Aire fresco, sol, montañas, lagos,… los Alpes, el Zugspitze

Viajes

Después de todos estos días de patear medio urbano, nos apetecía un poco de aire libre. Desintoxicarnos, y aspirar un poco de oxígeno del de verdad. Y chico, teniendo los Alpes tan cerca… Claro que el pronóstico meteorológico no lo ponía nada claro. Podíamos encontrarnos un mar de nubes ocultando las montañas… pero ha habido suerte. Empiezo por el principio.

Lo primero, nos hemos acercado a la Hauptbanhof de Munich para coger un tren que nos llevara a la olímpica ciudad de Garmisch-Partenkirchen. La de los saltos de esquí de Año Nuevo. Como casi todas las estaciones alemanas, un hervidero de gente. Claro que aquí no se llevan las tontadas de las estaciones españolas, y así, puedes encontrarte un ICE primo hermano de los AVEs que hacen la ruta Madrid-Zaragoza-Barcelona, estacionado en el andén con unas mochileras en bici a su lado. Sin controles de billetes, sin restricciones de acceso a los  andenes, sin segregación de viajeros pobres y ricos; nada, aquí todo el mundo se mueve por donde quiere. Eso sí, si ve esto el responsable de comunicación e imagen de Renfe igual sufre una ataque de corazón. Con lo elitistas y soplapollas que se han vuelto con sus AVEs.

Y no sólo es eso. Junto al tren que ibamos a coger estaba estacionado uno de la compañía Arriva-Alex en dirección al Lago Constanza, Bodensee en alemán. Hasta el monopolio de la todopoderosa DB se acaba.

Una vez llegados a Garmisch-Partenkirchen la cosa era llegar hasta el Zugspitze, el pico más alto de Alemania con algo más de 2960 metros de altitud. Y para ello había que coger una combinación de tren de cremallera, cuyo trayecto incluye más de 4 kilómetros subterráneos en la montaña, y teleférico hasta casi la cumbre. Impresionante obra de ingeniería en su conjunto.

El enclave junto al pico está a caballo entre el Estado Libre de Baviera en Alemania, y el Tirol austriaco. Eso sí, la mayor parte de las instalaciones están en el lado alemán, con otro teleférico que sube desde el Eibsee y otro desde el lado austriaco.

A la cima se puede subir, pero hay que trepar un poco. Y aunque han puesto escalerillas y agarres en los pasos más dificiles… pues nos hemos abstenido. Cuando uno va de dominguero… pues va de dominguero. Aunque sea un jueves. Pero no faltaban los valientes.

El regreso lo hemos hecho por el teleférico que baja al lago de Eibsee, donde nos hemos montado en una barquita para un modesto pero majo recorrido de 25 minutos. El patrón iba dando datos… pero en alemán. La verdad es que era un soso de mucho cuidado. En cualquier caso, los paisajes, con los montes y la abundancia de bosque, han sido realmente bonitos.

Hasta ese momento, el día ha estado radiante, pero al llegar de regreso a Garmisch-Partenkirchen con el cremallera, se ha nublado a base de bien. Pensábamos pasar la tarde en esta cuca población formada por dos obligadas a unirse por Hitler para la celebración de los Juegos Olímpicos de invierno del año 1936.

Todo muy turístico. Un centro de veraneo, más que otra cosa. Por lo menos Garmisch, que en Partenkirchen no nos hemos atrevido a pasear porque se estaba preparando una buena que se ha desatado nada más coger el tren de regreso a Munich.

Lleva toda la tarde lloviendo. Hemos descansado un rato en el hotel, nos hemos bajado a cenar y tomar un chisme por los alrededores, y nos hemos vuelto al hotel a charrar tranquilamente. Mañana excursionamos a Salzburgo. Esperemos que con lo que está lloviendo hoy mañana se lo tome con más calma, porque si no en Austria… ¡nos vamos a mojar!