En este día de Año Nuevo, puesto que no hay muchas cosas que hacer salvo descansar de la dinámica festiva, y ya que llevo un poquito de retraso con algunos temas que tendrían que haber ido apareciendo en este Cuaderno de ruta, voy a redactar una segunda entrada mientras voy viendo un pequeño maratón de animación japonesa que había preparado para este día. Estoy rompiendo algunas tradiciones. Digéramos que estoy como comenzando una década nueva, a pesar de que no hay ninguna cifra relacionada con los años que termine en cero. Y algo que lleva un poquito de retraso es el comentario de mis lecturas. Así que voy con una de ellas. Que no es de un libro. Sería de dos, o simplemente de los diversos cuentos o relatos cortos que nos ofrece un autor japonés de principio de siglo muy interesante, Ryūnosuke Akutagawa.
Hay un motivo muy concreto por el que me interesé por este autor. Y el motivo es que escribió los relatos en los que se basó Akira Kurosawa, muy libremente, para el argumento de su famosa y excelente película Rashōmon.

Las mitologías budistas y sintoistas en el fondo de muchos de los relatos de Akutagawa, así como los animales míticos de las mismas.
Digo que pueden ser dos libros puesto que hace unos años me regalaron el libro El dragón, Rashōmon y otros cuentos de la editorial Quaterni, del que fui leyendo de vez en cuando algún aquí capítulo según me venía. A estas alturas no puedo recordar si los he leído todos, porque lo fui haciendo esporádicamente y en desorden. En cualquier caso, hace poco me llegó otra colección de relatos del autor, que he estado leyendo hasta hace unas semanas. Releyendo porque tengo la sensación de que todos estaban en el anterior. En cualquier caso, estamos ante colecciones de cuento que tienen tonos y temas muy diversos. Situados todos en Japón, en diversos momentos de su historia antes del advenimiento Meiji, los hay de aventuras, los hay de humor, los hoy de magia y mitología japonesa, los hay de auténtico terror. Leyendo estos cuentos entiendes mejor de dónde viene la rica imaginería que preside los filmes, las historietas y todo tipo de artes y obras procedentes del país del sol naciente. Porque tenemos unas narraciones con una riqueza de descripciones que nos transporta muy vividamente al Japón medieval.
Curiosamente, no me parecen los relatos relacionados con la excelente película de Kurasawa los más destacados, por lo que habrá que atribuir al genio del cine japonés el mérito del interés de su historia. En comparación es muy notable e impresionante su relato de terror, El biombo del infierno. La historia del excéntrico y antipático pintor de corte, de su bella hija y de su duro señor, extremece por su abigarrado, inesperado y horroroso final. Horroroso no por su mala calidad; al contrario, por su excelente calidad al transmitirnos una sensación de horror.
Yo recomiendo sin lugar a dudas la lectura de estos cuentos para acercarse a la literatura y a la imaginería nipona. Se leen bien, son diversos, y muy entretenidos. Una excelente opción para «desengrasar» las fiestas. Aunque para eso quizá sea mejor ponerse una sudadera y unos pantalones deportivos y empezar a quemar calorías.

No faltan personajes femeninos en las historias de Akutagawa; bellas y delicadas cuando jóvenes, pueden ser verdaderas brujas cuando son viejas y pobres.