Finalmente, un resumen de mis impresiones finales, no excesivamente ordenado, absolutamente subjetivo, sobre mi estancia en Lisboa, una ciudad que siempre ha sido una de mis favoritas, a la que visité con frecuencia en la década de los 90. Ahora llevaba 11 años sin volver, y creo que ha habido cambios.
Ahora, desde luego estamos en una ciudad mucho más moderna. Aunque estos signos de modernidad ya se apreciaban en 1998 cuando celebraron su Exposición Internacional. Pero están ahí. La ciudad está limpia y arreglada. Casi toda ella. Luego me explico. Posee unos transportes públicos razonablemente eficientes, que combinan tradición con modernidad. Un metro rápido y cómodo hace que alojarte en un hotel céntrico no sea una prioridad, ya que llegas al centro en pocos minutos. Así, puedes conseguir hoteles más modernos y confortables. Y probablemente algo más baratos.

Estos no son los tranvías que uno espera encontrar en Lisboa, pero son modernos, rápidos y eficaces para llevar a la gente hasta Belem

Tampoco vienen mal los elevadores para salvar las cuestas de la ciudad; eso sí, cumplen rigurosamente un horario, y el conductor mientras, se echa una siestecica... diez minutos son diez minutos

La apertura de varias líneas de metro y su progresiva extensión ha mejorado mucho la movilidad en la ciudad

Para subir de la Baixa al Chiado ya no es necesario el ascensor de Santa Justa; ahora uno puede coger las impresionantes escaleras mecánicas que unen las bocas del metro
Como decía, la ciudad esta limpia y arreglada. No es que antes estuviese sucia; pero el desaliño de casas y calles daban ese aspecto. La excepción está quizá en el Barrio Alto. Los monos «elevadores» vandalizados por grafiteros sin arte, las casas más descuidadas también pintarrajeadas, deslucen el resto de la ciudad. Antes era un lugar idóneo para pasear, especialmente por la noche, con sus restaurantitos típicos donde degustabas lo mejor de la cocina portuguesa a precios razonables. Ahora, es algo distinto. O son restaurantes para turistas, donde te encuentras lo de en todos lados, no necesariamente malo, pero más despersonalizados, o son modernos restaurante, que van de pijos, pero en los que el menú no varía mucho de los anteriores. Apenas platos un poco más elaborados. Ricos. Pero te clavan. Mucho. Por su puesto, la excepción en el entorno del Barrio Alto es el entorno del Chiado. Y la bajada por la Rau Garret y la Rua do Carmo, antaño víctimas de un triste incendio, de la que están totalmente recuperadas habiendo recuperado su pasado esplendor.

Considerados Monumento Nacional, los elevadores que tienen que dormir a la intemperie son vandalizados, lamentablemente

Muchas de las casas del Barrio Alto serían muy vistosas y bonitas, pero no se encuentran en las mejores condiciones

Estaba yo contemplando la elegancia de esta "para la felicidad de las señoras", 'O boner de dam' (poner morritos para la e de boner), cuando oigo a un lugareño mencionar no se qué de un "boñeur"...
Pero claro, lo que sí que se nota mucho es el aumento notable del número de turistas. Con anterioridad, hasta en dos ocasiones visité la ciudad en el mes de agosto, más bien a finales. Y aunque hubiera turistas, nosotros entre ellos, podías visitar los distintos monumentos, o pasear entre las calles, o coger el tranvía de línea 28, sin grandes agobios. En la actualidad, cualquier tranvía o «elevador» se han convertido en una atracción turística multitudinaria, especialmente el mencionado «28». Es difícil tomar fotografías en los principales monumentos sin que te invadan las cabezas de la gente. Y en ocasiones, los propios turistas se convierten el objeto de interés. Y eso que estamos ya con septiembre muy avanzado. No me imagino cómo será en temporada más alta.

Es motivo de cachondeo generalizado cuando la grúa municipal se lleva a un coche con matrícula de Sevilla, causando, con la colaboración del tranvía, un cierto caos circulatorio

Aunque no lo parezca, el tranvía de la línea 28, no sólo lo cogen los turistas; también lo usan los lugareños para desplazarse por las empinadas cuestas de la capital portuguesa

O las tres dignas señoras que pensaban disfrutar de un viaje tranquilo en el ascensor da Bica hasta que llegaron un peña de adolescentes holandeses

Recuerdo haber tomado antaño alguna cervecita junto a Pessoa en A Brasileira departiendo con algún lugareño; ahora es imposible, pues no hay más que turistas
Hay varios museos que merecen la pena en Lisboa. El de Oriente, el de Arte Antigua, los relacionados con el mar,… todos ellos interesantes. Pero yo siempre recomiendo el de la Colección Calouste Gulbekian. Tanto por la calidad de las piezas expuestas, como por el detalle y el cuidado que tienen a la hora de exponerlas, así como el bello entorno del que se rodea.
De las visitas a Sintra y Cascais, más o menos todo quedó dicho ayer. Si no fuera porque lo han llenado todo de tiendas, Sintra, la población, merece más la pena que la simple visita a los palacios. El entorno en su conjunto merece la pena. Y parece que ya se han dejado de vender albornoces y mantelerías a los españoles en la costa de Cascais. Todo eso queda ya reducido a algo residual. Mejor. Más bonito.

Peculiar el señor de la gorra que "dirigía" el tráfico junto a la bonita capilla en el centro de Sintra