He salido solico en un AVE hasta Barcelona, donde me he unido en la estación de Sants con el resto de la (pequeña) expedición. Destino, Munich, la capital bávara. Salchichas, cerveza y mocetonas (y mocetones, para quien esté interesada) recias y rubias. Suponíamos.
Munich nos ha recibido con un bonito sol… que en poco rato se ha escondido detrás de unas feas nubes, y ¡ale! a llover cada tanto. Así que nada, chubasquero y paraguas y a pasear. Claro que las nubes y la lluvia no han impedido que en una ciudad que fue olímpica allá por el 72, ¡qué barbaridad, cuánto tiempo!… ¡y me acuerdo de cosas!, como decía, esta ciudad se manifieste contra los desmanes chinos en el Tibet. Pues vale.
La ciudad es grande, y se ve que tiene vida propia, que no depende del turismo. Se nota mucho porque los bares y los restaurantes suelen tener las cartas y los carteles sólo en alemán. El que venga de fuera que se espabile. Si dependieran del turismo, seguro que serían más políglotas. Sin ánimo de ofender.
En cuanto a lo de las mocetonas rubias… pues lo que más se ven son islámicas más o menos (más bien más) veladas. Burka no hemos visto, pero cosas parecidas sí. No sé si es la colonia inmigrante, o es que los acomodados de los países islámicos se vienen de vacaciones por aquí. Puede que una mezcla de ambas.
Así que nada, después de echar algún vistazo a algún monumento, y a alguna calle típica nos hemos ido a cenar. Nos hemos moderado. Nos ha tentado alguna taberna de estilo bávaro… pero era empezar a entocinarse en exceso. Así que hemos buscado algo más moderado.
Luego hemos vuelto paseando al hotel, encontrándonos aquí y allí con animosos grupos de música callejera, todos ellos con muy buen nivel, acomodándose donde pudieran guarecerse de los esporádicos chubascos. Ale, mañana más.