Ya nos hemos aprendido un pub donde tomar unas cervezas antes de dormir y con wifi competente. Pero antes de esto y de cenar algo en Covent Garden hemos echado el resto de la tarde en la Modern Tate. Como otros museos de arte contemporáneo van rotando la exposición «permanente». Así qué cada vez ves un museo nuevo. Y el rato que te pasas en la librería.

Pues sí. La tarde estaba realmente bonita y hemos hecho unas cuentas fotos. Estupendos siempre los paseos por la orilla sur del Támesis.

Tras salir del V&A la intención era pasar hasta la hora de cenar en la Modern Tate. Viernes y sábados abre hasta las diez. Pero como era pronto y la tarde estaba luminosa, nos hemos bajado del metro en Westminster para recorrer paseando el South Bank. Y como estaba de gente, oye…

No sé muy bien si estamos en un museo o en la cueva de los cuarenta ladrones. Es algo que me pasa mucho en Londres. Estamos ante porciones originales de la columna de Trajano

Curioseando y aprovechando la wifi gratis para actualizar el blog.

No me apetecía mucho venir a este follón de gente que es Portobello Road los sábados. Pero la votación ha sido dos a uno. Nos ha llamado la atención la proliferación de chiringuitos de paella. Pero lo curioso es que es la primera vez que compró algo.

No estaba tan bonito como el atardecer que conocí en Primrose Hill hace ocho años. Pero es un sitio muy agradable donde terminar el paseo de primeras horas de la mañana.

Aunque se supone que el día grande en los mercadillos de Camden Town es el domingo ya que nos venía de paso ha sido el sábado cuando hemos curioseado por Camden Lock. Nada productivo.

Hoy está haciendo un día de lujo. Así qué hemos decidido pasear por la mañana. Nos hemos recorrido Regent’s Canal.

De momento el día no pinta mal. Se ruega porque no haya perdido mi habilidad para traer la sequía donde voy. En Noruega fracasé. Veremos.

Un follón terrible al llegar a Londres. Colas en el control de pasaportes (esto está fuera de Schengen). Colas en las taquillas del metro. Lluvia al salir del metro. Un hotel liliputiense desde muchos puntos de vista aunque no desagradable. Lluvia cuando hemos salido a ver algo y cenar. Colas en el cajero automático. Intentar no olvidarnos que los coches vienen por donde no te lo esperas (en la foto). Y nuestros cuerpos diciéndonos que es una hora más de la que marca el reloj. No hemos tardado mucho en volvernos al hotel. Mañana será otro día.