Como ya he comentado en ocasiones anteriores, durante el mes de marzo realicé frecuentes visitas a la floración de las bulbosas (tulipanes, narcisos y algún iris) y de los cerezos japoneses ornamentales en el Parque Grande de Zaragoza. Quería explorar el rendimiento de distintos medios de adquisición de la imagen, digital y película fotográfica tradicional con estos motivos florales.
Los detalles técnicos de las fotografías de hoy los podéis encontrar en Sakura y tulipanes – Canon EOS 3 y Kodak Portra 400. Y son de las mejores que han resultado en rendimiento del color y de los tonos. Aunque prefiero otras. En fin, os dejo unas cuantas fotos para que valoréis.
Como ya adelantaba hace un par de días, tengo problemas como mi sede web para los artículos de técnica fotográfica. Estoy en proceso de resolver, al menos parcialmente, el tema… pero no con la agilidad que esperaba. Así que iré improvisando otros contenidos, o adaptándolos a este Cuaderno de ruta, como hice el sábado. En el año 2017, junto con otros compañeros de la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza AFZ, y en los años 2018 y 2019, por mi cuenta, convertí la cita primaveral de la Maratón de Zaragoza en una costumbre en mi práctica de la afición fotográfica. Es primavera, suele hacer buen tiempo, las fotos son coloridas y alegres, y es una ocasión de utilizar técnicas no habituales en otras modalidades fotográficas.
El año 2020… no hubo. Se suspendió. Si alguno de los lectores de estas páginas no sabe porqué… habrá que deducir que entre mis lectores habrá algún extraterrestre recién llegado al planeta y que no se ha puesto al día en la historia reciente de este mundo. O sufre una grave amnesia y debería hacérselo mirar. Y en el 2021… no hubo… en primavera. Se trasladó al mes de octubre, en un momento en el que yo estaba liado con otras cosas y no me dio para acudir a la cita.
Así que en este 2022, regresando las cosas a una cierta normalidad, anoté en la agenda la fecha de la prueba hace unas semanas, confié en ese tiempo primaveral para combinar la fotografía de deporte con otros géneros fotográficos y el disfrute del aire libre. En 2018 y 2019, me aposté en el Parque Grande de Zaragoza para hacer las fotos, porque me viene bien como un paseo agradable desde mi domicilio, y porque es un entorno tranquilo y majo para las fotos.
Consideremos además que, por las fechas, coincide con la floración de muchas plantas por primavera. Por un lado, las bulbosas de las que llevo ya unas semanas fotografiando. Por otro lado, los cerezos ornamentales en flor, en su rinconcito del parque, que han ido evolucionando muy tímidamente, pero de los que ya podemos encontrar bellos ejemplares de flor. Y otras… aunque la rosaleda no está accesible por obras, esperemos que podamos disfrutar de ella en mayo. En cualquier caso, puede quedar una mañana de lo más completa.
Sólo ha habido un problema… un frío problema. Este año, este primer fin de semana de abril no ha tenido nada de primaveral. Aunque iluminado por un sol radiante, las temperaturas a primera hora de la mañana han sido frías, entre 1 y 4 ºC, con viento, cuyas rachas podían ser eventualmente intensas. El sábado, en una caminata de 10 kilómetros y 300 metros, acabé pasando más frío del previsto por culpa del viento, y estuve destemplado todo el fin de semana. Por lo que estuve poco inspirado para las fotos. Que hice con la pequeña Canon EOS RP, digital poco adaptada a la fotografía deportiva, y a la que pertenecen las fotos de hoy, y con la Canon EOS 3, cámara para película tradicional, de la que no podremos ver ejemplos hasta dentro de unas semanas. Alguna foto simpática pude hacer. Pero me volví pronto a casa… a calentarme.
Después de un año, el 2020, en el que por el confinamiento domiciliario de la población debido a la pandemia de covid-19 los parques de la ciudad quedaron totalmente clausurados, este año están llenos de gente. Con restricciones en los viajes, la hostelería, los establecimientos de diversión… cuando hace buen tiempo, visitar los parques de la ciudad se ha convertido en una actividad apetecible por una proporción de la población superior a la habitual. Especialmente si las flores de primavera han hecho su aparición y podemos disfrutar de su belleza y colorido.
Ya en ocasiones anteriores había visitado los cerezos ornamentales de lo que pretende ser un jardín japonés en el Parque Grande de Zaragoza, que florecen entre finales de marzo y principios de abril. También, a partir de finales de abril y durante unos meses, paseo por la rosaleda del mismo parque, buscando tanto las rosas en flor, como los frecuentes insectos, minúsculos, que se refugian entre sus pétalos. Todo ello, en el 90 % de las ocasiones, con fotografía digital. Pero este año se han puesto de muy de moda, han ido muchos espectadores a contemplarlos, las bulbosas de la acequia de las Abdulas, que recorre paralela al paseo de los Bearneses, un paseo entre plátanos muy agradable para los paseantes en el principal parque de la ciudad.
Los grupos de florales de bulbosas son realmente llamativos, aunque no son tan abundantes como podrían ser. Y los cerezos ornamentales todavía son muy jovencitos. En invierno parecen estacas. Todavía faltan años para que supongan un espectáculo completo. Además de que vendrían bien otros arreglos paisajísticos para que realmente a esa zona se le pueda llamar «jardín japonés». Pero bueno… poco a poco… y si los presupuestos municipales lo permiten,… quizá alguna vez podamos disfrutar de un Parque Grande que, además de «grande», sea también un orgullo para la ciudad. Desde mi punto de vista, tiene posibilidades, pero todavía le falta. Reconozco que la naturaleza árida del clima de Zaragoza hace que los esfuerzos que hay que invertir en unos jardines vistosos sean mucho más costosos e ímprobos que en otros climas más húmedos.
Salí hace un par de sábado a pasear por el Parque Grande de Zaragoza. Iba con una cámara de formato medio para película tradicional, con el fin de hacer fotos tranquilas. Pero me encontré con el «Hanami [花見 ]» o fiesta para ver flores, las de los cerezos ornamentales japoneses que se van plantando año a año en el parque, que celebraba la Asociación Cultural Aragón-Japón.
Unas «sakura» en los cerezos ornamentales japoneses del Parque Grande de Zaragoza, excusa para esta fiesta.
No llevaba el equipo más adecuado para hacer un reportaje, porque mis intenciones al salir de casa eran muy distintas. Pero bueno, quien quiera los detalles técnicos están en Ilford Delta 400 a IE 200 y gente que juega a japoneses.
En más de una ocasión he comentado recomendaciones que proceden del blog Oscar en fotos, del mejicano Óscar Colorado Nates. Recientemente actualizó uno de sus artículos sobre la teoría fotográfica, en concreto sobre los elementos del lenguaje fotográfico. La fotografía, tanto en su uso documental como en su uso artístico, o cualquiera de los otros usos que se le quieran dar, no deja de ser una forma de comunicación, visual, entre los seres humanos. Como otras artes. Como otros medios visuales. Y para que la comunicación sea efectiva, el emisor del mensaje y el receptor deben compartir un mismo lenguaje, un mismo código. Y esto no siempre es así; por lo menos, no siempre. Por lo tanto, bien vendrán artículos como este para dar un repaso a la gramática del lenguaje fotográfico.
Los cerezos ornamentales del jardín japonés del Parque Grande de Zaragoza han florecido, y la Asociación Cultural Aragón-Japón ha celebrado su «hanami«, la fiesta para ver los cerezos en flor, para contemplar las «sakura». Y yo coincidió que pasaba por allí. Ya había fotografiado las flores del cerezo unos días antes. Y esta mañana, antes de dedicarme a la maratón de Zaragoza, también.
En otro blog muy interesante, que publica con menos frecuencia de la que me gustaría, es Cartier-Bresson no es un reloj. Y recientemente, creo que el mismo día que el anterior, publicó un artículo que ha repercutido notablemente en algunos grupos de amantes de la fotografía en las redes sociales. Y todo a propósito de un diálogo que encontramos en Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County). No en la película que conoce la mayor parte de la gente, sino en el libro de Robert James Waller (1939 – 2017) en el que se basa el filme. Y en él, el ficticio fotógrafo Robert Kincaid afirma que la comercialización de la fotografía, entendida como una de las bellas artes, conlleva la uniformidad de los estilos por exigencia de los editores (o de los marchantes, de paso), produciendo una regresión a la mediocridad del medio, penalizando el riesgo, la originalidad y la experimentación. Lo cierto es que eso es algo que sucede en la mayor parte de los órdenes de la vida. Las sociedades avanzan mucho más despacio de lo que podrían por las tensiones conservadoras que valoran más la seguridad que la innovación. De todas formas, la ventaja de los fotógrafos aficionados es que pueden hacer lo que quieran; están menos sometidos al mercado que los profesionales. Así que, dejad de imitar a otros y haced lo que os dé la gana.
En Magnum Photos publicaron un artículo con un par de fotografías del británico Chris Steele-Perkins, que trata sobre su trabajo sobre las nuevas familias británicas, en el que pone de manifiesto la diversidad creciente en la sociedad de su país, un poco a la contra de las tendencias aislacionistas de una parte de su sociedad y sus políticos que han llevado al desbarajuste del Brexit. Pero creo que podría haberme pasado desapercibido si no fuera porque inmediatamente la fotografía de presentación me recordó a las meninas de Velazquez. Y es que las artes dialogan constantemente entre sí, a veces de forma manifiesta, otras de forma subconsciente. Y eso es hermoso. Después, una vez hecha la parada en el artículo e investigados los enlaces hipertextuales, resultó que el trabajo en conjunto me pareció muy interesante.
En Cada día un fotógrafo/Fotógrafos en la red nos proponen visitar la obra de la fotógrafa griega Stefania Orfanidou que, aunque actualmente radicada en Atenas, en su país natal, está vinculada a nuestro país, pues estudió en Bellas Artes en Madrid. He estado mirando un rato en su página web y la verdad es que, dejando aparte de que a veces no se cargan las imágenes correctamente, es muy interesante y recomendable.
Pues no. No hay que viajar a Japón para disfrutar de las «sakura» en primavera. «Sakura», la tan apreciada flor del cerezo en el País del Sol Naciente, también llega puntual a fines de marzo a los campos de Bolea, en la Hoya de Huesca, en las estribaciones de las sierras de Gratal y Caballera.
Ayer domingo, modorro perdido, más por haber trasnochado un poquito que por el cambio de hora, recibí una llamada a mitad de mañana que me llevó a coger el coche, unos cuantos pasajeros, y desplazarnos a un lugar de cuyo nombre no puedo acordarme no lejos de Ayerbe. Donde comimos y charramos, entre otras cosas. Cuando se nos hizo la hora de volver, decidimos tomárnoslo con calma, ya que una de las pasajeras del coche no había estado en el castillo de Loarre desde niña. Así que nos asomamos al formidable monumento medieval.
No estuvimos mucho rato. Lo justo para echar un vistazo y hacer alguna foto tonta. Salvo en algún momento en el que las nubes se conjuraban para proporcionar una bella luz al conjunto, lo cual sucedía de forma muy azarosa, las condiciones no estaban mucho mejor que cuando estuvimos en el mes de julio pasado. El conjunto de las fotos de ayer no son mejores, con alguna excepción, que las que hice entonces.
Y además es que hacía mucho frío. Como diez grado menos que en el valle, pero con un desapacible viento que no se notaba en altitudes más modestas. En conclusión, la sensación térmica estaría rozando los 0 ºC, pero no llevando más que ropa de abrigo ligero.
Así que nos volvimos a Zaragoza, pero no sin antes visitar los cerezos en flor de los alrededores de Bolea. Y disfrutar de la luz del atardecer, algo más modorra de lo que convenía. Pero bueno, aquí os dejo unas cuantas «sakura» aragonesas.