Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Paisaje con Fujifilm GFX 50R y Fujinon GF 35-70 mm f4.5-5.6.
El paisaje otoñal en las zonas verdes de Zaragoza no es como el que nos cuentan en las redes sociales, de una gran variedad de tonos ocres y rojos. De hecho, eso no sucede en España salvo en muy poquitos sitios. Esos míticos paisajes de tonos ocres y rojos son propios de América del Norte y algunas regiones de Asia, y más raras en Europa. Aun en los países más norteños. La gama de tonos del follaje otoñal, siempre que sea de hoja caduca va más entre el verde amarillento el amarillo anaranjado. Y en Zaragoza, en cuanto llega el primer temporal de finales de otoño o principios de invierno, con cierzo, el temido viendo del noroeste que se enfila por el valle del Ebro, estas hojas se vienen todas de golpe al suelo. Pero no deja de haber escenas otoñales que, si la luz acompaña, nos dejan imágenes serenas y razonablemente bellas, incluso con la mezcla de elementos naturales y urbanos que caracteriza nuestro entorno. Aprovechando las mañanas serenas de estos últimos días, y que me había llegado una nueva óptica de formato medio, los ratos en los que un virus invernal me ha dado algo de tregua, he salido a fotografiar esas escenas. Sin muchas más pretensiones.
Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Excursión de un sábado soleado a Valderrobres con Fujifilm X100VI.
Fotonautas ZGZ es un grupo de gente con intereses comunes en el ámbito de la fotografía, y en concreto de la fotografía fotoquímica, o como muchos llaman, fotografía analógica. Todos nosotros nos interesamos en la fotografía con película de haluros de plata tradicional, con cámaras de diversos formatos, pero también practicamos de vez en cuando, algunos asiduamente, la fotografía estenopeica y otros procesos alternativos los más creativos y atrevidos. Surge del entorno del grupo de interés por este tipo de fotografía de la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza AFZ, pero hay personas en el grupo que no son socias de esta asociación. Y como tantos grupos en España, nos comunicamos por WhatsApp.
Nuestra curiosidad por la luz y por los dispositivos que la capturan para crear imágenes que nos cautiven, tenemos intereses diversos y amplios. Y hay un cierto tipo de dispositivos que nos gusta visitar; las cámaras oscuras. Se visitó en su momento la de Tudela, aunque yo no pude ir. Y cada uno por separado hemos visitado otras. Por ejemplo, yo disfruté de la de Cádiz en octubre de 2020. Sí… de ese año.
Recientemente se instaló una cámara oscura en Valderrobres, en un edificio que fue un antiguo torreón de la muralla medieval de la bella población de la comarca del Matarraña, en la provincia de Teruel, Aragón. Así que nos organizamos, y un grupo de siete de nosotros fuimos ayer sábado, 20 de septiembre a visitar la instalación. Valderrobres tiene bastante más que visitar. Muchos de nosotros ya habíamos visitado la población, incluso en más de una ocasión. Y la comarca del Matarraña, en los límites con Cataluña y la Comunidad Valenciana, de hecho es una comarca en la que se habla un dialecto del catalán, tiene mucho que ver, especialmente en lo que se refiere a riqueza paisajística y natural. Y cultural… que se encuentran también ejemplares de pinturas rupestres del arco mediterráneo, bien declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Fin de semana extendido en Luxemburgo y Tréveris (Alemania) con Fujifilm X100VI.
No me extenderé mucho porque no tengo mucho tiempo y no hay mucho que contar. Salimos el jueves pasado hacia Luxemburgo y volvimos ayer lunes. Una buena amiga tenía un viaje de trabajo a la capital del pequeño país, el Gran Ducado de Luxemburgo, y me ofreció acompañarla para aprovechar y hacer turismo por uno de los países europeos que todavía no había pisado. La ciudad de Luxemburgo quizá no sea el destino turístico más destacado que se me ocurra, pero tiene su encanto. Y todo su complejo sistema de fortificaciones, que se remonta a siglos atrás, es Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO… y esas cosas.
El sábado nos desplazamos a la vecina ciudad de Tréveris, al otro lado de la frontera con Alemania. Esta ciudad si que tiene mucho más interés. Aunque quizá no sea tan conocida en nuestro país, por estar apartada de los principales circuitos turísticos que se suelen visitar en el país teutónico. Pero su combinación de pasado romano y medieval hace que buena parte de los monumentos de la ciudad sean considerados también Patrimonio de la Humanidad.
Y el domingo, aprovechando los eficiente transportes públicos del Gran Ducado, gratuitos en todo el país para usuarios propios y visitantes, nos fuimos a visitar un par de castillos próximos unos de otros. El más ruinoso, pero con encanto por el entorno, de Beaufort, y el reconstruido y más imponente de Vianden. Ciudad donde comí una de las mejores omelettes de jamón y queso que he comido en mi vida. En una bar restaurante carente de todo tipo de encanto, salvo en lo que se refiere a lo que viene en el plato, que es lo que importa. ¿O no?
Inmediatamente nos metimos en el coche con aire acondicionado y nos dirigimos a Sos del Rey Católico. Donde hacía niveles de calor similares, pero las estrechas y umbrías calles de su casco histórico medieval aliviaban notablemente el paseo. Eso sí, tras visitar el palacio de Sada, lugar donde quedó registrado el nacimiento del Rey Católico, nos encontramos que se habían cerrado las nubes y amenazaba tormenta. Así que terminamos la visita y nos volvimos a Zaragoza, que al fin y al cabo eran ya las ocho de la tarde.
Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Caza fotográfica con Panasonic Lumix G9 II y Olympus M.Zuiko Digital ED 75-300 mm f4.8-6.7 II.
Hoy no me voy a complicar mucho la vida. Pero tengo que contar que este sábado salí de “caza”. “Caza menor”. No grandes piezas, pequeños animales. Que desde hace tiempo sé que menudean en los campos, destartalados campos, que hay entre el Canal Imperial de Aragón y el camino de Miraflores o las líneas ferroviarias, tanto la convencional que va a Barcelona por Caspe y Reus, como la de alta velocidad a Barcelona.
En estos campos abundan los conejos silvestres. Supongo que carecen de depredadores efectivos. No sé si alguna rapaz se acercará a “merendar” en alguna ocasión, o algún zorro que acechará eventualmente. Pero estos son nocturnos, principalmente, y no es fácil verlos. En cualquier caso, puestos a darse una caminata para hacer un poco de ejercicio el sábado por la mañana, si uno se entretiene con estas cosas, mejor que mejor.
Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Sesiones de prueba y familiarización con la Fujifilm X100VI.
Siempre he llevado dos cámaras a los viajes. Cuando se usaba exclusivamente la película fotográfica, llevaba una cámara réflex con un par de objetivos y película diapositiva en color, y una cámara compacta, bolsillera, con película para negativos en blanco y negro. Cuando llegó lo digital, una réflex o cámara de sistema sin espejo y una compacta. La compacta con una doble función; tener una cámara a mano en los desplazamientos o cuando la cámara más grande fuera impropia, y un respaldo por si la grande fallaba.
Pero siempre he intentado que la digital compacta fuera de calidad suficiente. Suficiente también como para que fuese la cámara principal en desplazamientos cortos, por motivos distintos del disfrute vacacional, o cuando no quería llevar peso. Recientemente se me puso a tiro una cámara que en los últimos años ha sido difícil de comprar a un precio razonable, cuando razonable no siempre es sinónimo de barato. Y por ser probablemente la mejor opción como cámara de uso polivalente en viajes y otras situaciones de reportaje, en digital, la adquirí. Estas fotos, tomadas a primeras horas de la mañana o últimas de la tarde, por Zaragoza, son las pruebas y familiarización con la cámara.
Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Excursión de muy caluroso festivo en viernes a Fitero y Tudela con Fujifilm X100VI.
Estamos en el fin de semana largo de mediados de agosto. Tradicionalmente es un fin de semana en el que me escapo siempre que puedo a algún sitio. Por diversos motivos. Uno de ellos es que es uno de los fines de semana más aburrido para pasarlo en Zaragoza. Calor, mucha gente de vacaciones, escasísimas actividades culturales, una cartelera de cine que da pena… Salvo que seas un asocial o tengas muchas granas de tranquilidad es un tostón.
Este año no ha surgido por motivos que no vienen al caso la posibilidad. A cambio, me escaparé un fin de semana largo a final de mes. Pero dicen que no hay mal que por bien no venga, y hace unos días, con unos amigos, empezamos a pergeñar la posibilidad de hacer alguna actividad… algún viaje en el día. Lo que pasa es que la predicción del tiempo, con alertas cubriendo buena parte del espectro visible en sus longitudes de onda más largas, tampoco invitaba mucho…
Después de mucho debatir por la típica aplicación de mensajería la cosa quedó en que íbamos a salir a algún sitio para comer. Carnuza, parecía ser, a ser posible. Y de forma extraña al final acabamos visitando Fitero y su monasterio y baños, y Tudela y su casco viejo, comiendo en esta última ciudad. Yo ya estuve en Tudela hace unos meses, y os lo conté aquí, por duplicado… no, por triplicado.
Inmediatamente nos metimos en el coche con aire acondicionado y nos dirigimos a Sos del Rey Católico. Donde hacía niveles de calor similares, pero las estrechas y umbrías calles de su casco histórico medieval aliviaban notablemente el paseo. Eso sí, tras visitar el palacio de Sada, lugar donde quedó registrado el nacimiento del Rey Católico, nos encontramos que se habían cerrado las nubes y amenazaba tormenta. Así que terminamos la visita y nos volvimos a Zaragoza, que al fin y al cabo eran ya las ocho de la tarde.
Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Sigo familiarizándome con el Tamron 90 mm macro , adaptándolo a Canon EOS RP, y sumándole el flash Godox TT685C.
Como digo en el encabezamiento, sigo familiarizándome con el objetivo para macrofotografía que me llegó recientemente. Un objetivo que cada vez que comparo sus prestaciones, con los precios que se ven por ahí, y con los resultados que ofrecen, más comprendo que se puede considerar un chollo. Pero los precios del mercado de segunda mano están muy condicionados por la ley de la oferta y la demanda, más que los del mercado de equipo nuevo, y no debe haber mucha demanda de estas ópticas, que por otro lado van muy bien.
Eso sí, en esta ocasión, los resultados no fueron los esperados. Si sumamos algún despiste mío que me impidió usar algunos accesorios con el flash incorporado a la cámara, más las tormentas habían causado sus destrozos entre la flora del Parque Grande de Zaragoza, y que soplaba un viento que dificultaba la operación de enfoque y encuadre correcto de la fotografía,… pues no fue lo que yo esperaba. Afortunadamente, las gotas del agua caída por la noche y que no se habían secado todavía tras el tempranero amanecer, dieron algún aliciente a las macrofotografías de las flores. Porque salvo algún áfido que otro… vulgarmente, pulgones,… pocos bichos encontré.
Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Algunas notas tomadas con la Sony ZV-1 mientras visitábamos la exposiciones.
Como tantos años, este 2025 también me he desplazado un día a Madrid para ver algunas de las exposiciones del festival de fotografía PhotoEspaña. Y eso que me daba un poco de pereza. Mucho calor en Madrid en verano, y más desde que los veranos en España se está convirtiendo en verdaderos infiernos. Lo cierto es que en los días previos no tuve mucho tiempo para revisar la programación de exposiciones, y tal vez podríamos haber echo un recorrido un poco más vistoso. O simplemente, la edición de este año no es tan vistosa como la de otros años.
Habías exposiciones de dos de mis fotógrafos favoritos, todavía vivitos y coleando, pero octogenarios o nonagenarios. En Colón, en el la salas de exposiciones de Teatro Fernán Gómez, una exposición dedicada al viaje por Europa que hizo un joven Joel Meyerowitz entre 1966 y 1967, con Vivian, su primera esposa. Viaje durante el cual estuvo varios meses apalancado en Málaga, donde trabó amistad con una familia gitana, de donde salió una experiencia y unas fotografías muy interesantes. En Fundación Canal, una retrospectiva dedicada a Duane Michals que me recordó mucha a otra similar que vi en Barcelona hace unos años, y que me resultó menos novedosa. Una retrospectiva de Meyerowitz vi hace unos años en Viena, pero no dedicaba tanto espacio ni tanta profundidad a su experiencia europea, aunque fue cuando me convertí en un fan de sus fotografías.
En la galería Fernández-Braso se expone la última serie de Judith Prat, Aquella niebla, este silencio. Después de sus Brujas, la fotógrafa de Altorricón se fija en el comercio de esclavos y en los restos de esclavitud que quedaban en el muy disminuido imperio español durante el siglo XIX, a pesar del tratado firmado con el Reino Unido a principios de ese siglo para terminar con este infame negocio. Pero con el que algunas familias españolas siguieron enriqueciéndose durante décadas. Es sabido que en Cuba todavía hubo esclavos durante ese siglo. Me gustó. Me traje el catálogo.
Me supo a poco la exposición en la Serrería Belga de fondos de la colección Helga de Alvear, con una selección de fotografías de fotógrafos alemanes vinculados a la Escuela de Dúseldorf, unos fotógrafos que mantuvieron vivo el espíritu del movimiento de la Nueva Objetividad de entreguerras, y que conectan también con el espíritu del a Nuevas Topografías y su paisaje alterado por el ser humano, movimiento más americano. Con Bern y Hilla Becher al frente, y con nombres tan importantes como Candida Hoffer, Axel Hütte, Thomas Ruff o Andreas Gursky, entre otros, me supo a poco porque en 2008 pude visitar un exposición sobre este grupo mucho más amplia y profunda en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de París. Pero es interesante y la sala de exposiciones muy agradable.
De menor trascendencia, en el Museo de Romanticismo, donde acabamos por error, vemos una curiosa exposición en la que se mezclan las fotografías de una señora del siglo XIX, Adelaida Martínez-Corera, no las que hizo ella, sino las de su entorno familiar, de amistades y profesional, y algunos documentos de la época, con reconstrucciones visuales de lo que sería la época generadas por aprendizaje automatizado… o lo que por ahí llaman «inteligencia artificial». Como digo, una curiosidad. Y más ganas le teníamos a la exposición de fotografías y dibujos de Dora Maar en el Museo Lázaro Galdiano. Pero siendo fotos tomadas por la fotógrafa en una estancia en Barcelona, y algunos dibujos de sus amigos artistas… se queda lejos de lo que la obra en su conjunto de Maar merece. Y hasta aquí puedo contar.
Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Excursión de muy caluroso sábado a Ochagavía y Sos del Rey Católico con Sony ZV-1.
Surge a mitad de semana la posibilidad de hacer una excursión en el día a algún lugar más fresquito que el infierno en el que se está convirtiendo Zaragoza últimamente. Yo no tengo claro que vaya a haber lugares más fresquitos en la península en ese sábado 21 de junio, solsticio de verano del año 2025, y me siendo algo perezoso. Pero acepto. Tras diversas diversas deliberaciones ponemos rumbo a Ochagavía, en los Pirineos navarros, en su parte más oriental. Como de camino a esta bonita localidad navarra pasamos por Sos del Rey Católico, dentro de Aragón, que todavía es más vistosa, y hace tiempo que no la visitamos, decidimos que a la tarde pararemos un rato a recorrer el casco urbano medieval de la población donde nació Fernando II de Aragón y… no sé muy bien que lugar ocupa en la cuenta de los monarcas castellanos de donde también fue rey.
Por la mañana, recorrimos el casco urbano de Ochagavía. Previamente habías parado a hacer unas fotos a la ermita de Santa María del Campo en Navascués. En seguida empezó a subir la temperatura, en general fue soportable. Quizá porque sólo llegó a temperatura que empezaron a ser muy poco confortables cuando ya nos dirigíamos a comer. Y que el recorrido circular que hicimos a la ermita de Muskilda lo hicimos empezando la subida al principio del mismo, dejando para la vuelta, con más calor, un recorrido en bajada, que en muchos tramos transcurría entre la umbría de los bosques de hayas.
Tras dar cuenta de las viandas, entre las que se contaban unos ricos choricillos a la sidra y unos chuletones, acompañados por sidra fresquita, salimos a la calle… y casi nos da algo porque la temperatura había llegado a los 35/36 ºC… en los Pirineos occidentales… cuando la previsión era de máximas entre 30/32 ºC.
Inmediatamente nos metimos en el coche con aire acondicionado y nos dirigimos a Sos del Rey Católico. Donde hacía niveles de calor similares, pero las estrechas y umbrías calles de su casco histórico medieval aliviaban notablemente el paseo. Eso sí, tras visitar el palacio de Sada, lugar donde quedó registrado el nacimiento del Rey Católico, nos encontramos que se habían cerrado las nubes y amenazaba tormenta. Así que terminamos la visita y nos volvimos a Zaragoza, que al fin y al cabo eran ya las ocho de la tarde.
Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Segunda prueba de mi nuevo objetivo Tamron 90 mm macro (de segunda mano en realidad), con un cuerpo de cámara que le es natural, Canon EOS 5D Mark II.
Ya os introducía hace unos días en mis ganas de tener un objetivo apto de forma nativa para macrofotografía, sin aditivos, que además se defendiera también en el ámbito de la fotografía de uso general, como pueda ser el paisaje o el retrato. Hoy me voy a introducir más en el territorio macro, utilizándolo a la escala de reproducción máxima 1:1. El terreno que le es natural, independientemente de que también dé excelentes resultados en otros ámbitos de la fotografía.
Eso sí, la cámara que le es natural, en la que se puede montar sin necesidad de adaptadores, ya tiene unos años. Estamos hablando de una cámara que compré hace quince años, y que salió al mercado hace diecisiete o dieciocho. Ha evolucionado mucho la tecnología desde entonces. Y sin embargo, como decía alguien hace poco de este modelo, si hubo numerosas portadas de Vogue y revistas hechas con esta cámara, si rodaron todo un episodio de House M.D. con varias cámaras de este modelo,… ¿por qué no será todavía apto para ser utilizado con ventaja para obtener bellas imágenes? Os puedo asegurar que sus 21 megapíxeles son más que capaces de ello. Lo único que hay que tener es la habilidad y los conocimientos para hacer esas fotos.
Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Excursión mañanera de sábado a riglos con Canon EOS RP y objetivos Tamron 35 mm y 90 mm macro.
Este sábado por la mañana se mezclaron dos cuestiones que condicionaron lo que hicimos en esa calurosa mañana. Aunque quizá no tan calurosa como otras de la semana. Por un lado, yo seguí con ganas de ir probando las posibilidades y limites de mi nuevo objetivo, de segunda mano, del que ya os mostré fotografías en algún momento. Por otro lado, me propusieron “reestrenar” el “Canfranero”, nombre popular que se da a los trenes que unen Zaragoza con la población pirenaica fronteriza con Francia, Canfranc. Un lugar donde tiempo atrás se podía enlazar con los ferrocarriles franceses y así viajar por el mundo, pero que hace ya unas cuantas décadas en que ese enlace se rompió. Mucho se reivindica al respecto, poco se consigue. El caso es que, aunque yo no le veía mucho sentido, acepté acompañar a unos amigos a dar un paseo por Riglos, yendo en el tren que sale a primera hora de la mañana de Zaragoza hacia Canfranc, y volviendo en el que llega a la capital aragonesa al mediodia. O sea, poco más de hora y media de paso al pie de los famosos mallos de Riglos.
El paseo fue agradable, pero a la vuelta se dio una situación un poco absurda desde mi punto de vista. Ayer, aprovechando la reapertura de la línea ferroviaria, una asociación de amigos del ferrocarril puso un tren charter formado por coches históricos en la vía, en una excursión entre Zaragoza y Canfranc. Lo cual me parece muy bien. Hay que preservar elementos de la historia industrial del país y disfrutarlo. Pero lo que no entiendo es que el tren de línea, con gente que viaja por muchos motivos, también por trabajo o por exigencias y compromisos personales y familiares, algunos con enlaces en Zaragoza a otros puntos de la geografía, perdiera entre 20 y 30 minutos en la estación de Ayerbe esperando al tren charter. Con lo que la revisora empezó a decirles que corrían el riesgo de no poder realizar sus enlaces en Zaragoza. Eso es algo que nunca debería suceder. Una persona que vivi en Zaragoza tienes muchas posibilidades para desplazarse a Madrid, Barcelona u otras ciudades. Pero alguien que vive en los Pirineos, en Jaca, en Sabiñánigo y sus comarcas… no. No se le puede causar este trastorno. Los que deben esperar y estar obligados son los que viajan por capricho y placer. Una catástrofe la gestión ferroviaria española si lo pensamos bien.
Esta serie de fotografías que ilustran esta entrada de este Cuaderno de ruta puede verse, comentada desde un punto de vista de la técnica fotográfica, en Carlos en plata. Primera prueba de mi nuevo objetivo Tamron 90 mm macro (de segunda mano en realidad), adaptado a una cámara digital de formato medio.
Llevaba ya un tiempo dándole vueltas a la cabeza de adquirir un objetivo macro en condiciones, de buenas prestaciones ópticas, sólido, con cierta versatilidad a la hora de usarlo para otras disciplinas que no sean la macrofotografía. Apto tanto para digital como película fotográfica. Que se pueda usar en distintas cámaras. Y que me costara una cantidad razonable de dinero, muy razonable. O de una marca china si es nuevo, o de segunda mano si es de marca más prestigiosa.
Ya lo tengo. Y estas son las primeras fotos que hice con él. No son macrofotografía. Un par de ellas son fotos de aproximación a motivos florales. Pero nada más. En Alagón. Cerca de Zaragoza. Madrugamos para ir en tren a primera hora de la mañana. Y vimos salir el sol en la propia estación del tren al llegar. Luego nos dimos un largo paseo por el pueblo hasta que pasase un tren de regreso a Zaragoza. Y bien, oye.