En mi última escapada por Viena no hemos ido mucho de museos. De hecho las únicas visitas detalladas que hemos hecho a edificios singulares fueron la Stephansdom (catedral de San Esteban), la Karlskirche (iglesia de San Carlos Borromeo), Albertina y el Schlöss Schönbrunn. El resto fue fundamentalmente paseos, calles, jardines, parques, mercadillos, etc…
Pero el museo al que fuimos, Albertina (sitio web), nos pareció muy interesante. Sus fondos propios básicos son fundamentalmente dibujos, grabados y arte gráfico. Y son enorme. Vimos alguna cosa, un poco por encima, pero para quien guste de estas formas de arte, debería ser visita obligada. El edificio se encuentra próximo al Hofburg y a la Wiener Staatsoper.
El interior del museo es pulcro y luminoso, muy cuidado en sus detalles; da gusto caminar por él e ir accediendo a las distintas dependencias.
Además de la exposición permanente, en el momento de la visita había varias exposiciones temporales de las cuales visitamos tres.
En primer lugar, accedimos a la exposición de La Era de Rembrandt, con obras de numerosos pintores de las Provincias Unidas de los Países Bajos del siglo XVII, contemporáneos del genial pintor holandés.
Después vimos una exposición llamada La fotografía y lo invisible, donde apreciamos numerosas imágenes fotográficas del siglo XIX cuyo objetivo era colaborar en el avance de la ciencia. En ese momento, se apreció que la novedosa técnica fotográfica iba a ayudar una avance más rápido de distintas disciplinas científicas, permitiendo experimentar o comprobar distintas teorías. Además de la fotografía convencional, incluía la utilización de la roentgengrafía, después comúnmente llamada radiografía, para usos mixtos entre los científico y lo artístico.
Finalmente, asistimos a la retrospectiva de Gerhard Richter, un pintor alemán hasta ese momento desconocido para mí, que ha abordado una gran variedad de técnicas pictóricas tanto figurativas como abstractas, entre las que me llamaron mucho la atención aquellas basadas en una expresividad propia de la fotografía, tanto de grupos humanos en blanco y negro, quizá más correctamente en una escala de grises, como de paisajes o velas, estos últimos en color. Francamente, estas obras me gustaron mucho, y sólo el miedo a acarrear con peso extra mientras hacíamos turismo me disuadió de comprar el catálogo de la exposición o algún otro libro del pintor.
En resumen, una visita muy interesante, y que nos sirvió para ampliar un poquito más nuestro conocimientos artísticos, sin hacerse aburrido en ningún momento. Porque hay que reconocerlo, la visita generaliza a museos en los viajes, cuando no tienes un interés específico en un determinado tema, puede ser algo muy cansado si no se planifica y se dosifica bien.