Último día de disfrute. Las cámaras ya están guardadas. Mañana hay que volver.






Último día de disfrute. Las cámaras ya están guardadas. Mañana hay que volver.
Terminado nuestro recorrido tirolés, puesto que hemos de tomar el avión en Venecia, hemos cogido dos noches aquí, en Mestre. Y nos hemos dado una vuelta por Venecia. Mañana ya veremos qué hacemos. Que Venecia está petada de gente.
Día gris y muy fresco, con amenaza de lluvia que no ha llegado a molestar. Tranquilo, conquistando palacios y fortalezas.
Seguimos en la misma región, el Tirol. Pero en otro país,… cosas de las estúpidas guerras.
Jornada de senderismo en el Alpe de Siusi, o Seiser Alm. Día excelente para ello.
Nueva jornada alpina, aunque no tan cansado como la de ayer.
El Alto Adige o Südtirol es una región bilingüe en Italia. Bueno… originariamente hablaban todos alemán… pero por las cosas de las guerras en las que nunca preguntan a la gente común… En fin, primera jornada en los Alpes Dolomitas.
Capital del Tirol italiano. En loa Alpes. Primer paso antes de tomar contacto con los Dolomitas.
Etapa prólogo de un viaje a otro sitio muy distinto.
Antes de pasar durante unos días al modo «solo fotografía» desde ya, quería dejar un comentario sobre el último e interesante libro que ha venido a engrosar mi biblioteca sobre fotografía. Las fotografías que ilustran la entrada son las realizadas para celebrar el Día mundial de la fotografía estenopeica, que se suele celebrar el último domingo de abril. Para saber más sobre ellas, podéis visitar Día mundial de la fotografía estenopeica 2022 – Ondu Pinhole 6 x 12 Multiformat con Fujifilm Neopan 100 Acros II.
Hará 13 o 14 años que conocí la obra de Mona Kuhn. Fue durante un visita a MadridFoto, una feria de arte fotográfico que se celebraba en Madrid, y que en lo que yo sé desapareció hace unos años. Visité varias ediciones. Era una experiencia interesante. Creo que fue en la de 2009 cuando vi algunos difuminados desnudos realizados por Kuhn en una colonia nudista en la costa atlántica del sur de Francia.
Después conocí nuevos trabajos de la fotógrafa brasileña de origen alemán, pero establecida en Los Ángeles desde hace un tiempo, y empecé a comprar sus libros de los que tenía cinco antes de la llegada de este último. Y me gustan mucho, y me gustan hojearlos de vez en cuando.
Cuando vi anunciado este último libro me interesó mucho. Y lo encargué. En aquel momento no estaba a la venta todavía. Me llegó a principios de esta semana. Me gustaría ser más exhaustivo en mi comentario, pero no he tenido mucho tiempo para hojearlo y leerlo con detenimiento. Decir que está dedicado a la Schindler House, obra del arquitecto norteamericano nacido en Austria Rudolf Schindler en 1922. Y combina las fotografías de los rincones y las luces del innovador edificio, producto de las vanguardias del momento, con retratos y desnudos realizados con la técnica de la solarización, que también apareció en aquellos momentos, fundamentalmente de la mano del estupendo Man Ray. He de decir que Mona Kuhn domina con maestría esta técnica, mucho más difícil de lo que aparenta.
El libro está publicado y excelentemente presentado por Steidl, la editora habitual de Mona Kuh. Y como tendré unos días libres a partir de principio del mes de junio, espero poder dedicarle el tiempo que merece. Muy recomendable.
A partir de mañana o pasado mañana voy a entrar en modo «solo fotos» durante unos días. Esta semana no nos ha dado la vida para ir al cine. Ni siquiera para tirar de estrenos en plataformas. Y sin embargo, aun me quedaban dos estrenos de semanas anteriores para comentar. Voy a ponerme al día, y dentro de unos díar volveremos con la actividad cinéfila. Espero.
En estos días estoy terminando de ver una serie surcoreana, algo viejuna ya, sobre espías, servicios de (poca) inteligencia, y rivalidades norte-sur en la península coreana. Quizá por eso me animé a ver en Netflix este estreno con intrigas entre servicios secretos y espías de buena parte del Asia más oriental.
A un tipo que es fiscal, tras una cagada profesional, lo manda a controlar a los servicios secretos. Y la jefa de estos lo manda a ver que pasa con una célula de espías destacada en una ciudad china, fronteriza con Corea del Norte. Al final se verá metido en un lío de intereses extraño, y redes de espionaje dentro de las redes de espionaje, que afecta a servicios secretos de las dos Coreas, China y Japón.
Un lío entretenido, pero sin más trascendencia, y al que, además, se le ven venir las intenciones y quienes son los malos más malos y los «buenos». Razonablemente bien actuada, no es chapucera en su realización tampoco, como digo, entretenida sin más. Dirigida por un tal Na Hyeon, parece ser que yaksha, el apodo de uno de los agentes, es el nombre de unos espíritus del hinduismo y del budismo, extendidos por toda Asia, que sería benevolentes, pero traviesos y engañosos.
Más interés a priori presentaba esta película norteamericana que vimos en salas de cines, la segunda en pocos días en las que uno o varios protagonistas figuran ser o haber sido «actores/actrices» del cine porno. Dirigida por Sean Baker, pudimos leer varias reseñas muy favorables en los días previos a verla. Así que íbamos muy animados.
Nos habla de Mikey (Simon Rex), un actor porno venido a menos, que habiendose quedado sin blanca y con poco trabajo se refugia en su población de Tejas natal, en casa de su mujer (Bree Elrod) y su suegra (Brenda Deiss), de las que llevaba un tiempo extrañado. Y mientras allí se encuentra, intenta ganarse la vida trapicheando con «maría», al mismo tiempo que inicia una relación con una adolescente que trabaja en una tienda de dónuts (Suzanna Son). Pero siempre con punto de falta de talento a cuestas.
En algún sitio leí que es una nueva visión a las gentes que pueblan la América de Donald Trump y similares. Lo que los sureños esclavistas llamaban los white trash, la basura blanca, personas de origen europeo sin oficio ni porvenir, y que a pesar de todo se muestra fiel al sistema que los arrincona en los márgenes de la sociedad. Rodada en tono de comedia, comedia negra o comedia amarga en muchos momentos, es un monumento a los desatinos en las ilusiones, los sueños y las decisiones.
Está muy bien rodada, haciendo bello un lugar anodino en la costa tejana, e interpretada con mucho oficio. Sorprende mucho en ocasiones la joven Suzanna Son, menos joven en la realidad de lo que se muestra en la película, y que mezcla ingenuidad y procacidad a partes iguales al componer su personaje de Strawberry. Puede haber para algunos en las relaciones, alguna situación incómoda dada las edades de los protagonistas. Pero las cosas son así… es verosímil a la hora de plantear una cierta realidad. Al final, me agarró menos de lo que esperaba a pesar de reconocer sus innegables virtudes cinematográficas.
Durante la década pasada, la trilogía del Recuerdo del pasado de la Tierra, más conocida en España como la trilogía de Los tres cuerpos, por el título del primero de sus libros, se elevó a la categoría de fenómeno en el ámbito de la literatura de ciencia ficción. Leí en su momento los tres libros. Con cierto escepticismo el primero, pero con especial avidez el segundo, y con mucho interés el tercero. Con posterioridad leí algunas cosas más de Liu Cixin, el autor chino de esta trilogía; una novela y una colección de relatos cortos.
Como ya he comentado en alguna ocasión con antelación, desde el punto de vista de su calidad literaria, lo que más disfruté fueron los relatos cortos. Como novelista, el interés de sus libros dependen más de sus temas y tramas que de su capacidad de narrador. En un tris estuve de ignorar los libros segundo y tercero de su trilogía porque en algún momento me resultó pesada la redacción los tres cuerpos. Sin embargo, la trama que despliega en su conjunto a lo largo de los tres libros me parece muy muy notable. Con estos antecedentes, y comprado en oferta flash en Amazon, me dispuse durante mis vacaciones de Pascua a dar cuenta de la primera novela del escritor chino, escrita al parecer en 1999, aunque publicada en España en 2019, tras el éxito de los tres cuerpos.
La premisa de la novela es la siguiente. A corta distancia del sol existe una estrella que ha pasado incógnita a los astrónomos por ocultarse tras una nube de polvo estelar. Y la susodicha estrella, a menos de 10 años-luz de distancia se convierte en supernova, bañando la Tierra en abundante radiación. Como consecuencia, todos los adultos y jóvenes mayores de 13 años mueren en el plazo de unos meses, dejando como únicos habitantes humanos del planeta Tierra a los niños de 13 años o menores. Que son formados por los adultos en ese plazo de tiempo para tomar las riendas de sus sociedades. Y a partir de ahí, los millones de niños que conforman la población mundial convierten el planeta en una especie de isla del señor de las moscas ha escala global, pero con una cantidad de medios increíble; a jugar, marranear chucherías, cachondeo, juegos de guerra con armas de verdad,… y bueno…
Sinceramente, la comparación con el libro de William Golding la he traído de otras fuentes. Pero sólo me convence a medias. Para empezar, el mundo que crea Liu me resulta muy inverosímil. Empezando por la posibilidad de que el barrido de radiación de una supernova a tan corta distancia no esterilizase casi por completo o por completo el planeta,… bueno… Matt O’Dowd de PBS Space-Time explica las consecuencias de una explosión de una supernova en las cercanías, .
El caso es que cualquiera que sean las consecuencias en la atmósfera terrestre, o directas sobre los genomas de los seres vivos, que sólo afecten a los humanos de más 13 años… pues sólo puede considerarse un recurso argumental alejado de la ciencia ficción dura para adentrarse en una especulación sociológica que… bueno… es eso, pura especulación. Que a mí, no me ha convencido. En el mejor de los casos, como crítica a los instintos más primarios del ser humano, que el avance de la tecnología y la cultura no ha conseguido apaciguar, como podemos ver en las noticias con la actividad bélica desarrollada por los criminales políticos y militares rusos. Y de otros lugares, que están pasando desapercibidos por no interesar a los medios de comunicación.
El libro es menos maduro literariamente hablando que las obras siguientes de Liu Cixin. Es decir… las demás. No se lee mal, pero tiene un valor circunstancial. A mí, finalmente, me dejó un tanto frío. Y además, ya me acostumbré en su momento a la afición de Liu a destruir total o parcialmente el mundo. En eso es muy creativo. Tan creativo, que lo de esta novela resulta un poquito soso en comparación con otras ideas suyas. No me arrepiento de haber leído esta novela, pero tampoco me atrevería a recomendarla necesariamente. O por lo menos a recomendarla con un mínimo de entusiasmo. Y además hay algo que me molesta de Liu… su aparente entusiasmo hacia el gobierno de su país, no especialmente un modelo de democracia.