[Libro] Ajisai – Aki Shimazaki

Literatura

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. He visitado Kamakura en dos ocasiones. Y aun me quedo con las ganas de volver a esta agradable ciudad japonesa, cargada de historia y cultura… y quizá de demasiados turistas, aunque yo nunca sufrí los agobios en ninguna de las dos visitas.

De la japonesa Aki Shimazaki, afincada en Canadá, nacionalizada canadiense, que escribe en francés, pero que sigue escribiendo después de 21 novelas cortas, incluida la de hoy, sobre Japón y sus gentes, he hablado ya con frecuencia en estas páginas. Veintiuna novelas cortas, puesto que este es su estilo, que se agrupan en quintetos con historias entrelazadas, con personajes relacionados, y que constituyen una gran historia más amplia. Cada una de sus novelas cortas tienen sentido en sí misma. Pero adquiere más sentido cuando has leído el quinteto en su conjunto. Hasta el momento, por necesidad o por preferencia, he leído los quintetos más o menos agrupados. Los dos primeros se publicaron traducidos al castellano como un único volumen. Así que no se percibían como cinco libros distintos sino como una novela en cinco partes. Pero los dos siguientes sí que los leí con cada novela corta por separado, pero separadas por breves intervalos de tiempo.

Shimazaki viene a publicar una de sus novelas cortas al año. La primera es de 1999, la última que ha publicado, en mayo de 2025. Esos son 27 años, de los que sólo ha fallado en 2003, 2004, 2007, 2009, 2011 y 2020. En enero de este año me enteré que la publicación de la primera novela corta de su quinta serie, esta Ajisai [アジサイ, hortensia], que comento hoy. El nombre de la flor del género del género Hydrangea tiene una escritura en kanji en japonés [紫陽花], pero es costumbre en el País del Sol Naciente que los nombres comunes de las plantas y animales se escriban en katakana. Como curiosidad, la escritura en kanji está tomada del chino, pero no se correlaciona en absoluto con su lectura, con el nombre común de la planta en japonés. La lectura habitual de esos kanji no tiene nada que ver. En katakana, sí que es una lectura fonética directa. Terminaré esta disgresión que tiene poco que ver con el libro recordando que todos los títulos de las novelas cortas de Shimazaki tienen nombres de plantas o pequeños animales. Que aparecen de un modo u otro en el relato.

El protagonista del relato es un joven estudiante de lo que aquí llamaríamos filología, pero que en el texto aparece simplemente como un estudiante universitario de japonés o lengua y literatura japonesa, en sus últimos años antes de graduarse. Es un joven de una familia acomodada, el pequeño de tres hermanos. Frente a sus hermanos que han estudiado empresariales, el mayor, y derecho, la mediana, carreras útiles y prácticas, a este joven protagonista, más mimado, se le ha permitido estudiar algo… «poco útil». Está empezando a orientar su futuro hacia el doctorado y hacia una carrera de profesor universitario. También ha empezado una novela. Y en estas está cuando le llega la noticia de que la empresa familiar, unos grandes almacenes, va a declararse en quiebra. Y su familia no podrá apoyarlo económicamente como antes. Tendrá que abandonar su cómodo apartamento en Kamakura, buscarse trabajos a tiempo parcial y apretarse el cinturón. Una familia acomodada de Tokio que tiene una casa en esta agradable ciudad costera, le ofrece alojamiento gratis a cambio de cuidar de la casa cuando ellos falten, que es la mayor parte del tiempo, sólo van los fines de semana y en vacaciones. Aceptará. Y empezará una amistad con la esposa, una mujer atractiva, en la mitad de la treintena, que evolucionará a algo más que una amistad.

Nos encontramos ante una novela iniciática. El desarrollo emocional y social del joven, que ha vivido entre algodones y consentido, se había quedado en una especia de eterna despreocupada adolescencia, a pesar de que veía en sus amigos que el mundo y la vida no tienen que ver con la suya. Poco dado al compromiso con las chicas, centrado en sus lecturas y su actividad intelectual, tendrá que madurar a marchas forzadas. Y también tendrá que madurar emocionalmente ante una relación que le romperá los esquemas.

Esta pequeña historia está bien. No es la más interesante de las novelas cortas de Shimazaki… pero de alguna forma, al ser la primera de la quinta serie, es una puesta en escena de una historia más amplia. Desconozco quienes serán los protagonistas de los siguientes relatos, a los que iremos acompañando durante cuatro años más por lo menos. ¿Los amigos? ¿Sus padres y hermanos? ¿Su atractiva amante casada y su familia? Ni idea. Tendremos que esperar. Pero sin duda si nada lo impide, ya lo leeré cuando llegue el momento.

[TV] Cosas de series; cuando una galaxia muy muy lejana se pone seria

Televisión

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. La Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia está de moda como escenario de dramas de ciencia ficción, y ha acabado siendo parte del Senado Galáctico en Coruscant. Para algo tendrían que valer las «calatravadas».

Hasta cierto punto, esta entrada casi se podría considerar una segunda parte de la última que publiqué sobre series de televisión. Hasta cierto punto. Distopías y esas cosas. Lo que pasa es que en esta ocasión no miramos a un futuro más o menos cercano. En mayo de 1977 ya quedó claro en la pantalla de los cines que estamos hablando de cosas que sucedieron hace mucho tiempo en una galaxia muy muy lejana. Sí. Estamos hablando del universo Star Wars, y nos vamos a centrar en la serie cuya segunda y última temporada se terminó de emitir recientemente. Andor, probablemente,… o sin probablemente,… la mejor serie que se ha realizado sobre este universo, y probablemente… o sin probablemente,… lo mejor de esta franquicia desde el estreno de The Empire Strike Backs en 1980.

Cuando Disney decidió quemar la marca para amortizar los costes de adquisición de la franquicia estrenando una película al año, alternando las del tercer ciclo principal con historias de otros personajes y acontecimientos en el mismo universo, en diciembre de 2016 se estrenó Rogue One: A Star Wars story. El personaje principal de la película, el que ocupaba la mayor superficie del cartel anunciador, era Jyn Erso (Felicity Jones). Pero aunque pese a la voluntariosa interpretación de la protagonista, la franquicia nunca ha sabido muy bien qué hacer con sus personajes protagonistas femeninos. Fíjense ustedes en la endeblez del desarrollo de Padme Amidala. Incluso la princesa Leia tuvo momentos en que andaba un poco despistada en esta historia. Y además, como se ha podido comprobar, muchos aficionados a la franquicia, especialmente en Estados Unidos, han resultado ser unos cazurros machistorros. Es una ironía que entre los aficionados de una franquicia que nos habla de una rebelión contra una tiranía fascista, haya tantos que parece que salen de las filas del MAGA en lo que se refiere a su actitud hacia las protagonistas femeninas. Aquella película no estuvo mal, pero tenía no pocas debilidades en su desarrollo, mereció mejor guion y realización, y además quedó marcada por las horribles presencias del Gran Moff Tarkin y de la joven Leia Organa generadas por ordenador. Tras terminar la serie que nos ocupa hoy volví a verla… y me horroricé más todavía.

Así pues, a la hora de generar una precuela que nos hablara de los inicios de la rebelión, se fijó en el siguiente personaje principal; Cassian Andor (Diego Luna). El melancólico capitán rebelde que va un poco por libre y acaba montando la de Dios es Cristo para justificar la difusión de los planos de la Estrella de la Muerte. Por cierto, ¿siendo una transmisión de radio el modo en que la remitió a la flota rebelde, de verdad que sólo la captó una de las muchas naves que había por allí, desde la que fueron incapaces de trasmitirla a otras, y tuvieron que llevar los planos en mano en la famosa corbeta coreliana que fue atrapada por Darth Vader haciendo prisionera a la princesa Leia? Tremenda debilidad en el argumento. Pero vamos a lo que estábamos. Hace unos años nos anunciaron una serie centrada en el bueno y melancólico Cassian, llegando a decir que necesitaría cinco temporadas para desarrollar la historia. Han sido sólo dos. Y realmente… no hacían falta más.

Sip. Una para conocer a Cassian, la otra para desarrollar la chicha de la historia. Las aventuras de Cassian Andor nos sirven para presentarnos esos inicios de la rebelión, con algunos personajes ya conocidos por los largometrajes del ciclo principal, como Mon Mothman (Genevieve O’Reilly) o Bail Organa (Benjamin Bratt), y algunos nuevos como el imprescindible Luthen Rael (Stellan Skarsgård), una de las almas de la historia, junto con su adoptada «hija/discípula» Kleya (Elizabeth Dulau), uno de los personajes que merecerían más protagonismo en este cotarro. Una rebelión lejos de aquella que se nos presentaba en la trilogía original, un grupo de alegres proscritos al más puro estilo Robin Hood, siempre valerosos, unidos y de frente. Aquí tenemos disputas, desconfianzas, diferencias en las estrategias, dudas, y mucho barro. Es todo más real. No entraré a comentar mucho la parte imperial… porque es la más fácil. Es fácil tipificar un totalitarismo de tipo fascista, para el que no hay más que tirar de receta. Los fascismos están todos cortados por el mismo patrón y hacen lo mismo. Lo que es complicado de definir es una democracia. Porque la tendencia al «lado oscuro», no de la fuerza, sino de la ética y la política es preponderante en todos los bandos. Y si no, vean los telediarios… si es que a estas alturas se fían de ellos.

Es la misma galaxia de siempre. Pero por mucho que los rebeldes de vez en cuando repitan el típico latiguillo «Que la fuerza te acompañe», aquí no hay «fuerza», no hay magia, hay chabisque material, barro político. Al final nos quedamos más con ese «Tengo amigos en todas partes», como auténtica contraseña de esperanza, de que en cualquier lugar hay alguien, muchos o pocos, dispuestos a remangarse realmente para responder al fascismo. Aunque haya que perder algo de pureza en el proceso. Pero es que a los fascismos no se les vence con remilgos. Afortunadamente, no han sido cinco temporadas, y han realizado esta segunda temporada de la serie, con varios episodios con carácter realmente antológico. No sé que les ha pasado en Disney… después de tanto bodrio, se han debido despistar y han debido dejar esta serie en manos de alguien competente. Por cierto, ver Rogue One después de terminar la serie resulta raro… porque todos los actores comunes… tenían diez años menos.

[Fotos] Varios fines de semana de paseos con película en blanco y negro, antes del calor

Fotografía

Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Medio fotograma con blanco y negro, un rollo de Ilford FP4 Plus, y filtro amarillo para mejorar el contraste.

He enfocado el enlace del encabezado a la finalidad de cargar un rollo de película para negativos en blanco y negro de sensibilidad media en una cámara de medio fotograma. Básicamente, se trata de tener una configuración que, llevada de forma continua en la mochila o bolsa con la que te mueves por la ciudad, en tus quehaceres o en tus paseos, te permite hacer fotografías cuando hay un sujeto o unas condiciones de luz que te llamen la atención.

Si llevas una cámara de medio fotograma, es porque te cunde más. Más de 72 fotografías frente a las 36 o 37 de las cámaras compactas de fotograma completo. Recordemos, el fotograma completo, tal y como lo imaginó Oskar Barnack para su primera Leitz Camera (LeiCa), tiene unas dimensiones de 36 x 24 mm. Al medio fotograma llegamos cuando dividimos en dos el anterior, aproximadamente, con unas dimensiones de 17 x 24 mm.

Un formato no muy alejado del fotograma estándar cinematográfico de principios del siglo XX. Aunque el llamado formato académico (por la Academia de las artes y las ciencias cinematográficas de Hollywood, los de los Oscar), se determinase en 1932 en 16 x 22 mm, para ajustar la banda de sonido. En el mundo del cine se habla de un paso de cuatro perforaciones, el medio fotograma de la película, y de ocho perforaciones, el fotograma completo. Aunque hay otras variantes. Especialmente con tres perforaciones. Vaya… he acabado hablando más de cine que de fotografía. Las dos artes visuales me gustan, claro. Y la cinematografía no deja de ser fotografía en movimiento.