Comentaba la semana pasada en mi repaso a las novedades en las series de televisión, que Black Mirror, la miniserie de tres episodios que recientemente emitió la cadena británica Channel 4, merecía un comentario aparte. Y esto es así por dos motivos. Uno es la calidad de la producción, en forma de tres telefilmes no relacionados entre sí argumentalmente, pero sí temáticamente. El otro es precisamente la actualidad de los temas que trata.
El black mirror al que hace referencia el título es cualquier pantalla de cualquiera de los dispositivos electrónicos que en la actualidad nos rodean, cuando se encuentra apagado. Televisores, ordenadores personales, teléfonos inteligentes, tabletas, cónsolas de juegos,… lo que sea. Cada vez más somos más dependientes de estos chismes, que nos prometen la felicidad gracias a su capacidad para ofrecernos cualquier información en el acto en cualquier momento, de mantenernos en contacto con la gente a través de extensas redes sociales formadas por un número de personas que hace unos pocos años no podíamos imaginar llegar a conocer, y por supuesto, por la inmediatez que supone su habilidad para ayudarnos a consumir. En lo que sea.

Pantallas por todas partes; como hace unos años en una de mis visitas a Londres, en las que coincidí con la "premiere" londinense de Collateral, y con su protagonista T.C. Mapother IV, en Leicester Square (Canon Digital Ixus 400).
Veamos en un momento el argumento de estos tres episodios:
The National Anthem (El himno nacional)
Estamos en una sociedad similar por completo a la nuestra. A través de Youtube, un individuo anuncia y muestra que ha secuestrado a una popular princesa real. Y da el siguiente ultimatum. Si a una determinada hora de un determinado día, todas las televisiones del país no emiten cómo el primer ministro mantiene relaciones sexuales con un cerdo, la princesa morirá. Tras una primera y firme determinación de no ceder a las presiones del extorsionador, la presión de la opinión pública a través de las redes sociales hace que dicha determinación no parezca tan firme.
15 Million Merits (15 millones de méritos)
Estamos en una sociedad futurista profundamente distinta y distópica con respecto a la nuestra. Los ciudadanos viven en cubículo con paredes negras que se encienden como pantallas en las que aparecen programas de entretenimiento, o publicidad, que podrán evitar gastando dinero, que se mide en méritos. Los méritos se ganan en el trabajo cotidiano que consiste en pedalear sobre bicicletas estáticas, desconocemos con que fin. La gente, mientras pedalea, y en función de la energía que ponga, va acumulando méritos que luego puede gastar. Mientras pedalean siguen viendo las pantallas. Todos visten igual, de gris. Y todos se dedican a lo mismo. Entre ellos «Bing» Madsen, que vive con comodidad por que heredó en su momento 15 millones de méritos. Pero hay otros dos grupos de personas en esta sociedad. Los obesos y desentrenados que no pueden pedalear el suficiente tiempo y con la suficiente intensidad para ganar méritos y que son la casta baja que se dedica a tareas de limpieza, vistiendo con un «humillante» color amarillo. Y aquellos que se promocionan gracias a sus habilidades «artísticas» para vivir como protagonistas de los programas de televisión una vida mejor. Bing conoce y se enamora de Abi, una chica que canta muy bien y que tiene el sueño de promocionarse mediante la canción. Para conseguirlo, Bing le cede los 15 millones de méritos necesarios para entrar en el concurso. La chica es seleccionada y triunfa, pero no para cantar, sino como rostro cándido para los programas de contenido pornográfico. Bing decidirá entrar el también en el sistema con el fin de redimirla. Pero, ¿será capaz de ello?
The Entire History of You (Toda tu historia)
Estamos en una sociedad parecida, pero no igual a la nuestra. La gente vive cómodamente, en casas estupendas, aunque conduce coches claramente anticuados. Y todo ellos llevan un dispositivo electrónico tras su oreja derecha en el que se graban visualmente todos sus recuerdos, que pueden revivir cuando lo deseen, tanto de forma privada como a través de pantallas externas de forma pública. Liam y Ffion forman un joven matrimonio con una hija pequeñita, que asisten a una fiesta, donde conocen a Jonas. Pronto Liam sentirá sospechas y celos por la forma en que se relaciona su atractiva mujer con Jonas. Cuando se quedan solos en su casa, la cuestiona. Y quiere garantías sobre lo sucedido a través de la grabación de los recuerdos de su mujer. Y lo que encuentre puede ser mucho peor de lo que imagina.

Las distopías también han aparecido en la música, y los Pink Floyd las cantaron. O tal vez lo hicieron a los aspectos más oscuros de nuestras sociedades. En uno de sus discos, Animals, aparece en portada la central termoeléctrica de Battersea, todo un icono (Canon Digital Ixus 400).
Como vemos, en una reflexión en toda regla, profunda, sobre el fenómeno de las tecnologías de la información y los cambios que pueden producir en nuestras sociedades y en nuestros comportamientos. Muchos de los elementos que se muestran, exagerados hasta el absurdo en alguna ocasión, ya están con nosotros en las sociedades actuales. Y la reflexión a la que conduce es que la libertad y las ventajas que nos producen un uso ilimitado de estas tecnologías son ilusiorias, por no decir que en realidad sirven para eliminar la libertad del individuo.
A mí siempre me ha atraído el género distópico, que siempre ha sido del gusto de los autores británicos tanto de literatura, como de cine y televisión, que nos han ofrecido obras magistrales. En esta tradición, este es un ejemplo más de cómo utilizar el género para ofrecer un crítica sobre la realidad más actual y sobre la naturaleza del propio ser humano. Considero que es uno de los mejores productos televisivos que he visto en mi vida, y que creo que debo recomendar vivamente, tanto por la calidad de su producción como por la profundidad de las reflexiones que nos induce.

En cualquier caso, el Reino Unido, y Londres en particular, con sus enormes contrastes, siempre ha sido un escenario apropiado para las sociedades distópicas. En la foto, con la entrada al subterráneo peatonal de Greenwich en primer plano, las moles de Canary Wharf dominan el fondo (Canon Digital Ixus 400).