[TV] Cosas de series; diccionarios y jazz

Televisión

Tenía mis dudas de qué contenido incluir en la entrada televisiva de esta semana. Podía hablar de dos series occidentales, dejando para la semana que viene otras dos orientales, o viceversa. Podía separar en dramas y comedias, independientemente de su origen. También estaba la posibilidad de diferenciar entre con música o sin música. O entre series de episodios cortitos y episodios largos. Al final… me voy al orden en el que terminé de verlas. Primero las que hace más tiempo que terminé de ver. Aunque todas, menos una de las cuatro, fueron en pocos días.

Un poco de animación japonesa. Me he dado en esta temporada pasada en la que hemos revisado series de anime para los retoños de nuestros amigos, que el catálogo de Amazon Prime Video tiene algunas series más dirigidas para el público adulto que Netflix. Y en ello estoy. Aunque no sé muy bien cómo definir el público diana de la de hoy. Quizá para todos los públicos. Fune wo amu [舟を編む, tejer un barco], presentada con el título «internacional», o sea, en inglés, The great passage, es una curiosa serie de 11 episodios basada en un novela en la que se narra el proceso de elaboración de un diccionario. En principio, parece una premisa poco glamurosa, poco intensa. Durante décadas, todos hemos tenido nuestro diccionario en casa, también en el trabajo, sin contar con los que usábamos para traducciones entre idiomas. Y el de latín para el bachillerato. Pero hoy en día, incluso en las fechas en las que se estrenó esta serie, 2016, ya no usamos el diccionario en papel. Tenemos herramientas en internet que nos permiten la consulta de términos de forma muy diversa. Diccionarios de acceso inmediato y de actualización continua, sean de forma más oficial, como el de la RAE, o más colaborativa, como el Wikcionario.

En París, donde transcurre «The Eddy»… aunque las fotos sean del París de hace 30 años.

El título original de esta serie y el título en inglés están relacionados. La metáfora presente en la serie es la de un diccionario como un barco que permite navegar con seguridad en el océano de las palabras. El nombre que le dan al diccionario, daitokai [大渡海], se traduciría como la gran travesía marítima, insistiendo en la metáfora. Pero al mismo tiempo vamos fijándonos en cómo transcurren las vidas de los profesionales de la editorial que trabajan en el diccionario, como se enamoran, como tienen hijos, como les da la vida alguna bofetada… de alguna forma, presenciamos lo que es la gran travesía vital de estas gentes. Y ahí es donde se queda un poco floja la serie. Es un serie simpática, agradable de ver, muy buen rollista, pero se queda corta a la hora de profundizar un poco más en las vidas de estas personas, que al fin y al cabo es lo que humaniza y da interés a una historia que no es una historia, sino seguir durante una década o más las vidas de gentes corrientes, pero muy humanas.

Hace unas semanas, un montón de medios nos hablaban de que lo nuevo de Damien Chazelle para Netflix, recordándonos todos su oscar por Lalaland, y su candidatura al mismo por Whiplash, película que también se llevó tres oscar en otras categorías. Y por supuesto, nos avisaron de que la cosa iba de jazz. The Eddy es el título de la serie, el nombre del local de jazz en París donde transcurre una buena parte de la acción y el nombre de la banda de jazz residente en el mismo, y que lidera Elliot Udo (André Holland), pianista de éxito venido a menos, con problemas familiares, que intenta sacar la empresa adelante. Lo cierto es que Chazelle no es el creador de la serie. Dirige los dos primeros episodios de esta miniserie de ocho, de aproximadamente una hora de duración cada uno. Y Netflix, muy exigente con la calidad formal de sus producciones, tienen que verse bien, le permite incluso rodarlas con película fotoquímica en 16 mm. Lo cual les da un tono muy especial. No permitieron más. La serie tiene un gran atractivo en su reparto, en el que destacan varios nombres del cine europeo, como la polaca Joanna Kulig, o la joven promesa nortemericana Amandla Stenberg. Hay otros intérpretes menos conocidos, que trabajan a buen nivel. Y parte del reparto son músicos profesionales, que no desentonan actoralemente. Otro atractivo, si te gusta ese tipo de música, es el jazz. Para mí, es un atractivo. Pero fracasa en centrarse en algo. Quiere abarcar muchos campos sin desarrollar ninguno del todo bien. ¿Es un drama familiar? ¿Es un drama musical? ¿Es un drama policiaco? ¿Es un drama sobre mafias criminales? ¡¡Todo ello en ocho episodios?? Se deja ver, y tiene momentos muy buenos, pero sientes que se queda cojo por muchas patas. Finalmente resulta más un ejercicio de estilo que una historia del todo trabajada. Esta presentada como miniserie, es decir, producto cerrado. Pero el final es muy abierto. Muy abierto. Quizá se quisieron curar en salud por lo atípico de la propuesta, pero ¿quizá estén dispuestos a seguir si funciona bien en la plataforma? Ni idea.

[Cine] Cold War (2018)

Cine

Cold War (2018; 46/20181011)

Cuando volví de viaje el miércoles de la semana pasada, al repasar algunas novedades y noticias del mundo del cine, caí en la cuenta de que se había producido el estreno de algunas películas altamente prometedoras. Es cierto que alguna, por bombo y platillo que se le esté dando, da un poco de pereza. Ver la «enésima» versión de una historia ya no-sé-cuántas veces contada, y encima a ritmo de música pop actual, no motiva en exceso. Aunque tarde o temprano habrá que ir a verla para certificar o criticar ese bombo y platillo. En cualquier caso, para el retorno a las salas de cine, elegimos una sesión tempranera, antes de que el paso de la tarde sufriera las consecuencias del jetlag, y volviendo al cine europeo en blanco y negro.

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Unas cuantas fotografías de los ferrocarriles polacos, en blanco y negro, claro, servirán para ilustrar la entrada. También los trenes tienen su protagonismo en la historia de hoy.

Pawel Pawlikowski sorprendió hace unos años con una película redonda ambientada en la Polonia de la posguerra mundial. Impresionó desde todos los puntos de vista. Y parece que vuelve con buena parte de los mismos ingredientes que aseguraron la calidad de aquella. Para empezar, primorosa cinematografía en blanco y negro firmada por el director de fotografía Lukasz Zal, volviendo al formato 1,37:1, con encuadres atrevidos y muy expresivos. Siguiendo por la época y el lugar, de nuevo la Polonia de la posguerra a caballo entre el recuerdo de los desastres de la guerra y los desastres del nuevo régimen comunista de posguerra. Y terminando por un personaje femenino complejo y potente, una joven que representa en sí misma muchas de las ambigüedades de un país, de una sociedad, de un continente.

Durante casi dos décadas seguimos la evolución en la relación entre el músico, Wiktor (Tomasz Kot), y la joven cantante y bailarina, Zula (Joanna Kulig). Una relación marcada por un atracción y un enamoramiento tan profundos como potencialmente destructivos, que les llevará a un vaivén de acercamientos y alejamientos por la Europa de la posguerra. Una relación de amor y odio que es una metáfora profunda de la propia Europa y sus gentes y su relación con los regímenes y los destinos que a sí mismos se buscan de forma infortunada en demasiadas ocasiones.

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La película no me resultó tan redonda como su predecesora. O el cansancio del viaje no me permitió apreciarla con todo merecimiento. Pero es una película para ver. Ambos protagonistas, y no pocos de los secundarios, están en absoluto estado de gracias. La «no tan joven» Kulig llena la pantalla con cada aparición siendo la representación por excelencia de una feminidad confusa y confundida. La contención de Kot viene que ni pintada para representar el conflicto del hombre que lucha entre su ansia de libertad y su amor por la mujer que es perfecta porque no lo es ni lo puede ser. Que más puedo decir, vayan y véanla.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****

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[Cine] Ellas (2011)

Cine

Ellas (Elles, 2011), 25 de junio de 2012

Ante una cartelera veraniega en la que es difícil decantarse por un título u otro, la presencia de Juliette Binoche en el reparto puede ser casi decisiva. Si además nos anuncian que trata un complicado, el de la prostitución entre jóvenes universitarias, y que pretende dar una visión amplia y profunda del tema, lejos de los tópico,… pues nada, arriesgamos con esta producción franco-polaca.

Dirigida por la polaca Malgorska Szumowska, nos cuenta como Anne (Binoche) es una periodista de una revista femenina que se encuentra redactando un artículo de fondo sobre la prostitución entre las estudiantes universitarias parisinas. Y así conviviremos con ella durante 24 horas, en las que iremos alternando retazos de su vida cotidiana como profesional, esposa y madre, con los problemas que ello conlleva, y mediante flashbacks conoceremos la historia de dos jóvenes universitarias a las que ha entrevistado, y que además de estudio obtienen sus ingresos prostituyéndose. Una de ellas es una francesa, Lola/Charlotte (Anaïs Demoustier), de clase media-baja, que busca alcanzar un nivel socioeconómico superior con el dinero que consigue mediante la prostitución. La otra es Alicja (Joanna Kulig), una estudiante polaca, para la que las cosas resultan muy difíciles, tanto por su origen como por su nivel económico, como por los abusos a los que se ve sometida como consecuencia de lo anterior, y también encuentra en la prostitución la solución a sus problemas.

En cuanto a la realización es de esta de las que constantemente te ofrece primeros planos de los personajes, con movimientos de cámara que acompañan los de los personajes o sus actos, un tanto mareante en ocasiones. Acompañada de una banda sonora con unas cuantas piezas de música clásica un poquito rimbombantes, el problema del filme sin embargo está en el planteamiento. Uno diría que las protagonistas son las dos chicas prostitutas siendo la periodista el vehículo para entrar sus vidas y reflexionar sobre su situación. Pero lo cierto es que cuando sales tienes la impresión de que lo que has ido a ver es un día en la vida de una señora de cuarentaytantos con los problemas familiares propios de la situación. Con situaciones un tanto tópicas. Un marido que va a lo suyo, un hijo adolescente pasota y consentido y un hijo menor absorto en los videojuegos.

Sin embargo la historia de las prostitutas decepciona por su falta de profundidad y por su morbosidad. La reflexión sobre las dificultades para compaginar su vida normal con su actividad al margen se ven despachadas con unas cuantas preguntas de entrevista y alguna escena rápida de sus relaciones con sus madres y algún novio. Y el resto es una colección de escenas escabrosas, de la actitividad propia de la prostitución. Felaciones con tipos de desagradables, algún cliente rarito, algún cliente abusador, un par de tarados, y carne fresca, las de las dos chicas, en mayor o menor grado. Como digo, decepcionante. Esperaba algo más profundo. Casi al contrario. Más escenas de sus conflictos vitales, y referencias más tangenciales a los aspectos sórdidos. Se supone que el punto de vista de la película es feminista, pero casi tengo la sensación de que está pensada para atraer machotes morbosos al cine. No soy nada mojigato con el sexo en la pantalla, pero no me ha resultado agradable.

Las tres protagonistas están razonablemente bien, aunque lastradas por las deficiencias que a mí me parece que tiene la historia y su planteamiento. Desde luego a la Binoche la he disfrutado en papeles mucho mejores, y de las dos chicas, la francesa parece la más normal. La chica polaca de un aspecto casi desvalido a una cínica alcohólica de mucho cuidado sin explicación intermedia tan apenas.

Resumiendo, una película decepcionante, que sin merecer un suspenso, tampoco me atrevo a recomendar. Creo que el tema es interesante, creo que tiene mucha miga, y creo que está mal planteado. Una pena.

Valoración

  • Dirección: **
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: **

Liberté Égalité Fraternité

Algunas dudas surgen al ver esta películas sobre la vigencia los principios revolucionarios, libertad, igualdad, fraternidad, como los encontramos paseando por el Marais parisino.