Hacía bastantes semanas que no veía entera la retransmisión de un Gran Premio de Fórmula 1. Soy muy poco constante con los deportes. Aquellos que me interesan, los sigo durante un tiempo, pero enseguida encuentro otras cosas que hacer y pierdo ese interés.
Curiosamente, la carrera en Hungaroring, un circuito que tiende a ser soso, fue emocionante. Los percances que sufrieron algunos de sus principales protagonistas, abrió las posibilidades a otros, y ahí tenemos al aleman Timo Glock colocado en segunda posición del podio con su Toyota.
Pero quizá lo más sorprendente fue la rotura del motor del Ferrari de Felipe Massa a falta de tres vueltas para el final de la carrera. Una carrera que el brasileño merecía más que de sobras. Nos regaló un bonito adelantamiento en la salida de la prueba, dejando a Hamilton con un par de narices, y con una rabia que probablemente le pasó factura en forma de pinchazo.
Al final, victoria de un anodino Kovalainen, que estuvo hay sin más, corriendo con lo que le da su buen coche, aprovechándose de las desgracias ajenas. Una pena. Pero esto es así.
Espero que se acaben las desgracias para Ferrari y sus pilotos, y alcancen la regularidad que necesitan para imponerse en el mundial.
La imagen de hoy, la «recta principal» de las calles de Zaragoza, el Paseo de la Independencia, al atardecer.
(Canon Digital Ixus 860 IS)