Sinceramente, estas entradas de recomendaciones fotográficas, que tradicionalmente salen en este Cuaderno de ruta la mayoría de los domingos, están en crisis. Hace unos años amasé una serie de sitios de referencia en internet que me servían bien para saber qué es lo que pasó, pasa o pasará en el mundo de la fotografía, considerada como una de las bellas artes. No el mundo de la fotografía de los chismes y las reviews que tantos aficionados consumen de forma, en mi opinión, un tanto absurda. Pero últimamente, no funcionan como hace unos años. Las formas en que se transmiten las noticias en internet va evolucionando, y en este aspecto no me he adaptado bien. Ya veremos que hago. De momento,… estoy un poco sin ideas. Que conste que… este año hace 19 años que redacto este Cuaderno de ruta, y por mi cabeza se ha pasado que cuando llegue al 20º aniversario igual cambio por completo de paradigma. Pero me voy a dar un año para pensarlo, y para pensar las alternativas.
Las fotos son de ayer, en un paseo fotográfico en el que la luz no fue tan favorable como pensábamos que podía ser. Hicimos tan bien película en blanco y negro, pero con poca confianza sobre los resultados.
Meyerowitz. Joel Meyerowitz. Uno de mis fotógrafos favoritos. Con una cámara de 35 mm o con una cámara de 20 x 25 cm. Lo mismo me da. Y en Creative Boom han hablado de él recientemente. Y traigo el enlace. Es lo que hay cuando te gusta algo. Que no te cansas de recomendarlo.
La fotografía de moda no es de mis preferidas. La mayor parte de ella me parece artificial y poco inspiradora. Es lo que hay. Pero hay algunos fotógrafos, fotógrafa en este caso, que me llaman la atención. Y por eso también los recomiendo. Estoy hablando de Viviane Sassen, y en el boletín de Aperture han recuperado un par de artículos sobre su trabajo recientemente. Este y este.
Más que gustarme, me ha hecho gracia el artículo de Blind Magazine sobre Sister Corita Kent, una monja, profesora de arte en una universidad católica de Los Ángeles, que se dedicó al pop art cuando esta tendencia se puso de moda. Con frecuencia integraba la fotografía en sus creaciones. Que conste que la monja en cuestión se volvió contestataria en los años 60, discutió con la siempre ultraconservadora jerarquía católica y abandonó la orden para dedicarse exclusivamente al arte.
Las películas de Aki Kaurismäki son siempre interesantes, aunque poco adaptadas al gran público palomitero. Ellos se lo pierden. Pero es que cada fotograma de sus políticas es una grandísimas fotografía en sí misma. Dominio del encuadre, el color, la luz, la composición… Y en Booooooom nos han recordado que en su última película también. A mí, la película, me gustó mucho. Y la fotografía de las películas de Kaurismäki también.
Tenía algo para contar que salía en el blog de Leica Camera, pero como su sistema de gestión es tan nefasto y molesto… pues nada. No los enlazo ni digo nada. Al fin y al cabo están más para gloria de sus chismes que de la propia fotografía.
Como es tradicional, el primer día del año lo dedico al comentario de la última o últimas películas vistas en 2023, para hacer al día siguiente el balance cinematográfico del año. Y este año se me han acumulado nada más y nada menos que tres, por lo que serán comentarios breves para no cansar. Aunque alguna de ellas merecería un comentario más pausado y dedicado. Pero bueno… hay que saber cerrar ciclos.
No es infrecuente que los tranvías de Helsinki sean protagonistas, de algún modo, en las películas de Kaurismaki, y la que comento en estas líneas no es una excepción.
En el día siguiente a Navidad, con una antipática niebla sobre Zaragoza que no invitaba a actividades en exteriores, dediqué una buen rato a uno de los estrenos estrella de Netflix en el 2023. Bradley Cooper, con el apoyo como productores de Scorsese y Spielberg, protagoniza en compañía de la siempre estupenda Carey Mulligan, a quien cede el puesto de honor en los títulos de crédito, la biografía del matrimonio formado por el compositor y director de orquesta Leonard Bernstein y la actriz Felicia Montealegre.
La película abarca tres épocas. Cuando se conocieron y se casaron, en los años 40 y principios de los 50 del siglo XX, rodada en blanco y negro y formato académico. La más larga, en los años 70, cuando el matrimonio entra en crisis por las ausencias de Bernstein, homosexual, conocido por su mujer, y la enfermedad de Felicia, rodada en color y formato académico. La más cortita, una entrevista final a Bernstein, que nos habla de su momento en los años 80 y que es el arranque suponiendo que las anteriores se cuentan como un flashback, en color y en formato panorámico americano. Y la película se centra en las complejidades de una relación en la que, aun existiendo el amor entre ambos, las preferencias afectivas homosexuales del músico, aunque conocidas y toleradas por la esposa, acaban pasando factura. Lo que no impide que el músico la cuide y acompañe en sus últimos momentos y la recuerde siempre.
La película es correcta en su factura. Cooper tiene buena mano al rodar. Pero sin más. Sus recursos visuales son más formales que revolucionarios. Es más bien clásico en sus modos. En la interpretación, Mulligan está estupenda, como habitualmente, y Cooper está un poco excesivo, sobreactuado, muy caracterizado, supongo que buscando una candidatura a los Oscar, donde este tipo de interpretaciones masculinas suelen conseguir réditos. Aconsejable… sin más.
Aunque he visto varias de las películas del finlandés Aki Kaurismaki en vídeo o en televisión, es la primera vez que veo una de ellas en la sala de cine. De lo que hace tiempo que tenia muchas ganas. Y ha llegado el momento con estas «hojas caídas», que nos cuenta una peculiar historia moderna de amor, en una Finlandia menos ideal de lo que muchas veces imaginamos de los países nórdicos, como no podía ser menos de la mano de Kaurismaki.
Ansa (Alma Pöysti) y Holappa (Jussi Vatanen) son lo que muchos llamarían restos de un naufragio. Viven en soledad, con sus trabajos de bajo nivel y sus escasos salarios. Alma apenas tiene alicientes, y vive en un pequeño apartamento heredado, con la mera compañía de la radio. Holappa se refugia en el alcohol con demasiada frecuencia, en compañía de un amigo de más edad. Están en sus cuarenta años. Se conocen en un karaoke. Se gustan. Pero su relación no será fácil. Especialmente por los problemas que el alcohol causa en Holappa.
Entre la comedia y el drama, con la estética minimalista pero tremendamente cuidada de Kaurismaki, con escasos diálogos, con poca acción o movimiento de cámaras, en un mundo de frecuentes clarooscuros, en una sociedad fría y alienante, donde hasta la radio nos machaca constantemente con la guerra rusoucraniana, surge el amor entre estos dos seres sin rumbo, metidos en una rutina potencialmente destructora. Pero Kaurismaki no se deja caer en el pesimismo y encontrará formas de aportar un poco de luz a estos personajes, que pueden ser muy reales.
Interpretaciones sobrias, de muy buen nivel, lucidez visual, con fotografía sobre película fotoquímica tradicional a cargo de Timo Salminen, y una banda sonora con canciones populares y música clásica de todo tipo, conforman una película que es altamente recomendable. Un soplo de aire fresco de parte de un director que lleva toda una vida de coherencia y de ser fiel a sí mismo y a lo que quiere contar, frente al artificio absurdo de Hollywood y el cine más comercial. 80 minutos de cine de alto nivel, realizado con muy pocos recursos. Fundamental en este recién inagurado 2024.
Última película del año, vista ayer mismo en Nochevieja mientras cenaba, antes de salir a comer las uvas, beber el champaña y charrar un rato a casa de unos amigos. Una de esas películas con las que las plataformas digitales pretenden conseguir el último pelotazo con una nueva franquicia de ciencia ficción. En esta ocasión, Netflix ficha a Zack Snyder para intentarlo. Su estilo visual me parece más efectista que efectivo, y su tendencia a gustar de las estéticas fascistas, y en algún caso me temo que de las ideologías fascistas, me desagrada. Incluso si quienes lucen las estéticas fascistas son «los malos». Porque vamos… ¡Qué «original» poner a los malos con uniformes que recuerdan a los ejércitos alemanes de la época del nazismo! Como si nunca se hubiese hecho.
Nos cuentan que Snyder presentó la idea de esta película o algo parecido a Lucasfilms hace 10 años por lo menos con la intención de integrarla en el universo Star Wars, pero no se la compraron. A todos los efectos, debemos considerar esta aventura espacial como un mal remedo de la saga galáctica más conocida. Con un gran abuso de efectos visuales, pero con una historia elemental y muy poco cuidada, y con unos personajes absolutamente tópicos y sin la más mínima delineación del carácter y de sus motivos. Una excusa para una serie de escenas de acción donde se supone que tenemos que admirar la «genialidad» del director con lo visual. Apenas me molestaré en mencionar que la cosa está protagonizada por Sofia Boutella, que en el resto del reparto hay algún nombre interesante, pero que dado lo inane del producto, es indiferente su presencia en la película.
Bajo la amenaza de una segunda parte para esta primavera, tras un horrible deus ex machina que permitirá que se conserve el mismo «malo» en la misma, si eres suscriptor de Netflix allá tú si la ves. Si no eres suscriptor de Netflix, definitivamente esta película no es un buen motivo para darte de alta en la plataforma. Quizá sea un buen motivo para plantearse si seguir suscrito a la plataforma. Las aventuras espaciales, sí, pero no así.