Women talking (2022; 16/20230219)
Como cualquier aficionado al cine, para poder elegir con acierto aquellas películas que vemos en las salas, sentir que no hemos perdido ni el dinero ni, lo que es más importante, el tiempo, consultamos lo que dicen los «listos» de la cosa y que se adelantan a nosotros a la hora de ver los estrenos. Los críticos. Pero normalmente me fijo si recomiendan o no una película, cuando los considero fiables, que hay mucho charlatán, y no tanto en los porqués. Prefiero no introducir demasiados prejuicios sobre lo que voy a ver. A veces, como en la película que nos ocupa hoy, me basta con saber quién la dirige, Sarah Polley, y, como decía mi madre, quien «sale». En este caso un reparto femenino muy interesante con gente como Rooney Mara, Claire Foy, Jessie Buckley (cada vez me gusta más esta actriz), y Frances McDormand, entre otras, ya que la película es coral. Pero leí a posteriori lo que decían las gentes de Lo que yo te diga… y eso me ha hecho pensar.

Me sorprendió que la película no estuviera entre Las favoritas, es decir aquellas que puntúan con un 7 sobre 10 o más, aunque esté recomendada. Le dan un seis. Y entiendo la argumentación que dan. Y hasta cierto punto la comparto. La dinámica de la película es la de una adaptación de una obra de teatro, aunque no es así, ya que está basada en una novela del mismo título de la canadiense Mirian Toews. Pero básicamente son los diálogos en un granero de un grupo de mujeres, pertenecientes a tres o cuatro familias menonitas distintas, representando a todas las mujeres de una colonia situada en algún lugar del hemisferio sur. Esto último lo sabemos por una escena de la película en la que se habla de la Cruz del Sur como elemento de orientación al viajar. Y lo que dicen las gente de Lo que yo te diga es que, de lo que hablan, el problema que sufren estas mujeres, es tan evidentemente, aplastantemente, perverso… que ni siquiera debería haber sucedido en primer lugar. Y que por lo tanto, en realidad, la película no aporta nada a la reflexión moral del ser humano. Ya sabemos que violar sistemáticamente a niñas y mujeres, incluso a propias hijas o hermanas, usando anestésicos veterinarios para evitar resistencias, es malo. Es enormemente perverso. Es evidente. Y especialmente perverso cuando se usa la fe, la superioridad patriarcal de la religión para justificarlo, o al menos para justificar no perseguir al culpable. Es todo tan evidente, que quienes vean la película ya lo saben y no necesitan ser convencidos, mientras que aquellos que deberían ver la película para sensibilizarse… no la van a ver, y seguirán ciegos a la aberración.
Porque aunque la película, la novela en la que se basa es una ficción, se basa en un caso real y bien documentado, que sucedió hace no muchos años en Bolivia. Y todos sabemos que no es el único caso de abusos sexuales sistemáticos, patriarcales, justificados por la religión. Los fundamentalistas musulmanes oprimen, maltratan y violan mujeres en distintas regiones del mundo. Y no se trata solo de situaciones en pequeños grupos sectarios, más o menos apartados de la sociedad. Son bien conocidos los escándalos sexuales por los comportamientos de clérigos de la Iglesia Católica, organización reticente durante décadas a reconocerlos, a colaborar con la justicia o a condenar a los perpetradores. Entre otras situaciones.

Sin embargo, yo he apreciado más la película que las gente de Lo que yo te diga. Porque me parece una película de una gran belleza, aun con la terrible realidad que debaten este grupo de mujeres, adolescentes, jóvenes, adultas y ancianas. Todas ellas víctimas. Con una fotografía de colores desaturados, iluminación en claroscuros, atemporal, y unas interpretaciones absolutamente sobresalientes, no puedes evitar ser absorbido por el diálogo. Y por la belleza de unas mujeres que no se basa en sus atributos físicos, sino en la dignidad de sus gestos, de sus expresiones, de sus heridas, de sus golpes, o de sus cicatrices. Todas ellas están muy bien. Siempre he tenido cierta debilidad por Rooney Mara, especialmente desde su duelo interpretativo con Cate Blanchett. Pero si tengo que destacar a una es el trabajo de Jessie Buckley, a la que llevo viendo últimamente en papeles muy diversos, pero siempre muy bien, independientemente de lo que opine de la película en la que trabaja.
Sí. Como dicen algunos, el mensaje de esta película es demasiado evidente. Es obvio. No aporta nada al pensamiento moral de las buenas gentes, que no hayan incorporado ya hace tiempo. Pero qué belleza de película, y qué belleza de mujeres. Incluso si al final no parecen liberarse de una de las grandes raíces, de uno de los grandes problemas de su situación. Esa fe a la que se aferran. Y quizá esa equidistancia de la directora con la religión, como si no fuese el problema de base que fomenta las actitudes patriarcales. Desengañémonos. El día que colectivamente analicemos con datos y sistemática el fenómeno religioso comprobaremos que siempre ha hecho más mal que bien a la humanidad. O eso es lo que pienso. Como me contaba William Hardy McNeill cuando, formándome como epidemiólogo, leí su Plagas y pueblos, y sin dudar calificaba a la religión, junto a los ejércitos y otras instituciones tradicionales, macroparasitismos, al mismo tiempo que hablaba de virus y bacterias como microparasitismos.
Valoración
- Dirección: ****
- Interpretación: *****
- Valoración subjetiva: ****
