La revolución industrial en el siglo XIX vino impulsada por el desarrollo de la máquina de vapor. En este caso me refiero a cualquier motor que transforma energía térmica producida al quemar un combustible en energía mecánica a través del vapor que se genera en una caldera que calienta el agua líquida. Pero es frecuente que haya gente que use el término «máquina de vapor» como sinónimo de locomotora de vapor, un vehículo ferroviario automotor que usa una máquina de vapor para generar el movimiento del vehículo, y que suele arrastrar un conjunto de coches de pasajeros o vagones de mercancías que llamamos tren. En cualquier caso, la revolución industrial vino apoyada por el aumento de la capacidad y la velocidad en las comunicaciones terrestres y marítimas a través de las máquinas de carbón que se incorporaron a trenes y barcos.

La revolución industrial es una etapa notable en la historia de la humanidad. En estos últimos días nos han recordado que se estima que en torno al 1800 la población mundial era de 1000 millones de personas. Este número se multiplicó por seis cuando llegamos a 2000. En 200 años. Pero en 2011 había sumado 1000 millones más de personas, y en 2022, otros 1000 millones más para llegar a los 8000 millones. El incremento exponencial de la población vino en gran medida favorecido por la revolución industrial que genero recursos suficientes para permitir el incremento y el sustento de estos crecimientos, aun con las enormes desigualdades que existen en el mundo. También es una de las causas, no la única pero probablemente la principal, de la crisis climática por calentamiento global debida a la acción del hombre en la que estamos sumidos. En estos 200 años se han generado un sinnúmero de edificios y estructuras, muchas de ellas ya obsoletas, que reflejan esta revolución industrial. Y que constituyen el patrimonio de la arqueología industrial. Y ferroviaria.
En la excursión que hicimos a la Comarca del Jiloca en septiembre vimos y caminamos por los restos del antiguo Ferrocarril Central de Aragón. Lo he recordado al repasar uno de los rollos de película que usé en aquella excursión y que comento en Regreso al formato subminiatura – Kodak Pocket A-1 con Lomography Tiger Color Negative 200. Creo que merece la pena conservar aquellos edificios y estructuras más significativos de es época. Lo que antes he denominado como arqueología industrial. Y ferroviaria. Forma parte de la memoria histórica de la humanidad. Y no podemos ni debemos olvidar el pasado, si queremos tener un futuro.

