Frankenweenie (2012), 19 de octubre de 2012.
En una de las tardes de viernes más extrañas de los últimos tiempos, acabo metiéndome en los cines Aragonia a ver la última película de Tim Burton, que realmente quería ver, por hacer tiempo y me venía a mano. No recuerdo la última vez que me meto al cine solo para hacer tiempo, y es absolutamente extraordinario que esas salas de cine me vengan «a mano». Pero así son las cosas, y así es como llego a ver la nueva versión de en forma de largometraje de una historia que el propio Burton nos contó ya en los años ochenta en forma de cortometraje. Aquella estaba interpretada por personas reales, la nueva es animación con muñecos bajo la técnica del stop motion.
Victor Frankenstein en un niño que vive con sus padres y su perro Sparky en una urbanización típica de los años 50 y 60 de los Estados Unidos, en una pequeña población llamada New Holland, cuyo paisaje está dominado por una colina con un molino, a cuyo movimiento de aspas constante atribuyen los locales el que todas las noches haya tormenta. Es un niño retraído, buen estudiante, buen chico en general, al que le gustan estudiar y las ciencias, creativo. Para sus padres, su único motivo de preocupación es que no tiene más amigos que Sparky. En estas estamos cuando en su vida suceden dos cosas, la llegada al pueblo de un nuevo profesor de ciencias, el sr. Rzykruski, que aunque de aspecto imponente les es cercano y les habla en forma de experimentos y conceptos científicos claros, y la muerte por atropello de Sparky. Un desolado Victor, con su creatividad espoleada por el dolor, no se resignará a la pérdida de su querida mascota, y aplicará los conocimientos sobre electricidad que ha aprendido para devolver la vida al perro. Lo cual tendrá consecuencias imprevistas e imprevisibles. Sobre todo cuando su compañero de escuela, Edgar «E» Gore, lo descubra y difunda la noticia entre el grupo de inquietantes compañeros, que querrán traer de vuelta también a sus fenecidas mascotas.
La historia base de la película es la misma que la del cortometraje de antaño, la cual es una variación de la historia clásica del Frankenstein de Shelley tal y como lo ha visto tradicionalmente el mundo del cine. Nunca viene de más recordar que Frankenstein no es el nombre del monstruo resucitado sino el del científico que lo crea, de nombre Victor, claro. Este se supone que tiene un ayudante, tradicionalmente descrito como jorobado, de nombre Igor, homófono con el «E» Gore del compañero de escuela. Y es la trama de este y otros compañeros de clase la que está añadida a la historia original, y que permite extender la película a la casi hora y media que dura. Porque por lo demás, poco aporta a los 30 minutos del Frankenweenie original.
A partir de este supuesto, la película goza de dos virtudes. La primera es que la animación, la ambientación, y la iluminación en blanco y negro son perfectas para el filme, y muy acordes con las tradiciones del director. La segunda es que el desarrollo y el ritmo de la historia, sin bien conocidos y hasta cierto punto previsibles, están bien llevados y la hacen realmente muy entretenidas. Con un tono en general más humorístico que tétrico. Hay que considerarla más una comedia de homenaje a un determinado tipo de cine, que una película de miedo. Homenaje que no hay que limitarlo exclusivamente a los Frankenstein originales, literario o cinematográfico, sino al conjunto del cine de terror, con sus dráculas, momias, godzillas, etcétera.
No hay interpretación propiamente dicha en la película, al ser de animación. Pero la película la vi en versión original, y pude disfrutar de la voz de algún ilustre como Martin Landau como el profesor de ciencias, o menos ilustres como Winona Ryder en la voz de la vecinita de al lado. En general, el aspecto de la interpretación, en lo que se refiere a las voces de la animación está muy bien.
Como conclusión, una película que sin ser una de las grandes del excéntrico director, sí que nos reconcilia en parte con él tras los relativos fiascos de sus últimas películas que nos hacían pensar que estaba en declive, pero con una pendiente pronunciada. No es que vuelva a sus grandes momentos, se muestra conservador en fórmulas ya utilizadas, pero alegra ver que toma riesgos como el de usar muñecos y stop motion en lugar de la sempiterna y menos orgánica visualmente aunque más perfecta animación digital. Cierto que en los últimos años hay películas en este tenor que la superan ampliamente, pero no viene mal. En cualquier caso, además me regalaron un vale para ir entre este lunes y el miércoles al cine por sólo 2 euros. Espero aprovecharlo.
Valoración
- Dirección: ***
- Interpretación: ***
- Valoración subjetiva: ***

Cuando en una película el protagonista es un perro, suele suceder que hay un gato que está en el lado de los malos,… o torpes y tontos. Y esta no es una excepción. Estos mininos del Parque Grande de Zaragoza, sin embargo, no parecen ni torpes ni tontos.