Tras la visita al Konstmuseum, me llevan a visitar el puerto de Gotemburgo, al parecer la principal atracción de la ciudad. Ha dejado de llover y salen algunos rayos de sol que alegran la tarde. Pero en la orilla del estuario del Göta, río que da nombre a la ciudad, donde se encuentra el puerto, sopla un viento que es algo más que una brisa fresca, y que nos deja al borde del pasmo cuando el sol se oculta tras algún edificio o por las nubes que cruzan el cielo a gran velocidad. En cualquier caso no deja de tener cierto interés, y la tarde, sino fuera por el viento, estaría agradable.

Un vistoso velero reconvertido en hotel flotante es uno de los elementos más típicos del puerto de Gotemburgo.




