los deseos de paz y amistad. Que tal vez se conserven en ese rincón del mundo, pero que a duras penas perviven en el conjunto del planeta si fiamos de lo que nos cuenta la prensa.

[Libro] El Pentateuco de Isaac

Literatura

Si interesante fue la primera de las lecturas que me llevé de vacaciones y que ya comenté hace unos días, me atrevería a decir que todavía más interesante, sorprendente e impactante me resultó la segunda. Buscada también entre esas editoriales minoritarias que forman su fondo bibliográfico a partir de literaturas poco conocidas o recuperando obras de antaño pero de gran calidad, como es en este caso Libros del Asteroide, me adentro en esta ocasión en las consecuencias que trajo el desastre de la Primera Guerra Mundial, personalizadas en el ficticio Izak Blumenfeld  que nos propone el guionista de cine y escritor búlgaro Angel Wagenstein.

El Pentateuco de Isaac
Angel Wagenstein; traducción por Liliana Tabákova
Libros del Asteroide, 2008
Edición electrónica

Pentateuco los cinco primeros libros de la Biblia según los cristianos, se corresponden con la Torá judía. Y cinco libros, o cinco partes dividen la vida signficativa de Izak Blumenfeld, un sastre judío de Galitzia, una región al norte de los cárpatos que en 1918 cuando comienza el libro pertenecía la Imperio Austrohúngaro, y que en la actualidad está dividida entre el sur de Polonia y Ucrania. Una vida la de Izak en la que simultáneamente será súbdito austrohúngaro, polaco, soviético, de los terriotorios orientales del Tercer Reich y finalmente de la República de Austria. Una persona que no es en absoluto significativa para el devenir de la compleja, difícil y cruel historia de la primera mitad del siglo XX en la Europa Central, pero que representa a muchas personas comunes que sufrieron las consecuencias. Que fue alistado como soldado en diversos ejércitos, aunque nunca luchó una batalla, y que acabó sobreviviendo a tres campos de concentración de distinta naturaleza.

Cementerio judío en Cracovia

Lo más cercano que he estado yo a la Galitzia de Izak es en la región de Cracovia, ciudad en la que visitamos el viejo cementerio judío.

Wagenstein inició con este libro una trilogía sobre las vicisitudes de los judíos europeos, en Europa y fuera de ella. Y este su primer personaje pronto se descubre como un protagonista al que inevitablemente coges cariño y quieres casi como si fuera de la familia. La historia está contada en primera persona, desde el punto de vista de Izak, que no es un hombre complejo. Que como dice su cuñado el rabino Bendavid «eres un poco lerdo». Pero la historia destila sabiduría. Una falsa sabiduría popular, ya que es puesta en boca de personajes muchas veces cómicos, pero que refleja las reflexiones del escritor. Un escritor, que siendo judío y habiendo sufrido en su familia las persecuciones de la época, por su etnia o por su ideología, no muestra excesivos rencores, sino que aplica, se aplica a sí mismo, viéndolo en la distancia, una cierta capacidad si no para el perdón, elemento difícil de conceder en distintas situaciones, por lo menos una actitud para reconstruir la convivencia.

Para Wagenstein, como para muchos otros que han ido surgiendo una vez que el patrioterismo nacionalista ha ido cediendo algo de terreno, menos del que a muchos nos gustaría, comprende que la Primera Guerra Mundial no fue sino el primer episodio de uno de los periodos históricos más negros de la historia europea y mundial. Y que dio lugar a un surgir de ideologías y regímenes perniciosos, especialmente para el hombre y la mujer común. Propone también un mensaje de tolerancia. Entre etnias, entre religiones, entre las ideas que buscan la redención de las gentes, y que movilizan los esfuerzos de los más jóvenes. Tremendos los papeles del rabino y de los hijos de Izak. Pero que muchas veces se ven corrompidas por los aparatos que se apropian de esas ideas, religiones oficiales, partidos políticos, ejércitos, para sostener el statu quo de quienes tienen control sobre el poder.

Auschwithz-Birkenau

Inevitable, y recomendable, en aquellos lugares visitar el campo de concentración que más representa la barbarie nazi, el de Auschwitz-Birkenau.

Duras son las palabras o las críticas contra los aparatos totalitarios, a diestra y siniestra, aunque se disfracen del humor asociado al absurdo a la sinrazón. Pero dando siempre la posibilidad de que las personas individuales se rediman, o den muestras de humanidad en medio de esa sinrazón.

Y en medio de todo esto, el recuerdo de los ojos verdegrisáceos de Sara. Porque si hay algo que mueva a Izak, y en esto creo que representa perfectamente a todas las personas comunes, es su amor por su esposa, por su familia, por sus vecinos, por lo que han construido juntos… aunque luego se lo lleve con violencia los vientos de la intolerancia y de la historia.

Una lectura importante, sin duda. Una ficción muy real que creo que viene al pelo para recordar en este centésimo aniversario a aquella guerra cruel que sacudió Europa y el mundo, especialmente porque nos habla más de sus consecuencias que de sus hechos. Absolutamente recomendable.

Estación de Oświęcim

La estación de Oświęcim, nombre polaco y actual de la población donde se encuentra el campo.

[Historia / televisión] 37 días para declarar la guerra

Historia, Televisión

Ya he comentado en alguna ocasión con distintos motivos que este año se cumple el 100º aniversario del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Con frecuencia eclipsada por la segunda, cuya memoria está mucho más impresa en el imaginario colectivo del mundo actual, fue una guerra atroz por sí misma. Y desde muchos puntos de vista, muy difícil de explicar. Una guerra que a no benefició a nadie en realidad, que produjo una ingente cantidad de muertos y destrucción, y que condicionó el devenir del siglo XX de modos muy negativos.

En mi sección de televisión, ya he comentado un par de producciones británicas que se han estrenado este año para reflexionar sobre el comienzo y la oportunidad de la guerra. Una bajo la forma de documental, sobre el papel de las monarquías en este embrollo, y otra, en forma de documental y debate televisivo, sobre la conveniencia de que el Reino Unido entrase en el conflicto o incluso sobre las «bondades» de una victoria alemana caso que los británicos se hubieran declarado neutrales.

A partir de ahora, a todas aquellas noticias que tengan que ver con este conflicto les dedicaré entradas exclusivas. Creo que puede merecer la pena recordar apropiadamente aquella sinrazón.

Cambio de la guardia a caballo - Londres

Los ingleses se presentan a sí mismos como un pueblo de comerciantes y no de guerreros. Lo cual es contradictorio con su historia reciente con respecto a la Primera Guerra Mundial, repleta de guerras coloniales, no sólo contra los indígenas sino también contra otros colonos. De los primeros campos de concentración para civiles fueron los que montaron en las guerras contra los boers.

En esta ocasión entramos en el terreno de la «ficción». O más bien del documental teatralizado. Porque la intención de los productores de la miniserie 37 days fue la de ser rigurosos con toda la documentación existente sobre los días que transcurrieron desde que se produjo el asesinato de los archiduques de Austria en Sarajevo hasta que el Reino Unido declaró formalmente la guerra al reich alemán el 4 de agosto de 2014. Pero el formato es el de una serie de ficción basada sobre hechos reales. El punto de vista del hombre corriente, el que luego acabaría sufriendo en las trincheras está representado por dos jóvenes funcionarios, uno trabajando en el Foreign Office británico bajo la dirección Sir Edward Grey (Ian McDiarmid), principal personaje de la historia, y el otro en la cancillería alemana, ocupada en aquel momento por Theobald von Bethmann-Hollweg (Ludger Pistor). Otros personajes importantes son el kaiser alemán Guillermo II (Rainer Sellien), el primer ministro inglés Asquith (Tim Pigott-Smith), el jefe del estado mayor alemán Moltke el joven (Bernhard Schütz), entre otros muchos personajes históricos que van apareciendo.

Palacio de Westminster

En aquella época, temían más una guerra en Irlanda que en el continente. Paradójicamente, la serie está rodada en Irlanda, en la parte que ha sufrido violencias constantes durante el siglo XX como consecuencia de la extraña descolonización de la isla.

El punto central de la miniserie es el conjunto de circunstancias que llevaron a que el Reino Unido, poco deseoso según se presenta en entrar en una guerra continental, acabó por declarar la guerra al Imperio Alemán como consecuencia de la invasión de Bélgica, pequeño país creado tras las guerras napoleónicas, y que mediante un complejo sistema de tratados, tenía garantizada su supervivencia por los grandes potencias, entre las cuales, Prusia (después el Imperio Alemán), el Reino UnidoFrancia. Para llegar a este punto, la serie navega durante tres horas en tres episodios por las complejidades de un período de la historia, poco más de un mes, en el que no faltó la confusión, las informaciones contradictorias, a veces involutariamente, a veces intencionalmente ambiguas, y con intereses muy diversos sobre el resultado final de la crisis que desencadenaron los asesinatos de Sarajevo.

En la serie se pone de manifiesto principalmente, como gran «villano», la incapacidad política de Guillermo II y el deseo de los militares alemanes de aprovechar el momento en que todavía se siente superiores para establecer un statu quo en Europa favorable a sus intereses, con el miedo en el cuerpo de un fortalecimiento futuro militar tanto de Rusia como de una rencorosa Francia, dolida por la derrota de 1871. Por otro lado, surge una crítica al complejo sistema de alianzas y compromisos generados en los años anteriores, en los que no se midió correctamente el efecto dominó que llevó a la conflagración general a partir de lo que parecía un problema local en los Balcanes, asociado a la decadencia de la monarquía de los Habsburgo.

A pesar de la complejidad argumental asociada al intento de ser fieles a la serie, esta está muy bien realizada y goza de interpretaciones de gran nivel, permitiéndonos comprobar que el «malvado Palpatine» es capaz de ofrecernos otros registros, tan interesantes o más que el que le dio la fama. Por mi parte, no puedo más que sentir una profunda envidia, ya que no me parece que las televisiones españolas sean capaces de semejantes ejercicios de excelencia y rigor televisivo, combinados con la información, la pedagogía y con el entretenimiento de la ficción.

Puerta de Brandemburgo

Eso sí, oficialmente en la serie, los militaristas sólo son los alemanes, dominados por la cultura prusiana. Indudablemente lo eran. Pero no los únicos. Aquella guerra mundial fue una catástrofe colectiva, una sinrazón del autodenominado, con poco motivo, mundo civilizado.