[Libro] Otra vida por vivir

Literatura

En esta ocasión no traigo una obra de ficción. Nos moveremos en el ámbito del ensayo y la reflexión. Y lo haremos de la mano del escritor griego radicado en Suecia Theodor Kallifatides.

Kallifatides no es muy conocido por el público español. La recomendación de este ensayo me llegó por parte de mis libreros de más confianza. Y yo mismo en ese momento no conocía, o no recordaba, al escritor. Nacido en 1938, y emigró a Suecia en 1964. Se estrenó como escritor en 1969, pero lo hizo en sueco, a pesar de no ser su idioma natal. Kallifatides se asentó plenamente en el país nórdico, donde se casó con una aborigen y donde tuvo a sus hijos, plenamente insertados en la sociedad sueca. En griego, ha escrito las traducciones de obras suyas cuyo original es el sueco. El motivo por el que aporto todos estos datos biográficos es porque tienen gran importancia en el ensayo que he leído.

No he visitado Grecia todavía, la patria de nacimiento de Kallifatides,… a punto hemos estado de preparar un viaje para este próximo otoño… pero es que Grecia es un caos para lo que pretendíamos hacer… Pero sí que tengo abundancia de fotos de Suecia, la «patria» adoptiva del escritor. Malmo, las playas del Báltico, Estocolmo, Upsala…

Este ensayo es una obra ya de un Kallifatides anciano, pero lúcido. Muy lúcido. En un momento dado, siente que su vida como escritor puede estar llegando a su fin. Las ideas no le llegan a la cabeza, no sabe qué escribir. Y al mismo tiempo analiza lo que está sucediendo en Suecia, en Grecia y en el mundo en estos tiempos. Son los años de la gran crisis financiera que tan duramente afectó al país heleno. También son los años de la llegada masiva de inmigrantes y refugiados a las costas europeas. Coincide con la evolución conservadora de la sociedad sueca, que pasa de ser un paraíso socialdemócrata a una sociedad cada vez menos tolerante con el extraño, con el extranjero, y cada vez menos solidaria con el vecino. Y también coincide con el momento en que en el pueblo natal, en la Laconia griega, el instituto local va a ser nombrado en su honor y se le van a realizar una serie de homenajes, lo que lleva a un viaje al sur de Grecia con su mujer, sueca, pero extrovertida y vital.

Y de todo ello habla en este ensayo, todo ello lo narra, en un relato que mezcla las dudas, la reflexión, las opiniones, con la narración de lo que le está pasando y lo que está viviendo, salpicado con vivencias de su pasado en el país que abandonó en tiempos revueltos. Un texto en el que se muestra fuertemente crítico con la evolución de las sociedades europeas, con los valores que se están destruyendo y que han mantenido al continente próspero y en paz desde la posguerra mundial. Y también termina preguntándose quién es, cuál es el lugar al que pertenece. Abandonó Grecia como consecuencia de la fenomenal crisis económica causada por la guerra civil y la progresiva instauración de un régimen ultraderechista y militar. Pero ahora no sabe si se siente más griego o más sueco.

La respuesta puede estar en el hecho de que, a pesar de que toda su obra anterior, salvo las traducciones, la ha realizado en sueco. Este ensayo lo escribió en griego. El libro se lee bien, con ganas. Ofrece reflexiones muy lucidas. Muchas de las dudas y miedos que Kallifatides tiene, pueden estar en la mente de cualquier persona de bien que sienta un mínimo de preocupación por el mundo y por sus semejantes. Desde luego, lo encuentra muy muy recomendable.

El Tres Naciones de Rugby, una historia de batallas clásicas

Deporte, Historia

Si los meses de febrero y marzo es el gran momento del rugby internacional en el hemisferio norte, entre julio y principios de septiembre es la gran cita del deporte del ovoide en el hemisferio sur. El Torneo de las Tres Naciones de rugby se disputa entre las selecciones nacionales de Nueva Zelanda, los All-Blacks, Australia, los Wallabies, y Sudáfrica, los Springboks.

La mecánica del torneo es la siguiente. Cada selección se enfrenta con las otras dos en tres ocasiones. Con una de ellas tiene a favor el factor de campo ya que juega dos partidos en casa y uno fuera, y con la otra en contra, con un partido en casa y dos fuera. De esta forma, cada equipo juega seis partidos, tres en casa y tres fuera. En total, hay 9 jornadas, en cada una de las cuales se juega un partido entre dos de las selecciones, y la tercera descansa. Dada la lejanía en las zonas horarias entre Sudáfrica y los países oceánicos, los partidos se agrupan en giras. Así, este año, los primeros partidos correspondieron a la gira sudafricana por Australia y Nueva Zelanda, y en estos momentos ha comenzado la gira de los países oceánicos por Sudáfrica. Los partidos entre Australia y Nueva Zelanda se pueden programar con más flexibilidad.

El sistema de puntuación es distinto a la competición europea, y similar al de la Copa de Mundo de Rugby. El equipo que gana se lleva 4 puntos. Si ambos empatan, se reparten los puntos; dos para cada uno. El equipo que pierde no se lleva nada salvo que lo haga por siete tantos o menos, en cuyo caso tiene un bonus defensivo de un punto. Cualquier equipo que marque más de cuatro ensayos, gane o pierda, tiene un bonus ofensivo de un punto. De este modo, las estrategias son más complejas, se favorece el rugby de ataque y se mantiene una emoción más allá del ganar o perder.

Pero lo cierto es que este año la emoción se ha acabado a falta de tres jornadas para el final del torneo, ya que ha ganado todos sus partidos, a falta del que le resta por jugar en Australia, y además en tres de ellos ha conseguido punto bonus ofensivo. Es decir, ha ganado arrasando a dos de las mejores selecciones del mundo, especialmente a una de ellas Sudáfrica, actual campeona del mundo y última ganadora del torneo. Impresionante.

Ayer vi el último partido por televisión. Los retransmiten a través del satélite por Sportmania y Canal + Deportes. En diferido, así que he tenido que evitar las noticias al respecto para mantener la emoción personal. Lamentablemente no en alta definición como el Seis Naciones. Se celebró en el Soccer City de Johannesburgo. Este campo sonará en España, ya que fue donde se celebró la final del Mundial de Fútbol. Pero aquí no hablamos de la mediocridad de un deporte que necesita de 120′ para que alguno de los equipos marque un gol. Aquí hablamos del enfrentamiento entre las que son probablemente las dos mejores selecciones del mundo de rugby, muy fuertes, muy agresivas, muy rápidas.

Siempre me ha parecido que la forma de enfrentarse dos equipos de rugby entre sí tenía algo de batalla de las épocas clásicas. El paquete de delanteros de un equipo de rugby que encaran al paquete de delanteros contrarios siempre me han recordado de alguna manera a las formaciones de hoplitas griegos, infantería pesada de las polis de la Grecia clásica que luchaban codo con codo como un todo contra el enemigo. Desde este punto de vista, los tres cuartos vendrían a ser la caballería auxiliar. Pero el último partido de Nueva Zelanda contra Sudáfrica, me recordó más a la batalla de Gaugamela, aquella en la que el macedonio Alejandro el Grande se impuso al rey persa Darío III, y dio paso a uno de los grandes imperios de la antigüedad clásica.  Mientras la infantería pesada macedonia, la famosa falange, embestía una y otra vez a la infantería y a los carros persas, la caballería macedonia de élite, los Hetairoi, se preparaban para aprovechar los espacios abiertos en las líneas enemigas para cargar al galope contra el centro persa y romper al ejército de Dario que acabó por ceder el campo a los macedonios.

Pues así discurrió de alguna forma la historia del partido, emocionante y divertido. Tras un intercambio de golpes en los que los sudafricanos sacaron ventaja gracias al poco acierto del pateador neozelandés en los lanzamientos a palos. Todo estaba muy igualado, y parecía que los sudafricanos se iban a llevar el partido, salvando su maltrecho honor tras el desastre de su visita a Oceanía, y sólo quedaba saber si los All-Blacks iban a conseguir el bonus defensivo que les otorgaría matemáticamente el torneo. Pero la táctica puesta en marcha una y otra vez y que había desarbolado completamente a los rivales en las primeras jornadas del torneo, volvió a ser efectiva a falta de tres minutos para el final del partido. La delantera all-black fijó a la delantera springbok, desequilibró las líneas sudafricanas como hiciera la falange de Alejandro con las líneas persas, y comenzó la cabalgata de los tres cuartos neozelandeses que supieron encontrar los huecos por los que entrar y ensayar. Lo curioso es que el ensayo lo consiguió uno de los gordos, el pilier all-black que se sumó a la carrera y entró a gran velocidad pero casi desfondado en la línea de marca sudafricana. Impresionante, bonito. Era el empate. Habían compensado los fallos previos. En los tres minutos restantes, con las líneas rotas por el esfuerzo y el desánimo a pesar de ser 15 más los miles de aficionados que llenaban las gradas, los neozelandeses hicieron una acción más propia de la blitzkrieg, entrando por velocidad y potencia y superando directamente a los sudafricanos y consiguiendo el ensayo de la victoria.

¿Quién quiere ver un gilipollez como 300 y chorradas similares, carentes de todo tipo de sentido, tanto histórico como común, cuando la verdadera recreación de la épica de la antigüedad clásica está en los campos de rugby? La pena es que la efectividad de la «falange» neozelandesa ha quitado emoción a los tres partidos que restan. Pero seguro que los equipos saben buscarla en algún sitio.

Bajos relieves asirios

No recuerdo si estos relieves en el Pergamon Museum de Berlín, correspenden a soldados asirios o persas; tal vez los antecesores de los inmortales de Darío III que cayeron ante el impetu macedonio - Panasonic Lumix LX3

Parásitos y cervezas

Ciencia, Historia, Humor

Hoy me voy a hacer eco de un par de entradas que han aparecido en alguno de los blogs que habitualmente sigo. Por me han hecho gracia. Básicamente. Es lunes, así que empecemos con buen humor la semana.

La primera de ellas es de caracter histórico. En Historias con historia nos hablan de los parásitos. Pero no, no se trata de los bichos de todo tipo que se aprovechan de nosotros, causándonos enfermedades u otros inconvenientes. Se trata de los individuos que en su momento fueron llamados parásitos y de los que por analogía toman su nombre los organismos vivos a los que ahora llamamos así. Gentes que comían por el morro en la casa de los aristócratas griegos o de los nobles patricios romanos, que por alguna serie de supersticiones los invitavan a mesa y mantel puesto. De hecho, según nos cuentan, la palabra griega παράσιτος, que luego pasó al latín como parasitus, significaría simplemente comensal. Pero lo más gracioso del caso es que se especializaban. O se dedicaban a difundir chismorreos diversos, o se afanaban en adular al anfitrión o a sus huéspedes más distinguidos, o simplemente servían de blanco para la mofa y befa de los asistentes al banquete. Por diversión. Seguro que hoy en día, cuando alguien organiza un convite también aparecen figuras que podrían incluirse en alguna de esas tres categorías. Además, hoy en día no es infrecuente oir hablar de los «parásitos sociales». Gentes que viven integrados en la sociedad sin hacer nada de provecho por ella, y viviendo a costa de los demás. Lo que pasa es que su definición precisa es compleja. Y no hay quien falta que utiliza el término para arremeter contras las minorías que no son de su gusto… Puestos a quedarnos con algunos parásitos humanos… que sean como los de la historia clásica.

La segunda entrada, vista en el blog de Maikelnai, intenta crear una relación matemática entre el consumo (más o menos desmesurado) de cerveza y la probabilidad de ligar… con distintos tipos de mujeres de bellezas más o menos alternativas. Por decirlo de una forma políticamente correcta. La tesis de partida es comprendida intuititvamente por todos. La probabilidad de que alguien nos parezca sexualmente atractiva indipendientemente de su aspecto habitual aumenta con el trasiego alcohólico durante las horas nocturnas. Es cierto, que la fórmula propuesta incluye otras variables como la humareda tabaquil ambiental, la intensidad lumínica del antro donde se produce el encuentro, la agudeza visual del bebedor o la distancia al sujeto de interés… Mmmmmmm, es un artículo molesto. Si uno rebobina su memoria, es posible que encuentre situaciones embarzosas producto de esa fórmula matemática.

En cuanto a fotos… os dejo con más coches clásicos. Que seguro que van mejor para ligar que ponerse ciego de cervezas.

Porsche

Yo pensaba que cuando hace bueno estos coches, un Porsche por más señas, se llevaban descapotados... - Canon EOS 40D, EF 24-105/4L IS USM