Hace unos días surgía la noticia del fallecimiento de Pete Seeger (1919 – 2014), cantante y autor folk neoyorquino, que se caracterizó por su compromiso con la convivencia y la paz entre las gentes. Autor de numerosas canciones totalmente integradas en el cancionero popular norteamericano, e incluso de otros países del mundo, llevaba escrito en su banjo la siguiente inscripción: «Esta maquina rodea al odio y le obliga a rendirse». En Photobooth de The New Yorker le dedican un homenaje a través de fotografías en blanco y negro realizadas por fotógrafos también comprometidos.
Builder Levy creció en una familia de personas comprometidas. Y una grabación de su padre titulada Which Side Are You On? (¿De qué lado estas tú? le marcó para su futuro trabajo como fotógrafo especializado en el documentalismo social. Nos lo cuentan en Lens de The New York Times.
Los comprometidos tienen que pelear con muchos poderes no interesados especialmente en que la realidad se conozca. Andrew Miksys es un lituano de la emigración, nacido en Estados Unidos. Durante años viajó al país de origen de su familia, y quedó sorprendido por la forma de divertirse los jóvenes lituanos, reconvirtiendo en discotecas antiguos locales del régimen soviético, algunos de infausto recuerdo. Las fotografías que hace te gustarán más o menos, de nuevo estamos ante un fotógrafo que quiere documentar una realidad. Pero al gobierno lituano no le ha gustado. No presenta una «imagen adecuada» del país. ¿Qué van a pensar los turistas? Y es que a los poderes, incluso los presuntamente «democráticos» llevan mal la acción de los autores comprometidos. Nos hablaron de ello en Emaho Magazine.

La focal de 40 mm no está representada entre las posibilidades del visor de las Leicas de la serie M. Y esto es una pena.
Alex Webb ya se ha asomado en alguna ocasión por estas páginas, donde hemos hablado de sus imágenes actuales, muy coloridas. Pero cuando era un joven de 23 años, con una cámara y película en blanco y negro, se bajó al sur de su país para documentar Mound Bayou, una comunidad negra en el estado de Misisipi. Un documento que considera inacabado, peor que podemos considerar como otro ejemplo de compromiso con los rincones más desconocidos de una sociedad diversa a pesar de muchos. También nos lo han contado en Lens de The New York Times.
En Lens Culture nos proponen un paseo por Sochi: 10o días antes de los juegos olímpicos, con fotografías de Mikhail Mordasov. Normalmente siempre me muestro interesado por el discurrir de estos acontecimientos deportivos, pero hay diversos motivos por los que estos que se celebran en la Rusia del «zar» Putin me resultan muy antipáticos. Y me avergüenza que los medios sean tan complacientes con un país con tantas sombras. Hay diversas controversias en torno a estos juegos. Desde el genocidio circasiano que llevó a cabo la Rusia zarista en el siglo XIX en esta zona, hasta los problemas medioambientales, los déficits en el respeto de los derechos humanos, no sólo de los homosexuales que es de lo que más se ha hablado, de la corrupción en la economía y en las finanzas de los juegos,… En fin… nunca entenderé el pasteleo que se lleva el Comité Olímpico Internacional con determinados países. O sí lo entenderé… decía el poeta «poderoso caballero es don dinero».
Afganistán sería como el paraíso de cierto tipo de fotorreporteros, si no fuera por las malas pulgas que gastan los afganos a la hora de empuñar un arma. Eso sí, desde la chica afgana McCurry, parece que hay una competición para ver quien pilla al niño, niña o adolescentes más colorido, con los ojos más expresivos, y siempre con una respetable cantidad de mugre en su rostro. Uno empieza a dudar si se trata de compromiso con el pueblo afgano, o una especie de pornografía de la desgracia del pueblo afgano. Por ejemplo, en In Focus de The Atlantic nos ofrecen hasta treinta niños y adolescentes afganos refugiados en Pakistán, por obra y gracia del fotógrafo Muhammed Muheisen. Y que vienen a ser un ejemplo de lo dicho. Reconozco que son unas imágenes estupendas. Pero ya no sé si esto es compromiso o explotar un filón.
Casi, desde este punto de vista, me parece más interesante el trabajo de Roland y Sabrina Michaud que fueron capaces de captar las esencias de un Afganistán todavía en paz en los años 60 y 70, junto con otros pueblos del Asia Central. Quizá a veces es más útil para reflexionar sobre las catástrofes actuales echar un vistazo a lo que se ha perdido, especialmente la diversidad cultural arrasada por los conflictos. Aunque no tenga el morbo de las fotos de los niños. No lo cuentan en L’Oeil de la Photographie.
Ya lleva un tiempo apareciendo por internet otro trabajo fotográfico comprometido. Así, en Feature Shoot nos hablan del trabajo de Jimmy Nelson (Before they pass away) documentando los pueblos indígenas de todo el mundo, culturas en vías de extinción, en nuestro camino hacia un mundo más globalizado y, como efecto secundario, menos diverso. Hay publicado un libro de gran formato. De enorme formato… lo vi el otro día en una estantería de unos grandes almacenes… Me queda un poco de duda si no se queda este trabajo un poco al nivel de lo folclórico…

Porque el pequeño Summicron-C 40/2 que se diseñó para la Leica CL es una óptica fotográfica que está muy bien.
Y puestos ha documentar, por qué no documentar las incoherencias y las inconsistencias de las sociedades humanas. Un artículo en Wired me lleva a otro de The Guardian sobre las chicas en motocicleta en Marrakech, que pese a lo que dicen en alguno de estos «prestigiosos» medios, no es la capital del reino de Marruecos, que es Rabat. Y es que allí, son frecuentes las chicas que se desplazan en motocicleta, bien tapadas y veladas como manda el fundamentalismo musulmán, pero con sorprendentes estampados y accesorios pop que les dan un aspecto entre surrealista y atractivo. En cualquier caso, un ejemplo del divorcio entre las tendencias homogeneizadoras y limitadoras de las religiones más conservadoras, y el deseo de individualismo de los seres humanos de cualquier parte del globo. El fotógrafo responsable, Hassan Hajjaj.
Y vamos un poco con otro tipo de compromisos. En este caso a la inversa. En lugar de hablar del compromiso del fotógrafo con su entorno, podríamos hablar del compromiso de las comunidades, de la sociedades, con sus artistas o sus cronistas. Y de vez en cuando hay alguna buena noticia. Y así, hace unos días Rafael Roa comentaba la concesión del Premio Aragón-Goya 2013 que entrega el Gobierno de Aragón al fotógrafo zaragozano Rafael Navarro, a quien los amigos de Fotógraf@s en Zaragoza entrevistaban hace unos meses.
Y terminemos hablando de otro ilustre aragonés que por circunstancias familiares nació en el enclave navarro de Petilla de Aragón, y que no es otro que el premio nóbel Santiago Ramón y Cajal. Y es que, como nos recuerdan en Sales de Plata, el ilustre anatomista e histólogo fue aficionado a la fotografía y, en concreto, al desarrollo de los procesos de fotografía en color, los autocromos y similares. Incluso publicó un libro al respecto. Nos comentan y nos muestran como curiosidad que era aficionado a las selfies, es decir a los autorretratos. Que parece que no es una moda tan actual como parece si ya los fotógrafos la practicaban en el siglo XIX. La diferencia es que en aquel momento pocos se podían permitir el lujo de tener un aparato fotográfico.

Yo la uso de vez en cuando, como ayer, aunque hay que imaginar hasta donde alcanza la imagen respecto al cuadro de 50 mm que es el que aparece al montarlo. Y bueno. No va mal. Ayer lo usé durante buena parte del día.